Reconozco mi admiración ante los ensayistas, científicos,
estudiosos y divulgadores de los Estados Unidos. Me parecen personas de una
eficiencia y una eficacia para estudiar, constatable, reconocible y reconocida.
Son capaces de escribir un ensayo rápido y de extensión, digamos, suficiente,
de fácil lectura, de escasa hondura, tras estudios ingeniosos de campo o
laboratorio, a veces costosos, en colaboración con colegas de apellidos ajenos
al origen troncal común de su lengua inglesa, profesores importantísimos de
universidades de las que solo ellos saben o conocidas a rabiar, donde agradecen
-casi siempre al comienzo de la obra- la colaboración a una incontable cantidad
de personal y las facilidades aportadas por no sé cuántas instituciones
públicas y privadas que apoquinaron parte
de los gastos, el tiempo de residencia en no sé que universidades,
departamentos y etcétera y etcétera. ¡Jauja! Todo ello se concentra en una obra
donde, por ejemplo, nos explican cómo funciona un destornillador, para qué
sirve, cómo lo podríamos usar en el hogar, cómo lo usan los chicanos de la
frontera sur, cómo la Hermandad Nacional India del Canadá, cómo lo hacen
los universitarios medios de los campus medios de las universidades medias del
medio oeste… y después de ciento cincuenta páginas –no más de doscientas- con
una frescura que hipnotiza, con una soltura envidiable, concluyen que la
mayoría de todos ellos, tras los muchos estudios realizados, usan los
destornilladores para tres actividades básicas: una, para atornillar tornillos
cuyas ranuras se corresponden en su cabeza con la llamada boca de la
herramienta denominada destornillador; dos, para desatornillar tornillos cuyas
ranuras se corresponden en su cabeza con la llamada boca de la herramienta
denominada destornillador; y tres, y última, si bien en tantos por cierto que
no siempre son significativos desde el punto de vista estadístico, para
limpiarse las uñas. Y todo ello, ya digo, como quien silva. Eso sí: póngasele
un título y una portada atractivos al artefacto. Admirable…
Sin duda el párrafo anterior tiene algo de base verídica y
gran parte de todo ello de hipérbole. Una exageración. Y lo escrito lo hago no
sin cierto enfado y defraudado.
Quienes me conocen y siguen algo este blog saben de mi
acendrada atracción por la verdad y la virtud de la sinceridad. La verdad,
pienso muy firmemente, nos hace libres. Sé que la virtud principal es la
prudencia, pero a ver, no siempre a uno le atrae la chica más guapa del grupo,
sino esa otra pecosilla y pequeña o esa alta rubia de aspecto… Son
inclinaciones no fáciles siempre de explicar.
Hace un par de meses quizá, en realidad, olvidé exactamente
cuándo, me topé con el título de un libro que me resultó simpático: Por qué mentimos… en particular a nosotros
mismos. Me resistí a comprarlo, pero en esta faceta de la adquisición de
libros me ocurre lo que aquel decía: suele
ser tanta la insistencia y tan poca la resistencia… que terminé haciéndome
con él. No leí ni he leído nada del libro y de su autor no lo he hecho con más
detalle hasta que he terminado la lectura de la obra.
Empecé a leer la obra y comprobé que de forma más o menos exacta
su contenido y redacción se correspondía con lo que en este primer párrafo
expongo. Digamos que las experiencias vitales de muchos eran constatadas por el
profesor Ariely y sus muchos y variados colegas, tras realizar innumerables e
ingeniosas investigaciones en diversos centros, con diversas personas, etc. En
general se comprobaba que lo que el sentido común dicta, se aproxima en general
a lo que sus investigaciones decían, salvo en algunas experiencias donde parece
que se producían ciertas desviaciones de la media, lo previsible, etc.
Nadie tiemble ante la lectura de este libro por no ser un
experto sociólogo, ni haber cursado con especial aprovechamiento la asignatura
de estadística: innecesarios esos viajes para vestir este sayo. Con un poquito de leer, con no excesiva
atención, Ariely desgrana sus investigaciones y uno va pasando un rato amable. Así
de amable iba mi rato que incluso, a mitad de la lectura del texto en alguna
oportunidad, lo aconsejé a algunos colegas, como la obra que era, como
divertimento, como constatación insisto de lo que la experiencia nos tiene
enseñado. Ya lo siento.
Continúa…
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