14 de enero de 2013

LOS GIRASOLES CIEGOS: una lectura (I)



         Antes de nada, QUIERO decir que la lectura de esta obra fue por exigencias del guión profesional de quien escribe: motivos de obligación profesional. Sinceramente no me venía bien su lectura y tampoco mi interés por ella era excesivo. Quienes deseen hallar estudios escolares sobre Los girasoles, la red rebosa de excelentes profesores que los han hecho para que, en Andalucía, sus alumnos de 2º de Bachillerato se enfrenten a un posible comentario en caso de salirles un texto de Los girasoles en la Selectividad.

         He estado también tentado a hacer una crítica más detallada y ordenada con finalidad didáctica, pero no me vaga, que dicen algunos campesinos de mi pueblo: ni tengo tiempo, ni me lo merece, ni me resulta amable. No haré una faena de aliño, pero sí que voy a escribir sin más orden una opinión –nada respetable, si se desea- escrita a partir de mis muchísimas notas tomadas y mis reflexiones.

         Empezaré justificando por qué no tenía interés en la obra y me cargaba de desconfianza ante su lectura. Hace muchísimos años, cuando Luis Landero publicó Juegos de la edad tardía, entiendo que por razones de amistad con quien coordinaba entonces la Selectividad en la Universidad de Jaén, se impuso esta obra como lectura obligatoria para los alumnos. Y me desagradó el lance.

         Primero, era autor que por esta novela tenía más premios que obra;

         Segundo: las críticas positivas que había leído siempre venían desde el mismo lado ideológico;

         Tercero: siguiendo el dictado de mi maestro, Alfonso Sancho Sáenz, desconfiaba de todo aquello que no estuviera de pie… durante años, es decir: una obra, recién publicada, por un autor desconocido, alabado por una crítica muy concreta, para alumnos de último curso de instituto… me olía mal.

         Leída y detalladamente comentada, tuvimos la fortuna de que Luis Landero en carne mortal, entonces profesor de instituto, viniera a darnos una conferencia en la entonces Escuela de Magisterio de Jaén, a la que asistí devoto con mis alumnos. Recuerdo que el autor coincidió conmigo, entre otros muchos detalles, en que le sobraban páginas a su novela. Desde entonces casi le perdí la pista a Landero y a su obra y no sé qué fue de él. Supe que publicó Caballeros de fortuna, que no llegué a leer y que resultó decepcionante para la crítica, eso sí lo recuerdo. Visito la Wikipedia y averiguo, primero, que está jubilado y, segundo, que mi memoria aún funciona.

         Sirva lo hasta aquí escrito como introducción a Los girasoles ciegos en la que se cumple todo lo anterior, con la salvedad de que Landero, gracias a Dios aún está vivo, y Alberto Méndez, por desgracia, falleció en el 2004.
         Se atribuye a d’Ors, Xenius, la anécdota del joven que deseaba descorchar un cava excepcional de un modo novedoso y ante el posible fiasco, don Eugenio, casi siempre brillante, y en este caso temiendo lo peor, le dijo al joven aquello de “Muchacho, los experimentos con gaseosa”. Pues otro tanto diría yo a mis colegas, sean quienes sean, que para alumnos de bachillerato, que no leen, que ignoran qué sea la Literatura española, en su conjunto, y la del siglo XX en particular, más les valdría leer una obra de un autor consolidado, que esté de pie, que se haya quedado de pie… que no andar con experimentos de urgencia. ¿Quién leyó últimamente Juegos de la edad tardía, por poner un poner, o La saga/fuga de JB de Torrente? Pues eso.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por tu corrección, que obra de misericorida espiritual es enseñar a quien no sabe, como es mi caso. Preparo una larga entrada sobre los llamados infinitivos viudos, pero estoy investigando el asunto. Ya te cuento. Ya me ayudáis. Un abrazo, don Sergio.

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