29 de diciembre de 2012

El silencio: nada que decir (I)



         Querido charlie:

         Hace mucho que no te dedico unas letrillas. Es la vida en sí. Hoy lo hago porque nuestro amigo Jesús G. C. me ha contestado a un correo. Es curioso, ¿sabes?: le escribí allá por febrero del año en curso y hace unos días me llegó una respuesta suya. ¡Siempre son bien recibidas las noticias de los amigos! Sus letras están en la línea de una realidad que él llevaba tiempo ensayando, recorriendo…, creo.
          Sin duda le agradezco en lo que vale el esfuerzo que ha hecho por contestarme, pues no es solo el hecho de escribirme, sino el de ir contra lo que en el mismo correo afirma: Supongo que no es algo muy frecuente llegar a tener la sensación de que no tienes nada que decir. No me refiero a no decir nada, absolutamente nada. Uno tiene que seguir viviendo y realizando todas las funciones de la vida cotidiana. Me refiero a la sensación de no tener nada verdaderamente importante que comunicar (la negrita en estas entradas siempre será mía, charlie).
         En realidad su correo arranca desde la obra 4:33 del compositor John Cage. Te copio y pego para que mejor comprendas el arranque del razonamiento de Jesús: Dicen que John Cage compuso esta obra un día en que el ruido del tráfico en la ciudad era tal que le impedía concentrarse para trabajar en su música. Es algo circunstancial, en realidad, estoy convencido de que fue solo su profundo conocimiento del taoísmo zen lo que verdaderamente le llevó a componer esta obra, a mi juicio una de las cumbres musicales del siglo XX. Supone no solo una reivindicación social desde la música, un grito de protesta desde el silencio más profundo, sino la manifestación de la totalidad minimalista. Se trata de una obra plena, llena de nada, la consecución del puro vacío zen. Es el vacío lleno de la nada zen. Absolutamente maravillosa, impecable, sin una nota de mas, la exaltación de un signo musical, elevado a su máxima expresión. Es la búsqueda de un ideal, el silencio pleno, puro, al parecer no imposible de conseguir. Me adjunta un enlace donde se puede oír la obra de Cage (lector atento, sí, usted: por favor, pulse sobre este enlace, y tú también, charlie, aunque ya hayas escuchado la obra, me consta: http://www.youtube.com/watch?v=hUJagb7hL0E).
         Para mí todo esto es muy problemático. No obstante, en absoluto es algo muy frecuente llegar a tener la sensación de que no tienes nada que decir. Al contrario, Jesús, es muy común, cierto que frecuentísimo, un clásico de la humanidad. Desde hace muchos años, lo tengo escrito, a esto lo he llamado la tentación de Jonás, aquel que por no predicar en Nínive se largó a donde no alcanzara la mano de Dios y se lo zampó la ballena. Es la tentación de la isla solitaria. Es el ¡Un día me iré a dónde nadie me diga mamá…!, que dicen algunas madres (El príncipe destronado, de Delibes). “¡Me voy a largar donde no me conozcan!”. La tentación es esa. Sin embargo, quiero ir más allá. ¡Me resulta tan sugerente lo que me escribes!

3 comentarios:

  1. Bueno, he escrito varias veces en mi blog sobre John Cage y su 4 33. Incluso he leído un libro suyo, "Silencio" se titula. Voy a releer lo que escribí y te paso el o los enlaces.

    Espero ansioso los siguientes capítulos de esta vereda que abres.

    Un abrazo.

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  2. Estas son las entradas donde hablo de Cage. Son de hace tiempo:

    http://ballesterror.blogspot.com.es/search/label/Cage

    Un abrazo de nuevo.

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  3. Antes de leer tus comentarios ya estaba la siguiente entrada lista, la que hoy publico. Recordaba que habías escrito sobre ello y me ilustré en tu blog. Todo lo que escribí sobre el silencio lo hice de un tirón y lo completé hace días. Ahora lo iré publicando. Sinceramente no creo que tenga nada especial que decir sobre el silencio que no haya sido ya dicho, escrito, etc. Entiendo que es tan necesario como el sonido. A ver qué te parecen las siguientes entradas y mi conclusión muy acorde con parte de esta respuesta. Ya me escribes. No te lo desvelo para mantener el… silencio. Muchas gracias por tus aportaciones y tus ofrecimientos.

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