21 de noviembre de 2012

Kenneth Slawensky, J.D. SALINGER. UNA VIDA OCULTA (III): HUIDO.

        El mundo de Salinger, como el de Juan Ramón, se llena solo y exclusivamente de su creación: creo luego existo, escribir es mi existencia. El moguereño afirmó tener en su casa a la Poesía: Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de los apasionados y añado yo: pobre Zenobia. El neoyorquino se ve que tenía el misterio atado y escondido en Cornish…: el bunker del que escribí arriba tenía llenas las paredes con papeles pegados con nombres y relaciones de la disfuncional y famosa familia Glass… Muchos días ni siquiera volvía al hogar, a la casa que estaba en la misma finca, para estar con su mujer y su hija, sino que se quedaba a dormir en su búnker, donde llevó una cama y tenía un sillón especial de coche o algo así, quiero recordar.
       Ambos, Salinger y Juan Ramón, curioso, tendrán obsesiones semejantes por la edición de sus obras: el tipo de letras que se usaban en los textos, las portadas… Quien ha tenido la fortuna de ver un ejemplar original de Helios, comprenderá a qué me refiero. Las portadas de Salinger… ¡le llevarán incluso a romper con sus editores y amigos!: Whit Burnett fue amigo del joven Salinger a quien le dio clase de algo que interpreto como un taller de escritura. Burnett será quien le ofrezca la revista que dirigía, Story, para que el joven Salinger, escritor aprendiz, pudiera editar. La revista no era un hoja volandera de tres al cuarto… y, sin embargo, por problemas de edición se enemistará con él. Otro tanto le sucederá con Jamie Hamilton, su editor en Inglaterra y amigo, hasta el punto de que tras sus experiencias con The New Yorker en relación a Slight Rebellion Off Madison y con The Saturday Evening Post, que cambió los títulos de sus relatos, la aparente traición de Burnett venía a reafirmar lo que Salinger ya sospechaba. Durante el resto de su carrera se mostró suspicaz ante los métodos y motivaciones editoriales (p. 248).
        Me resulta inquietante cómo una persona de la sensibilidad de Salinger, una persona que dedica gran cantidad de tiempo a la meditación, a su supuesta mejora personal… ¡no alcanza a comunicarse con el otro o con los otros inmediatos, con su prójimo! ¿Cómo es que tanta sutileza, tanta capacidad, tanto conocimiento solo se queda en el papel de sus novelas, entre los dedos y las mentes irreales de sus personajes? Él que tanto anheló la sencillez de la niñez, ¿por qué derivó en una personalidad tan compleja, tan complicada, tan agria, tan… enfermiza, quizá?
           Cita Slawenski la relación entre Salinger y Kerouac, Las correlaciones entre Salinger y Kerouac son fascinantes. La generación beat, la generación de los rebeldes, de la liberación sexual, las drogas, las religiones orientales… los Holden Caulfield de los 50 en los USA, no quieren la fama adquirida. Les abruma tanto a Salinger como Kerouac. Salinger se enclaustró por amor a su creación literaria, y los Glass, y Kerouac se encerró en el alcoholismo, que lo llevó a una muerte prematura.
           J. D. Salinger no eligió de forma deliberada apartarse del mundo, escribe Slawenski. Sin duda, por esta afirmación, Salinger no es libre, carece de libre albedrío. ¿Qué o quién decide por él? Su aislamiento fue una progresión insidiosa que lo envolvió lentamente. Reconocía con tristeza las sombras que descendían sobre él, pero se sentía impotente para cambiar el destino. Su obra se había convertido en una obligación sagrada y aceptaba que la soledad y el encierro quizá fueran el precio que debía pagar por ella (p. 442). El creador es un loco y por ello en su República, Platón afirma contundente que los poetas han sido expulsados de ella porque “la razón nos lo ha exigido+ (607 b). Lacónica explicación. La razón… nos lo… ha exigido.
        Como es fácilmente comprensible, Salinger en ningún momento se prestó a que alguien escribiera una biografía suya y quien lo intentó se vio con él en los juzgados. Tampoco iba él a escribir su autobiografía. Alguna vez escribió algunas palabras para las solapas de sus libros sobre él mismo. En la que escribió para la de Franny y Zooey Confesaba la sensación de que se estaba disolviendo en su obra y admitía: «Hay un peligro bastante real, supongo, de que tarde o temprano me sumerja, quizá desaparezca por completo, en mis propios métodos, locuciones y manierismos». Y decía todavía albergar la esperanza de sobrevivir a las exigencias de su cometido, pero no quiso o no pudo o… alterar la senda elegida y por la que caminaba desde hacía años.
        Desvivirse en los personajes afirmó Delibes que había hecho en la recepción de su Cervantes. Su vida se había visto absolutamente condicionada por su condición de creador… Me planto.
         He disfrutado mucho yendo con Slawenski por la vida y la obra de Salinger. Me he divertido repensando cómo fue la creación de su obra. He sufrido con su vivencia en la Segunda Guerra Mundial… y en el fondo todo esto Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.

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