16 de junio de 2015

Stanley G. Payne, Palacios Jesús: UNA BIOGRAFÍA PERSONAL Y POLÍTICA. FRANCO (III de VI)



         Siempre fue Franco hombre afortunado: tuvo suerte, baraka, lo llaman en el libro y decían amigos y enemigos. Baraka es palabra de origen semítico que significa ‘bendición’, ‘suerte’. Eso mismo que tantas veces lo oí decir para Franco en un sentido negativo: “Fue un tonto con suerte”, lo oí en sentido positivo para ¡Barak! Obama, para Felipe González Márquez y para Rodríguez Zapatero, quien es posible que la tuviera y no destacó nunca por sus dotes y capacidades intelectuales… Quiero decir, que no es justo que se cuelgue el sambenito a unos y a otros no, pues, contra el refrán, quien la lleva no sabe siempre por dónde hila… Con baraka o sin ella destacó como soldado al frente de las tropas con las que luchó en África. Fue un oficial muy recto con sus hombres, exigente con ellos y no consintió nunca ni la más mínima indisciplina ni la menor trapisonda o chalaneo en el abastecimiento de sus soldados, fuera en el material militar, en la comida, o en el descanso, cosa que siempre le reconocieron las tropas subordinadas a él.

         Fue herido y condecorado; fue el general más joven de Europa… y no era un genio: lo más que llegó a mandar fue un regimiento, pero es cierto que era el general más joven y más prestigioso del ejército español, que tampoco era precisamente un dechado de ejército ni nada parecido, si lo comparamos con los ejércitos europeos de la época.

         Sabía yo de su distanciamiento de la política. Militar criado y crecido bajo la monarquía, Franco admiró siempre a doña María Victoria Eugenia, la reina madre (parece que también con don), pero no así ni tanto a su esposo, Alfonso XIII ni a su hijo Juan, también conocido como don Juan.

         Las relaciones con este merecen párrafo aparte. Su mal entendimiento lo conocía servidor por otras lecturas, pero lo que no sabía –nunca he leído biografía, ni me parece excesivamente interesante, sobre don Juan- es que este era hombre sumamente influenciable. El consejo asesor tenía un peso tremendo sobre este Borbón poco inteligente y distanciado de España que la amaría mucho, nada que discutir, ni medida con que medir, pero que se me antoja, por lo aquí escrito, bastante bobalicón y simple. Hasta el mismo Juan Carlos mozo se asombra al conocer a Franco, pues pensaba, por lo oído en la corte de Estoril (el ordenador autocorrige corte de Estéril: lo que tiene su gracia y su sabor), en casa de su papá, algo bien distinto del Franco que conoció y con quien trató y con quien, dicho sea de paso, yo pensé, no siendo así, que tuvo más trato del que realmente tuvieron el joven Borbón y el viejo General. Se ve que Franco estuvo, digamos, en una posición distante y solo queriendo tener bien sujeta la formación del futuro rey de España (aun cuando ni siquiera estaba absolutamente cerrada “su sucesión”) y poco más: no quiso influir en el joven que llegó de Portugal, etc., que también es esa otra historia ya próxima a cerrarse y que no me interesa demasiado ahora.



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