3 de noviembre de 2014

¿QUÉ ESTÁ HACIENDO INTERNET CON NUESTRAS MENTES? SUPERFICIALES





         Por lo que Carr confiesa, el origen del libro y de la investigación que da lugar a él está en una experiencia personal, fruto de un autoanálisis, examen personal… Dice así:

          En algún momento de 2007, un mar de dudas se deslizó por mi infoparaíso. Empecé a ver que la red estaba ejerciendo una influencia mucho mayor sobre mí que la que habla tenido mi viejo ordenador de mesa. No era sólo que estuviera empleando tantísimo tiempo en mirar una pantalla de ordenador. No era sólo que muchos de mis hábitos y rutinas estaban transformándose mientras me acomodaba cada vez más a, y [me] hacía dependiente de, las páginas y servicios de la Red. El modo mismo en que mi cerebro funcionaba parecía estar cambiando. Fue entonces cuando empecé a preocuparme sobre mi incapacidad para prestar atención a una sola cosa durante más de dos minutos. Al principio pensé que el problema era un síntoma de degradación mental propia de la madurez. Pero mi cerebro, comprendí, no estaba sólo disperso. Estaba hambriento. Exigía ser alimentado de la manera en que lo alimentaba la Red, y cuanto más comía, más hambre tenía. Incluso cuando estaba alejado de mi ordenador, sentía ansias de mirar mi correo, hacer clic en vínculos, googlear. Quería estar conectado. Al igual que Microsoft Word me había convertido en un procesador de textos de carne y hueso, Internet, me daba cuenta, estaba convirtiéndome en algo parecido a una máquina de procesamiento de datos de alta velocidad, un HAL humano.
          Echaba de menos mi viejo cerebro.

         Esta es la segunda entrada que hago referida a esta obra. En la primera (http://antoniojosealcalavique.blogspot.com.es/2014/10/alucinante.html) di cuenta de cómo la lectura apenas existe para quienes de continuo –me incluyo- viajamos por la Red. Los datos eran demoledores con un final trágico. A la pregunta qué leen en la Red quienes la visitan, Nielsen contestaba sencillamente: “No leen”. (No obstante por si les sirve el dato, en una clase de 34 alumnos de 1º de bachillerato, al preguntarles si alguno estaba leyendo algo: solo un alumno levantó la mano. Es decir: nada también).
         Tengo fama entre quienes me conocen de crédulo. ¿Por qué van a querer engañarme quienes me rodean, si yo ni engaño ni miento?, me pregunto y me digo. No me caí del guindo la semana pasada y me consta que son algunos quienes por egoísmo, codicia, soberbia… me quieren engañar. Son ellos quienes se caen de la confianza donde los subió mi aprecio. Supongo que es la historia de la Humanidad desde el asunto de la manzana a esta a parte, la serpiente, Caín y su ralea, etc.
         Me preguntaba, sin embargo, no sin cierto asombro ante mí mismo mientras iba avanzando en la lectura de esta obra –que deseaba leer desde hacía mucho tiempo-, si no querría mentir su autor por motivos oscuros… No tengo ningún dato, ojo. Antes al contrario, es tal la cantidad de información que este autor da el lector, tan convincente, tan bien razonada… que, a mí, me ha admirado. Cierto es que la exposición es muy al estilo yanqui, sea escrito con reparos: exposición sucinta de alguna investigación (nombre del investigador, brevemente cómo se realizó el trabajo, lugar de la publicación: revista u obra) y exposición de consecuencias y deducciones del autor, para enlazar con otro nuevo planteamiento en la línea del tema desarrollado y vuelta al mismo proceso descrito.

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