Ignorar la historia es arriesgarse a
repetir los mismos errores, y es norma que los hombres ignoremos nuestra
historia. El único animal que tropieza dos… cientas
veces en la misma piedra es el bípedo implume: le fallan sus conocimientos y su
inteligencia humana, y los instintos animales son muy precarios. Mal negocio.
El mal y los malos, junto a los tontos, campan, al lado de algunos listos, por
sus respetos por este mundo hostil que se levanta hostil. La muerte viene
siempre a corregir, a veces tarde, las villanías de la estupidez y la maldad.
Termino
de leer un libro de un autor que hacía años que tenía muchas ganas de leer. Lo
recuerdo en las entrevistas que se le hicieron con motivo de su Nobel, mas ya
no sé si la entrevista fue en España (no sé si todo está en Google, pero por
medio de este confirmo que la entrevista tuvo lugar en España el 20 de marzo de 1976).
¿Quién era ese hombre de las barbas que
contaba que había salido poco menos que del infierno? ¿Por qué ese infierno y
en qué consistió su crimen y su condena? Querer conocer, saber, el afán por
mejorar… es condición humana que el niño tiene, lo defiendo siempre, hasta que
poquito a poco, los adultos nos vamos encargando de hacer roma y blanda esa punta
de hermosa curiosidad denominada studiositas.
De la escuela ya dije…
Me decepciona el libro. Saco en limpio,
con todos los respetos a lo que ahí se cuenta y de quienes ahí se cuenta, un
galimatías de situaciones históricas rusas concretas que ignoro, de nombres que
nada me dicen, de fechas, de lugares geográficos que vienen a resumirse en la
dictadura que vivió Rusia desde la revolución del 17 hasta la glasnost. Aún recuerdo que esta palabra,
traducida al español, significa ‘transparencia’, ‘verdad’ o algo así (y me
acuerdo de ese nudo gordiano donde coincidimos el otro día mi amigo Jesús
Arteaga y yo: veritas liberabit vos).
La claridad, la transparencia no son la verdad, pero es curioso que la presencia
de aquellas, como la limpieza, la sinceridad, la valentía, la justicia… hacen
huir las sombras del mal. Terrible lo que nos cuenta Solzhenitsyn:
toda la maquinaria del estado, todo un
sistema se carga y arma, se pone en marcha para someter a sus dictados a toda
la población sin reparar en medios de ninguna índole. Son millones
–alrededor de treinta, ¡treinta millones de personas!- las que mueren bajo la
dictadura del padrecito Stalin.
Recordaba mucho de lo que en esta obra
se narra, de manera semejante, lo que leí en otro libraco de Eugenia Ginzburg, El
vértigo, obra que me pareció mejor estructurada,
ordenada para una comprensión más razonable de todo. Solzhenitsyn, sin embargo, da la
sensación de que redacta montones de textos que va guardando –quizá en su
memoria exclusivamente- para después ir añadiendo
unos tras otros, quizá con algún orden diacrónico, e ir conformando un libro en
el que no se evitan tampoco las referencias a tiempos posteriores o anteriores,
a personas que el traductor o el autor quieren aclarar quiénes son en notas a
pie de página, pero que al lector, a este lector por lo menos, le cogen a
trasmano.
Seguro que sería posible contar lo ahí
expuesto en menos páginas, pero el
horror no tiene riberas ni playas ni orillas ni fronteras. El sufrimiento
de personas pide ser descrito –aunque el autor dice hacer gala de contención-
sin cálculo, sin medida… todo lo inunda, todo lo oscurece. La vida entra en la
penumbra y de ella por medio del horror en la noche cerrada del mal.
Cierro por donde empecé esta entrada.
¿Es posible que se vuelva a repetir lo vivido allí? Mi pregunta está fuera de
lugar. El infierno se repite tras cada acto malo de los hombres que se suma en
un movimiento que conduce a gran parte de la humanidad a la oscuridad: las
guerras de hoy en tierras rusas, las matanzas en África, en Siria, la falta de
libertad, la esclavitud de tantas personas: niños, hombres, mujeres… Y la
inmensa mayoría de nosotros… disimulando, como si todo ello no nos afectase: malo es desconocer la historia, pero peor
es negarla y desear ignorarla.
Antonio, muy interesante lo que cuentas. Precisamente estoy leyendo un libro de más de mil páginas sobre la Segunda Guerra Mundial. Uno de los (tristes) protagonistas era Stalin.
ResponderEliminarMe acuerdo que me lo escribiste... Decir que Stalin o Hitler son TRISTES protagonistas de la historia se me antoja un eufemismo que no recoge con claridad la maldad con que tantos actuaron -y actúan-. Te comento que no dejes de ver, por favor, este documental (no me detengo a ver si tiene una o dos partes; lo he olvidado), pero te hablará de quien fue esta mala persona llamada Jósif Stalin: https://www.youtube.com/watch?v=SmCqN0yMZRg y de lo que fue un sistema terrible, inhumano, bestial... INCALIFICABLE.
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