22 de enero de 2013

LOS GIRASOLES CIEGOS (IV): más DERECHA contra IZQUIERDA



Manuel Machado, a la IZQUIERDA, Margarita Xirgú y nuestro Antonio, a la DERECHA.

         De hecho, y enlazo con lo anterior, el escrito que nos deja el seminarista, el hermano Salvador, no tiene desperdicio ninguno. Sencillamente es increíble. Como el propio autor escribe, todo se hace confuso en su narración, tendecioso, maniqueo y así: Tampoco entendíamos qué significaba todo aquello, pero como todo el lenguaje era hiperbólico. ¿Se puede escribir de forma tan pedante, tan fuera de lugar, tan absolutamente ridícula como supuestamente lo hace el hermano Salvador? (Ojo con el nombre). Creo sinceramente que la hipérbole hace inverosímil al tipo este, en una novela que quiere ser, entiendo, imagen de lo que se vio, se oyó… cargada de realidad. Cuando el hermano Salvador deja su convento: escribe a su padre, entiendo espiritual y confidente: Herido, Padre, en la llaga de mi orgullo y avergonzado al mismo tiempo por las obsesiones que estaban cuestionando mi vocación sacerdotal, pedí autorización en el colegio para abandonar momentáneamente el convento y el colegio. Con la ayuda que me proporcionó mi familia, me instalé en una pensión que regentaba una anciana devota de Santa Gema. Como el lector comprenderá el añadido de la devoción de la anciana a Santa Gema redondea su ridiculez; más adelante comento el estilo.

         En este infierno de los vencedores no se salva ni el hijo del coronel Eymar, que siendo un quitancolumnista en el Madrid cercado, es ajusticiado –en este caso, entiendo, con una justicia coloreada- porque era un asesino, un estraperlista que negociaba con la salud de los demás… y por malo, ¿por ser de derechas?, fue asesinado… ¿O lo fue porque lo merecía su conducta de sobra? Igual da. Por ser derechas es malo y como es malo hacía cosas malas y así… y por ello, justamente, es condenado a muerte. ¡Es la guerra, querido amigo!

         Así, pues, tenemos que todos los rojos del libro, también llamados de forma equívoca por muchos aún hoy, los republicanos, los vencidos… todos son buenos. Los nacionales, los golpistas, los fascistas, los vencedores… todos son malos. No hay fisuras. Prietas las filas. Ni que decir tiene que en la obra también los policías son tan malos como los militares y los curas, como escrito quedó en entrada anterior. Este grupo no solo son unos malos hijos de Dios, sino lo que es peor son malas personas, cargadas de vicios, defensores de la causa de los vencedores y so capa de ella se aprovechan de los demás y, en particular, de los pobres y débiles, pobrecitos, los vencidos, etc.

         Méndez agita los fantasmas de una izquierda, desde mi punto de vista, trasnochada, ñoña, pacata y rancia, una izquierda inoculada del incurable virus guerracivilista, pero eso sí, una izquierda muy española, muy de la España de siempre. Por favor, tenga a mano el diccionario de antónimos radicales y sin matices, lo que se predique de la izquierda aplíquese el antónimo absolutamente opuesto a la derecha: La izquierda es progresista; la izquierda es culta; la izquierda es moral y ética; la izquierda es coherente y humilde; la izquierda es pobre, y honrada e íntegra; la izquierda es sincera, auténtica, genuinamente humana; la izquierda es solidaria; para la izquierda los policías, los curas, los militares son malos… (es curioso que entre los fantasmas atendidos en la obra no se diga nada contra la oligarquía yanqui, ni directamente contra el capitalismo).

         Me cuesta comprender que a estas alturas, a 77 años del final de la guerra, a 23 años de que haya pasado un siglo, aún pueda leerse un párrafo como el siguiente:

         Cruz Salido estuvo de acuerdo, no podía pedírselo. Como hablar le extenuaba, decidió hacerlo hasta el agotamiento y fue poniendo voz a su memoria, llorando a Besteiro, que agonizaba en la cárcel de Carmona, a Azaña, qué gran hombre Azaña, acallado para siempre en un lugar perdido y olvidado de Francia sometida ya a los designios de Hitler, a Machado, nuestro Machado, en Collioure silencioso...

            Mi paisano Francisco Cruz Salido es una persona real que cobra vida en esta novela poco antes de ser condenado a muerte y fusilado. Besteiro, posiblemente fuera llorado por Cruz, pero no así por quienes lo laminaron dentro del propio PSOE, como cuenta Julián Marías en sus Memorias, cortándose unas posibilidades muy distintas para España. A Azaña…, ¿de qué Azaña habla?; y lo dejo aquí. ¿Pero por qué, mi querido Méndez, nuestro Machado? ¿Descubre el lector el guiño del autor? Es muy simple, el autor sigue distinguiendo entre los míos y los tuyos, entre mis muertos y los tuyos, españolito que vienes al mundo. Y Machado había dos, como comentó Borges en una de sus pícaras maldades, “Manuel y su hermano”. ¡Por favor!


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