19 de febrero de 2013

Infiltrados



  
     En alguna oportunidad en este blog se ha comentado alguna película, aunque ha sido norma no hacerlo desde un plano tanto cinematográfico, de quien sabe, como desde la perspectiva de quien opina, del mero espectador que se sabe rebasado por lo que ve, pero es capaz de reflexionar y meditar lo que mira y vio.
    Si no me falla la memoria es la segunda vez que veía la película titulada Infiltrados. Lo cierto es que dentro de nula memoria para el nombre de los actores, los directores, los títulos de las películas –este lo he tenido que mirar en Internet- me resulta extraño que retenga el nombre de tres o cuatro actores -Leonardo Di Caprio, con Matt Damon, Jack Nicholson, Alec Baldwin- y del director -Martin Scorsese-. Esta película, como medio de diversión, es excelente, pero que va mucho más allá. Es una admirable película policiaca, con un inteligente suspense, con una violencia reclamada por la temática y una actuación de Nicholson en un papel que borda: hay escenas que me recuerdan al Nicholson de Alguien voló sobre el nido del cuco, que tantas veces vi y que siempre me resulta desternillante o a aquella otra en que hacía de un escritor pirado, extravagante y estrambótico que tenía un perro o algo así…, cuyo título olvidé, genial el tipo este.
         Me temo que hay etapas en la vida en las que uno, por mil  circunstancias, está menos receptivo, menos capacitado para recibir mensajes, para reflexionar sobre la realidad, para comprenderla, etc. En una de esas etapas de mi vida vi por primera vez la película de Scorsese de la que escribo… Sólo recordaba al volverla a ver que había un infiltrado en una banda de mafiosos irlandeses y otro infiltrado de esa misma banda en la policía. Matt Damon y Di Caprio son los jóvenes policías, el traidor y el leal, que tienen los papeles cruzados de infiltrados en un bando y otro.
         La película es literalmente admirable, insisto. Quiero recordar que alguien escribió -¿Emilio Orozco, Gallego Morell?- que en el Barroco nada es lo que parece y bien puede resultar que lo que parece no lo sea. Algo así, se me ocurre sucede en esta película. Quien a los ojos de todos es el bueno, resulta ser el malo y Di Caprio, el poli infiltrado en el campo mafioso, es un traidor que no deja de levantar sospechas entre los mismos mafiosos, aunque el hombre se está dejando literalmente la vida para alcanzar la pruebas que permitan guardar a rufián irlandés mafioso que es un pseudo demenciado Nicholson… El taimado jefe de los criminales -que tiene la viveza y la inteligencia de quien se crió a la intemperie y bajo todas las amenazas- comenta más o menos que: quien tiene una pistola o está con la policía o está con los delincuentes, igual da al final, el resultado será el mismo, la terminará usando. Algo así parece que sucede cuando queremos averiguar quién es el traidor, pues los traidores se convierten en traicionados, su deslealtad o lealtad parecen ser relativas, si bien, Scorsese quiere salvar la dignidad del poli bueno, Di Caprio, que se mantiene incólume en su fidelidad al bien, a la ley, etc., mientras el traidor-malo, Matt Damon, al final, solo será fiel a sus propios intereses.
         No caí en la cuenta en la primera vez que vi Infiltrados de la importancia que tiene en toda ella la verdad y la mentira. En realidad, creo, de lo que se habla en la película es justo de ella, de la mentira. La mentira reina por doquier (Todos mienten, que escribió Soledad Puértolas). Da igual, quizá alguien piense que unos mienten más que otros, tanto da: todos mienten. El fin, muy en consonancia con la postmodernidad que padecemos, justifica los medios y entre los medios eficaces y eficientes de esta sociedad, sal necesaria de todo plato, la mentira (ya les contaré: una cierta cantidad de mentira, que diría mi conciencia. No se olviden de Dan Ariely, Por qué mentimos…, que ahora trabajo).
         La psicóloga miente y traiciona a su novio, Matt Damon, con quien se está yendo a vivir al mismo tiempo que lo engaña con Di Caprio, que pasa por ser su enfermo. Ella incluso está embarazada…, dice amar a Damon… (Ojo: ¿cómo sabe que está embarazada de su novio y no de di Caprio pues ambos amantes se cobijan bajo sus mantas?). La misma psicóloga le habla a su enfermo, después amante, de esas pequeñas mentiras que, según la psicóloga, ayudan a que la vida siga: son mentiras piadosas. Esas mentiras que así calificadas pierden fuelle y, sin llegar a ser verdades, parece que hacen menos daño. Ya habló de ellas Platón, Kant escribió un librito sobre ellas y que tanto rechazo y bascas me producen.
         La verdad indubitable de cuanto se ve en la película es, sin duda, que esta, por ella misma, merece la pena ser disfrutada.

2 comentarios:

  1. De verla en cine a verla en la tele la semana pasada, creo, me desencantó un tanto pero me sigue pareciendo una muy buena peli. Destaco el montaje paralelo hasta dar con la consecución de ser polis los dos protagonistas.

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  2. Gran peli, indudablemente y tu comentario genial, as always

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