16 de octubre de 2014

Urbina, Pedro Antonio, FILOCALÍA O AMOR A LA BELLEZA (I)





                                                                                In memoriam.

         Ya sé que llego tarde. Ya sé que Pedro Antonio Urbina murió un día caluroso de julio, el 31, de 2008. El problema es que uno llega cuando puede, cuando le dejan. Pretende la relectura de este libro ser un homenaje mínimo a quien tuvo la delicadeza de atender y tenerme como amigo durante años.  Después la vida, luego, nos llevó por otros derroteros y nuestros senderos bifurcados nos llevaron a distinto compás. Ofrecido va por él con cariño...



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         Pedro Antonio Urbina, su apelativo familiar PAU, la santa paciencia tuvo de recibir mis cartas de aspirante y meritorio en el oficio de escritor durante años. Me dio norte de él Julio Montero Díaz, que hizo de puente. Era entonces yo un muchacho aplicado a la lectura, un ferviente lector…, un tanto grafomaníaco, que quería escribir novelas. “Aún no tienes edad”, me vino a decir Alfonso Sancho Sáenz, y tenía razón. PAU me animaba con los cuentos breves, con cuentos que presentaba mecanografiados a los premios donde pudieran encajar. Él me corrigió alguno. Eran mis cuentos azorinianos, de una morosidad en el decurso de la narración en que parecía detenerse el tiempo –vivir es ver volver-. Me gustaba por entonces la sorpresa, lo ingenioso… que muchas veces se resolvía en lo más ordinario e intrascendente (para ingenio ya leía yo frenético a RAMÓN). Pedro Antonio me corrigió algunos de aquellos cuentos que yo escribía a mano, con tinta verde…, es unos folios de calidad infame, que compraba en Granada, no recuerdo si al peso. Paciente Pedro Antonio. Con los padres y los maestros siempre es uno deudor insolvente, pues no se puede dar la vida a quien te la dio, ni enseñar lo que se te enseñó. Doy desde aquí las gracias a Pedro Antonio Urbina que, seguro, alcanzó y está en y con la Belleza.



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         Creo que Pedro Antonio no escribió para la inmensa mayoría ni tampoco creo que eso le preocupara en exceso. Hizo lo que tenía que hacer, lo que creyó que tenía que hacer. Su hacer, que fue su obrar, era llevar a cuantos quisieran ir con él a la Belleza por medio de sus obras escritas, de su vida. Era Pedro Antonio Urbina un apasionado del amor a los hombres y, por tanto, de su obra escrita y de aquellas obras que él tanto admiró. Obras de todo tipo, pues Pedro Antonio era un buen conocedor del cine, de la pintura… Leía yo sus críticas de cine en una revista por título RESEÑA, a la que me suscribí y de la que aún conservo los ejemplares. Hombre de una singular sensibilidad no ante el arte en particular, sino ante lo que la vida tiene de la Vida y la Belleza, ante el Ser y, por ende, ante la obra de arte. Entiendo que sobrellevó la marginación de su obra porque padeció el sufrimiento ante la presencia del Mal que es siempre rechazable, feo, horripilante…, pero que algunos visten de seda y brillos (Erasmo lo cita, y me lo enseñó mi madre), donde los bobos y los papanatas, ¡y los malos! (hay personas malas, ojo), acuden como las moscas a la...

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