25 de febrero de 2015

Solzhenitsyn, Aleksandr, ARCHIPIÉLAGO GULAG



 


    Ignorar la historia es arriesgarse a repetir los mismos errores, y es norma que los hombres ignoremos nuestra historia. El único animal que tropieza dos… cientas veces en la misma piedra es el bípedo implume: le fallan sus conocimientos y su inteligencia humana, y los instintos animales son muy precarios. Mal negocio. El mal y los malos, junto a los tontos, campan, al lado de algunos listos, por sus respetos por este mundo hostil que se levanta hostil. La muerte viene siempre a corregir, a veces tarde, las villanías de la estupidez y la maldad.

         Termino de leer un libro de un autor que hacía años que tenía muchas ganas de leer. Lo recuerdo en las entrevistas que se le hicieron con motivo de su Nobel, mas ya no sé si la entrevista fue en España (no sé si todo está en Google, pero por medio de este confirmo que la entrevista tuvo lugar en España el 20 de marzo de 1976). ¿Quién era ese hombre de las barbas que contaba que había salido poco menos que del infierno? ¿Por qué ese infierno y en qué consistió su crimen y su condena? Querer conocer, saber, el afán por mejorar… es condición humana que el niño tiene, lo defiendo siempre, hasta que poquito a poco, los adultos nos vamos encargando de hacer roma y blanda esa punta de hermosa curiosidad denominada studiositas. De la escuela ya dije…

         Me decepciona el libro. Saco en limpio, con todos los respetos a lo que ahí se cuenta y de quienes ahí se cuenta, un galimatías de situaciones históricas rusas concretas que ignoro, de nombres que nada me dicen, de fechas, de lugares geográficos que vienen a resumirse en la dictadura que vivió Rusia desde la revolución del 17 hasta la glasnost. Aún recuerdo que esta palabra, traducida al español, significa ‘transparencia’, ‘verdad’ o algo así (y me acuerdo de ese nudo gordiano donde coincidimos el otro día mi amigo Jesús Arteaga y yo: veritas liberabit vos). La claridad, la transparencia no son la verdad, pero es curioso que la presencia de aquellas, como la limpieza, la sinceridad, la valentía, la justicia… hacen huir las sombras del mal. Terrible lo que nos cuenta Solzhenitsyn: toda la maquinaria del estado, todo un sistema se carga y arma, se pone en marcha para someter a sus dictados a toda la población sin reparar en medios de ninguna índole. Son millones –alrededor de treinta, ¡treinta millones de personas!- las que mueren bajo la dictadura del padrecito Stalin.
          Recordaba mucho de lo que en esta obra se narra, de manera semejante, lo que leí en otro libraco de Eugenia Ginzburg, El vértigo, obra que me pareció mejor estructurada, ordenada para una comprensión más razonable de todo.  Solzhenitsyn, sin embargo, da la sensación de que redacta montones de textos que va guardando –quizá en su memoria exclusivamente- para después ir añadiendo unos tras otros, quizá con algún orden diacrónico, e ir conformando un libro en el que no se evitan tampoco las referencias a tiempos posteriores o anteriores, a personas que el traductor o el autor quieren aclarar quiénes son en notas a pie de página, pero que al lector, a este lector por lo menos, le cogen a trasmano.

         Seguro que sería posible contar lo ahí expuesto en menos páginas, pero el horror no tiene riberas ni playas ni orillas ni fronteras. El sufrimiento de personas pide ser descrito –aunque el autor dice hacer gala de contención- sin cálculo, sin medida… todo lo inunda, todo lo oscurece. La vida entra en la penumbra y de ella por medio del horror en la noche cerrada del mal.

         Cierro por donde empecé esta entrada. ¿Es posible que se vuelva a repetir lo vivido allí? Mi pregunta está fuera de lugar. El infierno se repite tras cada acto malo de los hombres que se suma en un movimiento que conduce a gran parte de la humanidad a la oscuridad: las guerras de hoy en tierras rusas, las matanzas en África, en Siria, la falta de libertad, la esclavitud de tantas personas: niños, hombres, mujeres… Y la inmensa mayoría de nosotros… disimulando, como si todo ello no nos afectase: malo es desconocer la historia, pero peor es negarla y desear ignorarla.

2 comentarios:

  1. Antonio, muy interesante lo que cuentas. Precisamente estoy leyendo un libro de más de mil páginas sobre la Segunda Guerra Mundial. Uno de los (tristes) protagonistas era Stalin.

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  2. Me acuerdo que me lo escribiste... Decir que Stalin o Hitler son TRISTES protagonistas de la historia se me antoja un eufemismo que no recoge con claridad la maldad con que tantos actuaron -y actúan-. Te comento que no dejes de ver, por favor, este documental (no me detengo a ver si tiene una o dos partes; lo he olvidado), pero te hablará de quien fue esta mala persona llamada Jósif Stalin: https://www.youtube.com/watch?v=SmCqN0yMZRg y de lo que fue un sistema terrible, inhumano, bestial... INCALIFICABLE.

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