2 de abril de 2013

Apuleyo Mendoza, Plinio: EL OLOR DE LA GUAYABA








      Cuando ignoras el camino, es magnífico tener quien te guíe. En cuanto se refiere a la Literatura del otro lado del charco tengo a Ángel Esteban que es catedrático de esta en la Facultad de Granada donde estudiamos: bien es verdad que unos más que otros. Cuando le pregunté qué leer para ayudar a los alumnos con Crónica de una muerte anunciada, me mandó a Plinio Apuleyo Mendoza y a su obra El olor de la guayaba.
         Alguna vez dije y quizá escribí que mi relación con García Márquez fue tangencial y tardía. No recuerdo que lo estudiara en la Facultad, donde Álvaro Salvador oficiaba. Lo que leí del colombiano lo hice por mi cuenta y por mi riesgo. Aún tengo en casa el García Márquez de Peter Earle, de Taurus, en su colección El escritor y la crítica que tanto me ayudó a conocer a muchos autores, desde Quevedo a Baroja, pasando por Machado, Lorca, Cortázar… ¡todos ellos aún en la biblioteca de casa!
         En la portada de El olor de la guayaba se lee que la obra nació en 1982 de prolongadas conversaciones entre Plinio Apuleyo Mendoza, escritor y periodista colombiano, y su viejo amigo Gabriel García Márquez. Recuerdos de infancia y de juventud, evocaciones de imágenes y olores del Caribe, relaciones con sus amigos anónimos y famosos, literatura y creación, política y compromiso... Quien las quiera buscar encontrará aquí las llaves que abren algunas de las puertas del universo de Gabriel García Márquez.
         Cierto que todo ello está ahí en esa obra que ahora acabo, pero no es, ni mucho menos, lo que yo deseaba para unos alumnos de 2º de Bachillerato que requieren de un material escolar, organizado, estructurado, clarificado, etcétera, pero ya que fuimos…
         Me sigue asombrando el rigorismo con que G. M. persigue su irracionalidad. Hace unos listados de palabras, de tipos de personas, de realidades… que tienen “pava”, es decir, que traen el mal fario, que te buscan la ruina con solo mentarlas, ponértelas, acercarte… y así afirma que el 13 trae buena suerte, y como los yanquis lo saben, se lo guardan para ellos (?). Como escribía Polo: una auténtica mitología, es decir, un hierro de madera. Descartes mete en su cuadrícula racionalista una selección de brujas de su barrio para casarlas con los fantasmas. Es lógico, viene a decir: quien no tiene a Dios, quien no cree en Dios, cree en la superstición, a la que le da una entidad que me produce risa. Su adhesión da yuyu.
         De todo hablan G. M. y Plinio Apuleyo. De sus amigos: Mitterrand, Fidel Castro, Torrijos, Felipe González… De las mujeres que pasaron o pasan por su vida y con solo una se queda, con la Gaba, su mujer de quien habla en Crónica de una muerte anunciada. Confiesa ahí, en su Crónica de una muerte, que: “Muchos sabían que en la inconsciencia de la parranda le propuse a Mercedes Barcha que se casara conmigo, cuando apenas había terminado la escuela primaria, tal como ella misma me lo recordó cuando nos casamos catorce años después”. Hablan de sus hijos varones, de las rosas amarillas que debe haber en su casa y en su mesa de trabajo para que la prosa y la historia fluyan… De sus inicios y el premio Nobel que aún no había llegado.
         Creo que a lo largo de estos años, tras haber leído muchos artículos tanto suyos como de otros, lo sabía todo cuanto aquí se cuenta. Quizá, es cierto, no reparé suficientemente en todo ese mundo de irracionalidad y la férvida fe adhesiva que tiene el escritor a él. Viene a confesar que se mueve casi exclusivamente por intuiciones y se me hace increíble, pues esto más lo aproxima al instinto que todos los animales tenemos que a la racionalidad que casi todos los humanos disfrutamos.
         Me gustó sobremanera algo que le escuché de viva voz y que aquí no se recoge. Cuando habla de sus curiosos afanes políticos (no sometidos, entiendo, tampoco a mucha racionalidad), viene a decir que el más revolucionario de los actos es el trabajo bien hecho. Cierto que estoy de acuerdo con él. Ignoro si es el más revolucionario de los actos, pero sí entre los más revolucionarios, sin duda, se halla esa realidad, lástima que la idea no sea original, pero no importa: no por repetirlo de otros que lo dijeron antes deja de ser verdad… y decir la verdad es otro acto de revolucionario magno.
         Lean si pueden a Gabo y disfruten de su prosa y su mundo… el Caribe.

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