26 de enero de 2015

Don Quijote y Sancho van a la escuela de la mano de la RAE (I de V)



        


         No deja de ser curiosa la idiosincrasia de un pueblo como el español que, desde hace siglos, siendo huérfano de educación y ayuno de formación intelectual, donde se reclama de continuo mejor instrucción y más esmerada preparación, ¡y donde no hay quídam que no sepa con claridad meridiana qué es lo que se debe hacer para mejorar la educación y la instrucción de todo el vecindario! Todos, entre los Pirineos y Tarifa, sabemos la intemerata de materia educativa.
         Si de educación sabemos los españoles, de libros, esos chismes que tan poquitos nativos en España usamos http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/08/actualidad/1420721604_628302.html) , seamos de la profesión que seamos, incluidos cuantos trabajos intelectuales se enumeren, también sabemos los españoles otro cuarto y mitad de la citada intemerata. Con los dedos de las manos puedo citar a quienes conozco que habitualmente leen libros, y mi profesión es impartir clases.
         He leído entero el Quijote no menos de seis o siete veces en mi vida. Muchos capítulos sueltos otras muchas. Lo he estudiado y lo he explicado innumerables veces. Hay, creo, que cuatro ejemplares distintos de esa obra en casa. Me queda mucho que aprender en él y de él. Llevo más de tres décadas impartiendo clases… y me creo lo suficientemente ilustrado en la materia y en el arte de enseñar como para echar un cuarto a espadas en el tema que se ha suscitado en torno a la lectura o no del Quijote en nuestras escuelas e institutos.
         Sé que también voy tarde porque hace semanas que se habló de todo esto en la prensa… ¡pero como también se trató hace más de un siglo… voy, digamos, relativamente, tarde! España no es nación de problemas resueltos, sino de problemas mal formulados y, por tanto, irresolubles; mas allá voy que andando se quita el frío.
         En primer lugar quiero recordar que en incontables ocasiones a lo largo de la historia se ha querido que en las escuelas españolas, como norma, se leyera y así generar entre los alumnos el hábito y el gusto por esa maravilla que es la capacidad que el hombre tiene de leer y gustar de la lectura (aún hoy, si no me equivoco, está regulado el tratamiento de la competencia lectora que fijaron las administraciones en la LOE 2/2006, Real Decreto 1631/2006, Decreto 231/2007). Vano empeño en general pues la pescadilla se muerde la cola: es lo común que en las casas no haya ni libros ni gusto por la lectura, con lo que vuelta a empezar... Nadie da lo que no tiene, ni en casa ni en la escuela. La regla general ha sido que el alumno identifique la lectura con una actividad escolar, y esas actividades y ese espacio, la escuela, fueron más bien desagradables que de amables quehaceres, estancias y recuerdos (decía Leopoldo María Panero que la escuela es «una institución penal destinada a hacernos olvidar la infancia», y lo comparto en gran medida, pues más que de hacernos olvidar la escuela se ocupa de “asesinar la ilusión de la infancia”). La norma es que los niños leen por norma cuando normalmente se lee en casa y los padres leen y comparten con ellos la ilusionante aventura de divertirse con los libros. Y hay excepciones.
         En segundo lugar quiero recordar que la imposición de la lectura del Quijote en la escuela ha sido intento tan antiguo como ilusorio. Prueba de ello son los innumerables escritos que sobre el particular se pueden hallar, especialmente abundantes en el siglo XIX, pero los hay ya en el siglo XVIII. Nadie parece discutir la categoría y valor literarios de la obra, pero sí que debatimos, y no nos ponemos de acuerdo, si es conveniente o no leer esta obra en la escuela, cómo y cuándo. No debe olvidarse, ojo: que nos movemos entre muchas verdades axiomáticas, pero que estas no existen.
         En tercer lugar, y seguimos, hay que decir que no son pocos quienes coinciden en que la creación literaria española ha aportado a la mitología de la literatura universal cuatro seres por antonomasia, cuatro representantes singularísimos e imprescindibles: el pícaro (que nació Lázaro y en el Tormes, y dejó larga estirpe); la Celestina (proxeneta, bruja y artera); don Juan (de apellido Tenorio, distinguido catador de mujeres); y, por supuesto, ese juicioso loco y genial, hidalgo manchego, don Quijote, que junto a su inseparable escudero, Sancho Panza, son impar pareja inseparable de personajes conocidos por doquier. (A estas alturas, por deformación, profesional, tome nota, por favor: Primera pregunta: ¿Cuántos españoles universitarios cree usted que han leído las cuatro obras donde habitan los personajes citados? Haga un muestreo en su entorno y no se deje mantear en la venta porque siempre, a tuerto o a derecho, bien conviene tener la casa hasta techo… Que más vale que ande yo caliente… que no encenderme en calentura).

