28 de enero de 2015

Don Quijote y Sancho van a la escuela de la mano de la RAE (II de V)



     
 




         En cuarto lugar, y por no perdernos más, vamos a empezar este negocio de los antecedentes sobre el particular en el artículo que Ortega ya escribió sobre el tema, El Quijote en la escuela. De capital importancia, entiendo, es empezar la casa por los cimientos y, dado el caso, la pregunta se me antoja obvia antes de iniciar viaje: el para qué…; qué sentido tiene… la lectura de la sin par obra en semejante lugar. Según viene a decir nuestro querido académico, don Arturo Pérez Reverte, El Quijote es una herramienta que en manos de un profesor lúcido lo mismo sirve para explicar ética, moral…, de aventura, de coraje, de actitud ante el fracaso… Es decir, parece, deduzco, el Quijote no es una obra con finalidad propia, con razón y sentido propios, sino un medio para… ¿Un medio para qué? “Preparar para la vida”, parece ser, como dijeran, en distintos sentidos, Antonio Zozoya (La Libertad, 12 de marzo de 1920) y Ortega (El Sol, 16 de marzo de 1920). Zozoya, por lo mismo, defiende que es mejor leer periódicos en la escuela que no obras literarias. (Si usted, por curiosidad, escribiera en Google el periódico en la escuela, comprobaría que hay unos… Lo compruebo: 733.000 resultados aproximadamente, que el Señor bien guarde en la red; y en su seno al señor Zozoya, ¡y dejémoslo estar ahí!). Ortega, cerrado en banda, se va, como es norma en lo suyo, por los cerros de sus disquisiciones metafóricas… la bicicleta, la motocicleta, el pie… y las amebas…, la epanortosis y la vida ascendente de lo salvaje: ¡Es simpático nuestro don José!
         Así pues, la lectura del Quijote para los ensayistas y pensadores, Zozoya y Ortega, y para el académico, Pérez Reverte, la genial obra de don Miguel de Cervantes, tiene una finalidad didáctica, moral, tal y como expusiera, por ejemplo, nuestro don Juan Manuel en el prólogo de su Conde Lucanor: la obra es un envoltorio para enseñar. En el mejor de los casos, parece, la lectura, de la obra que sea, es un medio para mejorar una capacidad cuya finalidad será el acceso a ¿lo realmente útil?, ¿a lo verdaderamente verdadero…? ¿A lo esencial de la existencia? Si esto es así, y doctores, como se ve, tiene el negocio, ¿para qué gastar un tiempo y un dinero en la adaptación de una obra, que perderá su valor genuino, si ya existen obras de sobra con esa única finalidad y a todos nos acuden, como palomas a los yeros, autores y títulos? ¿Acaso no es esto desvestir un santo para vestir otro? ¿O es que, acaso, la obra de Cervantes es más que un mero instrumento –herramienta lo llama don Arturo- y tiene un valor intrínseco muy superior al que otras obras tienen y que ya, por pasar el Pisuerga por Valladolid…, y metidos en los cuarenta duros, podíamos dejar tal cual la parió su autor?

1 comentario:

  1. Lo que te hubiese dado de sí las clases de Juan Carlos Rodríguez sobre el Quijote... allí en la ugeere, bajo su sombrero inquitable.

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