20 de enero de 2013

LOS GIRASOLES CIEGOS: entre los MALOS, los curas, los militares… (III)



         Los militares, los policías y los curas… son una tríada malnacida siempre en este tipo de novelas. Quiero recordar, si no me falla la memoria, que también hubo militares que no se alzaron en el golpe y los supongo cultos y no desvencijados, y trasnochados, y perezosos, y zafios, y crueles, y conniventes con el asesinato, etc. como lo son los militares que nos encontramos en el libro, especialmente en el cuento tercero donde Juan Senra (hombre también caritativo, culto, etc.) prisionero y desarmado por las fuerzas nacionales asiste a su propio juicio y nos detalla cómo se producían las sacas de personas de las cárceles madrileñas, lo que es desgraciadamente cierto, para matarlas en el paredón tras una justicia militar incolora, según Méndez.
         Ya que estamos con Senra (que no es un acrónimo como alguien me dijo, pues el apellido existe), y en el tema de los buenos y los malos, no deja de llamarme la atención la piadosa capa que cubre al imberbe y amable compañero de Senra, en la cárcel de los vencedores… por nombre -curiosa coincidencia- Eugenio Paz… (Eugenio: que significa el bien nacido), quien Participó en la guerra como quien juega, sólo para que no ganara el adversario, sin ideales, sin pensar en las razones de su toma de postura. Y, como en un juego, cumplió las reglas hasta el final, disparando como francotirador cuando las tropas de Franco entraron en Madrid llevándose por delante a todos los que se encontraban a su paso. Desde las azoteas de los edificios acosaba al ejército contrario con estratagemas de francotirador que mantuvieron en jaque a los vencedores hasta el tercer día de la Victoria (p. 71). La negrita es mía. Piadosa actividad en la que el niño mataba, ¡pero eso, por ser del bando que era, el autor lo cobija como quien juega!
         Me parecen terribles las distinciones que el pobre Méndez hace en su novela.
         Hay un artículo antiguo, de los años 70, que me pareció muy bueno, sobre los retratos inverosímiles de un viejo anticlerical de la cepa vieja como fue Baroja. El artículo lo leí en un libro recopilatorio (de editorial Taurus y la colección El escritor y la crítica: con los que disfruté muchísimo y de la que tengo las obras sobre Baroja, Quevedo, García Márquez, Juan Ramón, Antonio Machado…, ¡excelentes obras!). El título del artículo -¡lo escribo ya!: no desespere- Los curas en Baroja… Había otro artículo por ahí que hablaba de los curas en Galdós y creo que se podría hacer alguna tesis doctoral -¡sería ilustrativa, sin duda!- sobre las imágenes que se transmiten del sacerdocio entre determinados escritores anticlericales en España: lo anti es España es todo temperamento heriditario. Sin duda se podría meter en la selección el párrafo que copio de Los girasoles ciegos: Recuerdo que en una ocasión en la que estábamos todos reunidos en torno al poyete de la clínica dental que daba a la calle Ayala, pasó por delante el párroco de la iglesia de Covadonga, un ser casposo y sucio con un lobanillo en la frente y unos labios nacidos siempre húmedos que salpicaban saliva cuando predicaba tonante contra el pecado en la misa del domingo y acumulaba una espuma densa y blanca en las comisuras al bisbisear sus oraciones. Todos nosotros, siguiendo las enseñanzas que habíamos recibido en el colegio, nos precipitamos a besarle la mano que él, sin detenerse, dejaba lánguidamente a merced de nuestro obsequioso respeto. Todos menos Silvenín, que, cuando se recompuso el grupo, nos preguntó: «¿Creéis que los curas no se limpian el culo?». Esta faena descriptiva de cura, la firmaba Baroja sin dudarlo. Creo que no le falta detalle. Quizá haber mirado de soslayo el canalillo de una señora descuidadilla que cruzaba en ese momento y así…

2 comentarios:

  1. Coincido plenamente con sus críticas sobre esta novela (?) con la que mis alumnos pasan los higos de la Alcarria.

    Por cierto, que Méndez señala que la Iglesia de Covadonga no fue ni cerrada ni agredida durante los tres años de la Guerra. Añade un "milagrosamente" ¡Y tanto! Porque lo cierto es que ardió por los cuatros costados. Por lo demás la búsqueda de la fe de bautismo de los niños resulta completamente inverosímil, pero bueno si nos creemos el cuentecillo del garcilaso maqui sacando de culero a un recién nacido a lo loba de Rómulo y Remo entonces, podemos creer cualquier cosa.

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  2. La verdad no es realidad que se alcance a mano alzada, pero agrada saber que uno no anda solateras por esos campos del Señor, pensando que va más perdido que Pulgarcito. Gracias por leerme y, además, escribir un comentario. Muchas gracias.

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