9 comentarios:

  1. Me alegro que hables de este tema... soy todo oídos...

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    1. Pues no te agazapes... que no tienes ya edad, ¡recuerda! Ya seguiré con ello en los siguientes... Un abrazo y gracias.

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    2. Ya comenté que fue Ortega el que se me apareció el día en el que se hablaba de este tema en los medios... Di cuenta de la aparición sin capacidad para decir más de lo que dije... Con mi hermano he hablado mucho de todo esto en relación con la música, el repertorio... En fin... a la espera estoy, no te meto "bulla"...

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  2. Antonio, he leído la mayor parte de tu maravilloso artículo, y divertido algunas veces. En mi caso he leído El Quijote porque he querido hacerlo y ya está. Por supuesto sabía de la obra y de su autor por los estudios. A lo que voy: por ejemplo en la segunda parte, al leerlo, me reía tanto con Sancho Panza que tenía que parar un momento, antes de seguir. Sobre si debe incluirse en los estudios reglados, tendría que pensarlo; como digo, he leído tu artículo (parcialmente, lo siento, por las prisas) pero no tengo hecha una opinión sobre leerlo en la enseñanza secundaria. Un abrazo, Antonio.

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    1. Con el QUIJOTE se ríe, se medita, se llora, se aprende, se crece, te meces... A ver si soy capaz de convencer a alguien de que leer el QUIJOTE... es bueno. Un abrazo. Lo explicaré o lo intentaré, Dios queriendo, en un articulo posterior a esta serie que medito y escribo en estos días. Gracias.

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  3. No me creo que te hayas leído el quijote, creo que nunca nadie lo ha terminado, y lo creo porque pienso que nunca se acaba de leer el quijote, esto es, siempre se le saca nuevo provecho, ésa es la grandeza que tiene, que en cada momento de tu vida, su lectura, te puede añadir conocimiento, placer, ventura...
    Yo no obligo a mis alumnos a su lectura, eso sí, les advierto y les sugiero su importancia y que algún día deberían abordar su lectura y que cuanto antes lo empiecen mejor. Y les apuntillo, ojo, nunca lo vais a terminar de leer.
    Grande Cervantes.

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    1. Sergio, estoy de acuerdo con lo que escribes, que siempre sacas algo nuevo. Y también estoy de acuerdo contigo en animar a leerlo, más que imponer su lectura. En la enseñanza secundaria quizá se podría leer algunos capítulos, porque tienen cierta autonomía, o bien se podría leer algunas de las historias que se incluyen en el libro, y que constituyen en sí mismas una historia o relato o libro. Un abrazo.

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  4. Creo que conviene a la existencia la fortaleza, que es paciencia: virtud de las sociedades heroicas. Esta es la primera entrega de cinco. Arriba lo dice. El miércoles, Dios queriendo, saldrá otra… y aún más: habrá, salvo problemas logísticos, un largo artículo sobre por qué leer o no el Quijote. Seamos pacientes, por favor. No se me amontonen… Muchas gracias.

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  5. La entrada a tu comentario, de no conocerte... ¡¡ha sido munuera express!! Aún recuerdo que en septiembre de 1996 perdí un cuaderno con notas de la primera parte del QUIJOTE en un trasbordo en el aeropuesto de Barcelona. Recuerdo así mismo la primera vez que intenté leerlo en un ejemplar que creo que está en mi casa: era de mi abuelo. Y en estos días lo releo, como homenaje, en el llamado "Qujote de Francisco Rico" con el lamento de su letra -muy pequeña- y su papel biblia que me tiene frito... Cierto que hay obras que no se terminan nunca de leer, a lo mejor por eso son CLÁSICAS. Un abrazo.

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