Hace
ya más de una semana que terminé de leer un libro excelente y extenso. Las dos
realidades no siempre se aúnan. Cuando es lo segundo sin lo primero, la lectura
se hace impracticable, árida; con esto, con perdón, nada aporto (pero quien la
lleva la entiende). Agradezco el esfuerzo de la autora por lo que cuenta y cómo
lo hace. La obra de Burdiel no es precisamente novedad del mes en las
librerías, se editó en 2010. Sigo el consejo del maestro: “lee lo que se quede
de pie”- y, además, la crítica corroboró su calidad premiándolo en el año en
que se publicó. No conocía a la autora de nada, y sí que había leído ya alguna
biografía sobre Isabel II (por cierto: hace unos días, Germán Rueda, profesor
de Contemporánea y especialista en el XIX, ha publicado Isabel II. En el trono (1830-1868) y en el exilio (1868-1904), libro que ya,
sinceramente, me viene a trasmano).
La obra de la profesora Burdiel es una
biografía que no abunda en detalles nimios y parasitarios, morbosísimos en este
caso, podrían ser, sobre la catadura personal, moral, etc. de doña Isabel II.
Es obra que contextualiza perfectamente todo su tiempo, que busca explicación a
sus decisiones –difícil tarea dada la veleidad de la señora- y lo hace siempre
desde la documentación fehaciente. No es Burdiel, los hay, abusona y arbitraria
con los adjetivos que dan colorido a sus afirmaciones o a sus opiniones, sino
que se contiene y sujeta a la sobriedad de los hechos. Cuando no puede
documentar suficientemente algo, lo confiesa explicita y, en estos casos, hace
hipótesis, baraja posibilidades, analiza contextos…, pero no da por sentado; se
le agradece.
La obra de Burdiel fue elegida mejor
biografía del año 2011. Dos después, hace unos días, como escribí arriba, sale
a la luz la del profesor Rueda… Creo recordar -según le oí- que éste ha
dedicado a su biografía, un ratico con otro, un buen puñado de años de
investigación; otro tanto, estoy seguro, hizo la profesora Burdiel, pero me
pregunto ¿por qué este afán en el reinado de Isabel II? Sin duda se debe a que su
caprichoso reinado llena gran parte del siglo XIX y, entiendo, se halla en una
encrucijada política que ya se había resuelto en otras naciones con más
soltura, garbo y majestad y con menos sangre que entre nosotros. No así entre
españoles, Dios nos libre, querido amigo: ¡faltaría más que solucionáramos
nosotros los problemas hablando!
Isabel II, aventuro, lineará con su
vida -¿mala vida?-, con sus obras -¿sus omisiones?- las bases de lo que van a
ser los reinados de su hijo Alfonso XII y de su nieto Alfonso XIII. Isabel II
trazó un surco sesgado y equívoco, forjó su ventura y por ella discurrieron sus
sucesores y las desgracias de los españoles. Me
sigo preguntando: ¿De dónde parte el fiasco de la vida de esta mujer, de su
reinado, de su familia? Creo que arranca –quitaría el creo y pondría aseguro-
de su falta de educación o lo que es lo mismo: de su mala educación, su
carencia de esta y añado: y la poca que tuvo, pésima. El capricho, por lo que
deduzco, marcará su vida en todos los ámbitos. Su pueril, casi enfermizo,
capricho, que no inocente, le devastó la vida. El capricho llevará la ruina a
su vida, a su casa y a los españoles. El capricho lo domina y mina todo: su
reinado y sus afanes de gobierno, sus amantes incontables, su modo de tratar a
las personas, a los políticos que trata, a quienes la rodean, su lujuria
exacerbada… pura veleidad caprichosa.
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