14 de abril de 2015

Machado, Antonio, JUAN DE MAIRENA



         


         Ocultaría una verdad innegociable en esta entrada si no dijera que he ido de sorpresa en sorpresa al leer este libro. Creía releer esta obra de Machado y no estoy seguro de que sea así. Cierto que muchos textos, ideas, pasajes, me suenan y estoy seguro de haberlos leído, pero no me consta que hubiera leído entero y atentamente este Juan de Mairena que no me es absolutamente extraño, es lógico también.
         La poesía de Machado la he leído en innumerables veces y a lo largo de los años. Son muchísimos los poemas que he comentado del sevillano. Creo conocer desde antiguo su vida y ha sido siempre autor admirado por mí, porque así lo aprendí de quien fuera mi profesor de Literatura don Alfonso Sancho Sáez, sin embargo, ojo: muchas facetas que Machado muestra en este su Mairena tienen brillo específico y novedoso o sencillamente sorprendente y admirable para mí por desconocido. Así por ejemplo todos los comentarios sobre filósofos… No creí que hubiera calado tanto –da igual que de modo profundo o menos- en su vida y en su obra la lectura –ignoro hasta qué punto ahora- de los filósofos desde su llegada a Baeza y desde entonces en adelante, pero veo que mucho más de lo que yo hubiera pensado: maneja con cierta soltura ideas y nombres de pensadores que no hubiera pensado que él se llevara a los puntos de su pluma.
         Hace afirmaciones sobre hechos, filósofos, obras… que luego se han dicho de otros mil modos más conocidos y que, sin embargo, ahí están ocultas en esa turbamulta de ideas que ignoro si conducen a conformar un mundo concreto, original y genuinamente machadiano. ¿Cuántas veces no se nos ha dicho, con un tono el que fuere, esa frase de Whitehead: "Toda la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de la filosofía platónica”? Pues otro tanto nos dice ese irónico profesor de pueblo que es Antonio Machado: “Cuando se afirma que se vuelve a Platón, se dice y no se dice verdad, porque en cierto modo en él estábamos”. En innumerables ocasiones he repetido una idea de Marías quien afirmaba que corren malos tiempos cuando hay que demostrar lo evidente (y es bien cierta) y que Machado, dirigiéndose a sus alumnos, la expresa diciendo: “Perdonad cosas de tan marcada perogrullez. En nuestros días hay que decirlo todo” (ahí está y ahí queda). Me llama también la admiración que expresa en general por los filósofos alemanes y sus aportaciones singulares e irrepetibles a la Filosofía: Kant muy particularmente.
         Los temas que pasan por esos pequeños párrafos que constituyen la obra son diversísimos: el concepto del tiempo sobre el que vuelve una y otra vez, con todo lo que este comporta en la poesía machadiana; la idea de la existencia de Dios y de la filiación del hombre; el panteísmo, la presencia y atracción de la nada o la Nada -como muchas veces escribe con mayúscula-; el sentido de las palabras y del cuidado que con ellas debe tenerse; el quehacer de los hombres en el mundo, las relaciones humanas, la muerte, ¡la cita al sesgo de filósofos clásicos de muchas épocas…!, insisto. Una ironía, por momentos ácida, que no recuerdo sino en algunos de sus breves poemas de su poesía última.
         Son innumerables las referencias a la creación poética y cómo esta debiera de ser: natural, justa, bien hecha, de cómo se debe huir de lo superfluo e innecesario que solo complica y enturbia la labor del poeta y su resultado, el poema. Cita innumerables poetas y entre sus coetáneos a Juan Ramón, Valle y su amigo del alma don Miguel de Unamuno, por quien siente una amistad reverencial.
         En incontables ocasiones citándose y repitiéndose, no sin cierta ironía, se dice, se desdice y contradice con cierta naturalidad risueña que yo calificaría de unamuniana.
         Pide desconfianza a sus alumnos del profesor de Literatura y de la palabra escrita: desconfiad de lo escrito y de la seguridad del profesor, pues tras su dogmática solo esconde su inseguridad e ignorancia.
         La presencia en sus escritos y su valoración de un foklore, así escrito, que tenía bien próximo en su casa por vía de su padre Machado Álvarez, Demófilo, me llaman la atención. Recoge rasgos de esa creación popular que él sabe que alguien, en algún momento, creó y que el pueblo asimiló: la hipérbole en lo pequeño, rasgo de la creación popular de sentimientos también encontrados y contradictorios.
         Mucho de cuanto leo, como he expresado, me llama la atención y más aún la firmeza con que se dice que me era absolutamente ajena en cuanto lector de su poesía.
         Algún texto considero que merece comentario aparte y, si dispongo de tiempo, así lo haré.

2 comentarios:

  1. Me interesa la referencia al folklore...

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  2. ¿Qué te interesan citas o el enfoque de ese asunto en ese momento histórico? Ahí tienes a su padre y a mi abuelo que se dedicaron a ello y a Rodríguez Marín...; en otro sentido a los Quintero... Recopilación de léxico, romances, dichos, refranes, etc. Dime y a ver si te puedo ayudar en algo... Entiendo que también habrá músicos en ese mismo movimiento de interés. Un abrazo.

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