Ocultaría
una verdad innegociable en esta entrada si no dijera que he ido de sorpresa en
sorpresa al leer este libro. Creía releer esta obra de Machado y no estoy
seguro de que sea así. Cierto que muchos textos, ideas, pasajes, me suenan y
estoy seguro de haberlos leído, pero no me consta que hubiera leído entero y atentamente este Juan de Mairena que no me es
absolutamente extraño, es lógico también.
La
poesía de Machado la he leído en innumerables veces y a lo largo de los años.
Son muchísimos los poemas que he comentado del sevillano. Creo conocer desde
antiguo su vida y ha sido siempre autor admirado por mí, porque así lo aprendí
de quien fuera mi profesor de Literatura don Alfonso Sancho Sáez, sin embargo,
ojo: muchas facetas que Machado muestra en este su Mairena tienen brillo específico y novedoso o sencillamente
sorprendente y admirable para mí por desconocido. Así por ejemplo todos los
comentarios sobre filósofos… No creí que hubiera calado tanto –da igual que de
modo profundo o menos- en su vida y en su obra la lectura –ignoro hasta qué
punto ahora- de los filósofos desde su llegada a Baeza y desde entonces en
adelante, pero veo que mucho más de lo que yo hubiera pensado: maneja con
cierta soltura ideas y nombres de pensadores que no hubiera pensado que él se
llevara a los puntos de su pluma.
Hace
afirmaciones sobre hechos, filósofos, obras… que luego se han dicho de otros
mil modos más conocidos y que, sin embargo, ahí están ocultas en esa turbamulta
de ideas que ignoro si conducen a conformar un mundo concreto, original y
genuinamente machadiano. ¿Cuántas veces no se nos ha dicho, con un tono el que
fuere, esa frase de Whitehead: "Toda la filosofía occidental es una serie
de notas a pie de página de la filosofía platónica”? Pues otro tanto nos dice
ese irónico profesor de pueblo que es Antonio Machado: “Cuando se afirma que se
vuelve a Platón, se dice y no se dice verdad, porque en cierto modo en él
estábamos”. En innumerables ocasiones he repetido una idea de Marías quien
afirmaba que corren malos tiempos cuando hay que demostrar lo evidente (y es
bien cierta) y que Machado, dirigiéndose a sus alumnos, la expresa diciendo:
“Perdonad cosas de tan marcada perogrullez. En nuestros días hay que decirlo
todo” (ahí está y ahí queda). Me llama también la admiración que expresa en
general por los filósofos alemanes y sus aportaciones singulares e irrepetibles
a la Filosofía: Kant muy particularmente.
Los
temas que pasan por esos pequeños párrafos que constituyen la obra son
diversísimos: el concepto del tiempo
sobre el que vuelve una y otra vez, con todo lo que este comporta en la poesía
machadiana; la idea de la existencia de
Dios y de la filiación del hombre; el
panteísmo, la presencia y atracción de la
nada o la Nada -como muchas veces escribe con mayúscula-; el sentido de las palabras y del
cuidado que con ellas debe tenerse; el
quehacer de los hombres en el mundo, las
relaciones humanas, la muerte, ¡la
cita al sesgo de filósofos clásicos de muchas épocas…!, insisto. Una ironía,
por momentos ácida, que no recuerdo sino en algunos de sus breves poemas de su
poesía última.
Son
innumerables las referencias a la
creación poética y cómo esta debiera de ser: natural, justa, bien hecha, de
cómo se debe huir de lo superfluo e innecesario que solo complica y enturbia la
labor del poeta y su resultado, el poema. Cita
innumerables poetas y entre sus coetáneos a Juan Ramón, Valle y su amigo
del alma don Miguel de Unamuno, por quien siente una amistad reverencial.
En
incontables ocasiones citándose y repitiéndose, no sin cierta ironía, se dice, se desdice y contradice con
cierta naturalidad risueña que yo calificaría de unamuniana.
Pide
desconfianza a sus alumnos del profesor de Literatura y de la palabra escrita:
desconfiad de lo escrito y de la seguridad del profesor, pues tras su dogmática
solo esconde su inseguridad e ignorancia.
La
presencia en sus escritos y su valoración de un foklore, así escrito, que
tenía bien próximo en su casa por vía de su padre Machado Álvarez, Demófilo, me llaman la atención. Recoge
rasgos de esa creación popular que él sabe que alguien, en algún momento, creó
y que el pueblo asimiló: la hipérbole en lo pequeño, rasgo de la creación
popular de sentimientos también encontrados y contradictorios.
Mucho
de cuanto leo, como he expresado, me llama la atención y más aún la firmeza con
que se dice que me era absolutamente ajena en cuanto lector de su poesía.
Algún
texto considero que merece comentario aparte y, si dispongo de tiempo, así lo haré.
Me interesa la referencia al folklore...
ResponderEliminar¿Qué te interesan citas o el enfoque de ese asunto en ese momento histórico? Ahí tienes a su padre y a mi abuelo que se dedicaron a ello y a Rodríguez Marín...; en otro sentido a los Quintero... Recopilación de léxico, romances, dichos, refranes, etc. Dime y a ver si te puedo ayudar en algo... Entiendo que también habrá músicos en ese mismo movimiento de interés. Un abrazo.
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