Dejé
la entrada anterior con una pregunta colgada como si de una novela por entregas
se tratara. Lo malo es que la respuesta no puede ser rotunda, como imaginaría
el lector. Lo ignoro. No sé si se la novela elegida como lectura recomendable
para los bachilleres es o no la mejor novela del vasco…, pero sí sin duda, de
eso estoy seguro, es representativa de su creación novelística y considero que
también lo es de un ambiente y un sentir de finales del XIX y comienzos del XX,
por más que se diferencie lo indecible de las novelas unamunanianas,
azorinianas o vallinclanescas. El árbol
de la ciencia (1911), la tercera entrega de la trilogía barojiana de La raza, compuesta por La dama errante (1908) y La
ciudad de la niebla (1909), es obra que bien puede servir a un alumno para
hacerse una idea sobre qué escribía y cómo Baroja (por cierto, ahora mismo no
recuerdo a ningún alumno que me haya dicho que se lo ha pasado bien leyendo
esta novela, tampoco les gustó Machado, ni Juan Ramón… y el problema no es de
ninguno de los tres escritores, sino del mal gusto de mis alumnos y de la
extendida creencia de que toda opinión sobre cualquier tema es respetable,
digna, eminente… Todo ello, a su vez, parte y mana de la misma fuente, ¡la
ignorancia y la soberbia que nos envenenan!).
¡Qué
interesante sería para esos bachilleres estudiar de modo interdisciplinar esta
novela! La Biología, la Historia, la Filosofía, la Literatura, la Lengua se
hallarían convocadas por derecho propio… ¿mas quién es el guapo que le pone el
cascabel al gato donde en la puerta de cada aula reza: “Cada maestrillo tiene
su librillo”? Apaga y vámonos y a otro perro con ese hueso.
Identificar
la esencia con la existencia da como resultado último que el sentido de toda
vida da al zaguán de la muerte, confundiendo fin y sentido. Andrés
Hurtado, ese diletante divagador, carece de sentido vital. La ilustración acabó
con la teleología de la existencia… Se dan cita Schopenhauer y sobre todo Hume,
Kant y Kierkegaard dando una larga cambiada a lo que había sido el sentido de
la acción moral humana. Andrés Hurtado el alter ego del joven Baroja no
encuentra hueco de puerta con anchurón más hermoso para salir que el suicidio.
Hurtado es un pusilánime, un hombre ahíto de noluntad… Rara vez, aunque él crea
que así es, nos encontramos con un hombre activo, creativo…, porque no lo es.
Hurtado es un muchacho y un hombre que reacciona a los empellones que la vida
le va dando: reacciona, pero no actúa, no toma iniciativas firmes. Acepta
casarse con Lulú, por alcanzar un reducto del que ni siquiera está seguro de
conseguir. Teme tener un hijo, acción propia del magnánimo, y el destino, la
providencia, el azar… lo premia con la muerte de su hijo y de su mujer… El
nihilismo donde ha vagabundeado durante toda su vida baja el telón de forma
brutal. A Hurtado, el egoísta, el nihilista, el inmoral –aunque él se piense
amoral-… le ha sobrepasado su circunstancia y carece de fuerza para salvarla,
como le pediría su interlocutor sobre la novela, don José Ortega y Gasset.
Otras
opciones ideológicas de los amigos de Hurtado tampoco conducen a solución
ninguna, porque llamar a la puerta equivocada, sea la nada o la
superficialidad, conducen irremisiblemente a las vidas fracasadas que Baroja
nos va mostrando entre idas y venidas, ¡tan propias de sus personajes!, entre
los más variados espacios –generalmente urbanos y situados en Madrid- de los
que él tenía cumplido conocimiento. Así Julio Aracil es otro desgraciado que
eligió una opción distinta, pero igualmente vacua que la de Hurtado, por
ejemplo. Sánchez el médico, Niní, su cuñada, doña Leonarda, su suegra, el
propio padre de Andrés, don Pedro o sus hermanos… y tantos ejemplos que se
pueden hallar en la novela. Todos ellos títeres a merced de una circunstancia
que ni puede la voluntad dominar ni la inteligencia tiene fuerza para
clarificar.
La
vida toda en la obra que Baroja nos muestra por el quehacer vital de Andrés
Hurtado es un puro obstáculo. El presente es horroroso. El futuro se muestra
obstruido, ocluido por un todo indescifrable que, además, poco importa, seguro,
para el desesperanzado, pues dará irremediablemente en el vacío, en la nada.
Me ha gustado mucho su artículo.Yo tuve este libro como uno de los que había que leer de manera obligada en el C.O.U. Desde luego que no es, en mi opinión, la novela más atractiva de Baroja.En mí opinión existen otras novelas más asequibles aunque no reúnen, ni de lejos, todo ese pensamiento del autor como en esta novela tan noventayochista. Para mí, es una novela paradigmática de Baroja, como si el resto de su obra se ramificase a partir de este tronco común, del tronco del "Árbol de la Ciencia". Le aconsejo un artículo publicado en el diario El Correo que lleva por título "Crisis de ayer y de siempre" en la que se extraen algunas ideas recogidas de Francisco Fuster a partir de la publicación de un libro suyo titulado "Baroja y España". Muy acertado el cuadro que adjunta de Hopper al pie del texto. Un saludo amigo.
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