Por
lo que Carr confiesa, el origen del libro y de la investigación que da lugar a
él está en una experiencia personal, fruto de un autoanálisis, examen personal…
Dice así:
En algún momento de 2007, un mar de dudas se deslizó por mi
infoparaíso. Empecé a ver que la red estaba ejerciendo una influencia mucho
mayor sobre mí que la que habla tenido mi viejo ordenador de mesa. No era sólo
que estuviera empleando tantísimo tiempo en mirar una pantalla de ordenador. No
era sólo que muchos de mis hábitos y rutinas estaban transformándose mientras
me acomodaba cada vez más a, y [me] hacía dependiente de, las páginas y
servicios de la Red. El modo mismo en que mi cerebro funcionaba parecía estar
cambiando. Fue entonces cuando empecé a preocuparme sobre mi incapacidad para
prestar atención a una sola cosa durante más de dos minutos. Al principio pensé
que el problema era un síntoma de degradación mental propia de la madurez. Pero
mi cerebro, comprendí, no estaba sólo disperso. Estaba hambriento. Exigía ser
alimentado de la manera en que lo alimentaba la Red, y cuanto más comía, más
hambre tenía. Incluso cuando estaba alejado de mi ordenador, sentía ansias de
mirar mi correo, hacer clic en vínculos, googlear.
Quería estar conectado. Al igual que Microsoft Word me había convertido en un
procesador de textos de carne y hueso, Internet, me daba cuenta, estaba
convirtiéndome en algo parecido a una máquina de procesamiento de datos de alta
velocidad, un HAL humano.
Echaba
de menos mi viejo cerebro.
Esta
es la segunda entrada que hago referida a esta obra. En la primera (http://antoniojosealcalavique.blogspot.com.es/2014/10/alucinante.html) di cuenta de
cómo la lectura apenas existe para quienes de continuo –me incluyo- viajamos
por la Red. Los datos eran demoledores con un final trágico. A la pregunta qué
leen en la Red quienes la visitan, Nielsen contestaba sencillamente: “No leen”.
(No obstante por si les sirve el dato, en una clase de 34 alumnos de 1º de
bachillerato, al preguntarles si alguno estaba leyendo algo: solo un alumno
levantó la mano. Es decir: nada también).
Tengo fama entre quienes me
conocen de crédulo. ¿Por qué van a querer engañarme quienes me rodean, si yo ni
engaño ni miento?, me pregunto y me digo. No me caí del guindo la semana pasada
y me consta que son algunos quienes por egoísmo, codicia, soberbia… me quieren
engañar. Son ellos quienes se caen de la confianza donde los subió mi aprecio.
Supongo que es la historia de la Humanidad desde el asunto de la manzana a esta
a parte, la serpiente, Caín y su ralea, etc.
Me
preguntaba, sin embargo, no sin cierto asombro ante mí mismo mientras iba
avanzando en la lectura de esta obra –que deseaba leer desde hacía mucho
tiempo-, si no querría mentir su autor por motivos oscuros… No tengo ningún dato,
ojo. Antes al contrario, es tal la cantidad de información que este autor da el
lector, tan convincente, tan bien razonada… que, a mí, me ha admirado. Cierto
es que la exposición es muy al estilo
yanqui, sea escrito con reparos: exposición sucinta de alguna investigación
(nombre del investigador, brevemente cómo se realizó el trabajo, lugar de la
publicación: revista u obra) y exposición de consecuencias y deducciones del
autor, para enlazar con otro nuevo planteamiento en la línea del tema
desarrollado y vuelta al mismo proceso descrito.
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