Antes de nada, QUIERO decir que la lectura de esta
obra fue por exigencias del guión profesional de quien escribe: motivos de
obligación profesional. Sinceramente no me venía bien su lectura y tampoco mi
interés por ella era excesivo. Quienes deseen hallar estudios escolares sobre Los girasoles, la red rebosa de
excelentes profesores que los han hecho para que, en Andalucía, sus alumnos de
2º de Bachillerato se enfrenten a un posible comentario en caso de salirles un
texto de Los girasoles en la
Selectividad.
He
estado también tentado a hacer una crítica más detallada y ordenada con
finalidad didáctica, pero no me vaga, que
dicen algunos campesinos de mi pueblo: ni tengo tiempo, ni me lo merece, ni me
resulta amable. No haré una faena de aliño, pero sí que voy a escribir sin más
orden una opinión –nada respetable, si se desea- escrita a partir de mis
muchísimas notas tomadas y mis reflexiones.
Empezaré
justificando por qué no tenía interés en la obra y me cargaba de desconfianza
ante su lectura. Hace muchísimos años, cuando Luis Landero publicó Juegos de la edad tardía, entiendo que por
razones de amistad con quien coordinaba entonces la Selectividad en la
Universidad de Jaén, se impuso esta obra como lectura obligatoria para los
alumnos. Y me desagradó el lance.
Primero,
era autor que por esta novela tenía más premios que obra;
Segundo:
las críticas positivas que había leído siempre venían desde el mismo lado
ideológico;
Tercero:
siguiendo el dictado de mi maestro, Alfonso Sancho Sáenz, desconfiaba de todo aquello que no estuviera de pie… durante años, es decir: una obra, recién
publicada, por un autor desconocido, alabado por una crítica muy concreta, para
alumnos de último curso de instituto… me olía mal.
Leída
y detalladamente comentada, tuvimos la fortuna de que Luis Landero en carne
mortal, entonces profesor de instituto, viniera a darnos una conferencia en la
entonces Escuela de Magisterio de Jaén, a la que asistí devoto con mis alumnos.
Recuerdo que el autor coincidió conmigo, entre otros muchos detalles, en que le
sobraban páginas a su novela. Desde entonces casi le perdí la pista a Landero y
a su obra y no sé qué fue de él. Supe que publicó Caballeros de fortuna, que no llegué a leer y que resultó
decepcionante para la crítica, eso sí lo recuerdo. Visito la Wikipedia y
averiguo, primero, que está jubilado y, segundo, que mi memoria aún funciona.
Sirva
lo hasta aquí escrito como introducción a Los
girasoles ciegos en la que se cumple todo lo anterior, con la salvedad de
que Landero, gracias a Dios aún está vivo, y Alberto Méndez, por desgracia,
falleció en el 2004.
Se atribuye a d’Ors, Xenius, la
anécdota del joven que deseaba descorchar un cava excepcional de un modo
novedoso y ante el posible fiasco, don Eugenio, casi siempre brillante, y en
este caso temiendo lo peor, le dijo al joven aquello de “Muchacho, los
experimentos con gaseosa”. Pues otro tanto diría yo a mis colegas, sean quienes
sean, que para alumnos de bachillerato, que no leen, que ignoran qué sea la
Literatura española, en su conjunto, y la del siglo XX en particular, más les
valdría leer una obra de un autor consolidado, que esté de pie, que se haya
quedado de pie… que no andar con experimentos de urgencia. ¿Quién leyó
últimamente Juegos de la edad tardía,
por poner un poner, o La saga/fuga de JB
de Torrente? Pues eso.
me encanta esa negrita!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu corrección, que obra de misericorida espiritual es enseñar a quien no sabe, como es mi caso. Preparo una larga entrada sobre los llamados infinitivos viudos, pero estoy investigando el asunto. Ya te cuento. Ya me ayudáis. Un abrazo, don Sergio.
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