24 de noviembre de 2014

MacIntyre, Alasdair, EDITH STEIN




         Podría pensarse que es muy español el principio que niega el pan y la sal a quienes piensan, actúan y son distintos… a nosotros. Falso. Al enemigo tampoco ni agua es principio universal humano de todos aquellos que ven enemigos en los demás o los consideran como tales.
         Llego a esta obra de Alasdair MacIntyre sobre Edith Stein cuando iba de camino e intentaba hablar con Husserl. Comparto con Marías, don Julián, en un escalón ínfimo con respecto a él, que fue un maestro, que la realidad de ser persona femenina aporta facetas enriquecedoras a la realidad. Fruto de esta idea me he acercado alguna vez a santa, monja, judía, filósofa, copatrona de Europa que murió en ese lugar tristísimamente conocido por su campo de concentración que es Auschwitz. Tenía 51 años. Nunca leí una obra suya completa, pero sí artículos de temas variados: sobre la decisión humana, la realidad de la mujer… que yo recuerde. Entiendo que su conversión y su vida ejemplar no levantaron sino el rencor contra la excelencia, que es trabajo esencial y actividad propia de los diminutos mentales y los intelectuales microscópicos.
         Afirma MacIntyre que Stein figura poco en los manuales de filosofía, en los diccionarios filosóficos y no se debe ciertamente a su escasa importancia ni a la falta de originalidad ni la irrelevancia de su pensamiento. ¿Cómo se le puede ocurrir a una judía convertirse al catolicismo, hacerse monja carmelita, habiendo sido discípula directísima, nada menos, que de Husserl? Sencillamente imperdonable. Lo dicho, pues.
         La obra encuadra el nacimiento del pensamiento de Stein en el contexto filosófico de una intelectualidad alemana dominada en las facultades por el neokantismo. Muy difícilmente una mujer y judía podría acceder a la habilitación que le diera pie a impartir clases. Stein, sin embargo, no renunció en ningún momento a intentarlo y, por supuesto, a pensar dentro de la escuela de Husserl, a innovar, cambiar o mejorar cuanto consideró pertinente y todo ello a la sombra de una figura –para mí, ¡cómo no!- absolutamente desconocida que fue Adolf Reinach quien, no sin cierta gracia, explica MacIntyre que, siendo discípulo señalado, mayor que Stein, del propio Husserl, ¡explicaba al propio maestro lo que este había escrito y dicho!
         Esta obra se ocupa y centra, como introducción a sus primeros años (1913-1922), en el estudio del itinerario inicial de Stein, desde una familia judía alemana, pasando por el escepticismo religioso, los estudios de filosofía, algunas de sus aportaciones a la escuela fenomenológica… hasta la conversión, que son momentos estudiados por MacIntyre a la sombra de los distintos encuentros de Stein con sus maestros, con sus compañeros y con la vida. Así fue capital para ella y en su formación y su pensamiento su servicio como enfermera voluntaria durante la primera guerra mundial.
         El estudio de tres conversiones con finales muy distintos en el capítulo 15 me parece excelente, como toda la obra, pues las síntesis de las corrientes de pensamiento dominante o dominado, el afán de Husserl contra el psicologismo reinante en determinados ambientes universitarios y de pensamiento, la importancia de Brentano en Husserl, me invita a quitarme una vez más el sombrero ante el profesor MacIntyre. Las conversiones que se estudian son las del citado Reinach, la de Franz Rosenzweig al judaísmo en 1913 y la de Gyorgy Lukács al bolcheviquismo en 1918.
    Entiendo que extenderme en las notas tomadas… sería perderme y alargar innecesariamente la entrada que desea invitar al lector a hacerse con el libro y disfrutarlo.

4 comentarios:

  1. ¿que cómo se le pudo ocurrir...?
    Todos tenemos una peculiar caída del caballo.

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    1. Algunos, al caerse y tirarse... se rompen la crisma; otros no quieren dejarse derribar (malos de convencer quienes no desean ser convencidos)... Creo que todo esto tiene mucho que ver con el amor a la verdad, con su cortejo, y con la práctica de la humildad, pero servidor... solo opina. Un abrazo.

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  2. Antonio, no he podido leer tu interesante artículo, porque mi ordenador tiene más trampas que la casa de un chino. Vamos a formatearlo.
    Un abrazo

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    1. Me sorprende tu comparación popular... Solo se la había oído a mi padre, la he repetido muchas veces, y ahora te la leo a ti. Mi padre la usaba en plural: "que las casas de chinos"... Pues cierra boquetes que casa con muchas puertas, mala es de guardar. Un abrazo.

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