18 de noviembre de 2014

CHARLIE-SALIDA-46- LOS LIBROS QUE ELEGIMOS PARA LEER


  

         Queridos charlie y Bernardo:

         Hace unos meses propuse una posible reflexión a Herr Goldmundo, que no cuajó. No logré yo exponerlo con claridad y él escribió una explicación, en este blog está, sobre lo que tú abordas en una de tus entradas, Bernardo: http://lamaniadeleer.com/2014/10/13/por-que-lee-menos-libros/.
         Es curioso que en tantas realidades, una y otra vez, volvamos sobre los pasos ya andados. Repensamos planteamientos, dudas, problemas… a los que no se les dio solución cabal (quizá sencillamente no la tienen). Nos movemos entre crispadas pretensiones de certezas, pero no damos con la verdad, con la solución… Vamos tirando con las soluciones y los remedios… de Fierabrás, pero de vez en cuando se nos alteran las neuronas y saltan de nuevo a los caminos, como la liebre del barro al carril expedito, y corren delante de nosotros mostrándonos sus rabos entre negros y blancos y con un desafío claro en el “¡No me pillas!”. No, no te pillo.
         ¿Cómo seleccionar los libros que leemos? ¿Cómo vamos leyendo los libros quienes los leemos? Volvemos al canon, a la lista de Moore (todavía la tengo, Bernardo); las listas que me hacía con don Alfonso Sancho Sáenz; las listas que me hacía en mis notillas y cuadernillos…; volvemos a Bloom… ¿Qué leo y en qué orden? Creo, me temo, que esto presupone que hay una lista –ideal, ineludible, modélica, imprescindible- de libros que toda persona culta –y nosotros creemos serlo, queremos serlo- DEBE LEER…, y a lo peor no existe sencillamente.
         Hacemos la lista. La sopesamos. Vamos adquiriendo libros. Nos los mandan, los recogemos en la librería, nos llegan… Se acumulan en las baldas de inmediata lectura… y a esos libros de la primera tanda, se le suma una segunda, porque no dio tiempo a atender la primera al mismo ritmo que acrece. Ellos llegan a más velocidad de la que leemos. “No alargues nunca más la mano que la manga…”, “No te llenes el ojo, que antes se llena el estómago”, “Antes se llena el estómago que el ojo”, “Más cabe en el ojo que en la tripa”; mas ¿cómo dejar de comprar este libro y aquel y esotro y ese y…? ¡Casi todos resultan tan imprescindibles, tan apetecibles…! Se van leyendo los libros más recientes de la balda y los que quedaron en segunda fila, pasan a su lugar en las baldas definitivas y “a su lugar de descanso”… de donde algún día, a veces, son recuperados… ¡algunos tras años de espera y por casualidad! (¿por qué no habré leído este libro antes?, te preguntas, charlie. “Con lo bien que lo he pasado, lo interesante que es…”). Reciben las baldas repletas de libros miradas ansiosas, angustiosas. Te lo dije y me miraste con cierto asombro que expresaba incomprensión: “Tengo en casa más libros de lo que podré leer en lo que me queda de vida, de seguir la vida… como la vida viene de unos años a esta parte”. Me miraste para decir por último, “¿Entonces?”. Sí, ese es el problema: Entonces ¿para que sigo adquiriendo libros…? Creo que porque la ilusión –esa loca irracional- me arrastra. “¿No será afán de consumo?”. Es posible. ¿Horror vacui? Es posible.
         Mi último libro recibido ya está en el atril. Desde detrás de la balda de lectura inmediata hay libros, como el que me regalaste, Bernardo, sobre Goethe: lo quiero leer, pero seguimos en el aún no. Me miran Magris, Marina, Plotino, Max Scheler, Hadot… Tres flamantes ediciones de El Lazarillo, El buscón y La Celestina, y el recién llegado sobre don Francisco de Quevedo se acomoda y arrellana con sus mil páginas mal contadas… entre mis lecturas inmediatas.
         Ahora, charlie, vas… y lo cuentas. ¿Irracional? ¿Iluso planteamiento? ¿Necio? ¿Ansiedad, angustia, horror vacui…? Lo ignoro: tú mismo. ¡Qué cosas, Amanda!

         Tucho Castelo.

2 comentarios:

  1. a Don Quijote le pasaba algo parecido y el barbero y el cura intentaron meterle en cintura, o no??

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  2. Siempre hay personal disfrazado que, so capa de barberos o curas, laicistas o clericales, te quieren meter en la estrecha cintura del ancho de su embudo: hay que leer mucho y bueno para no dejarse pelar como los pollos en Utrera. Yendo camino de Huarte de San Juan me cruzo con dos señores del XVI, Antonio Possevino y Conrad Gesner, de quienes nada sabía, pero... ¡qué necesario saber! Y que tienen que ver con lo escrito en esta entrada... Un abrazo y siempre agradecido por tus comentarios.

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