8 de noviembre de 2012

José Ovejero, La ética de la crueldad (IV)



             
           Es cierto que existen individuos como Höß. Se pueden hallar: han sido, son, serán, pero no lo es menos que son más los Kolbe, aquellos que quieren salir de la ciénaga, aquellos que se elevan sobre sus miserias, sin histrionismo, sin fingimiento, sino con la humildad de quienes saben la distancia entre el bien y el mal, entre Dios y su criatura, entre la soberbia y la humildad, y saben, además de las dos caras de la luna, del barro que se adhiere a las alas y de las alturas que se contemplan desde la libertad que da la elección del bien, la búsqueda de lo mejor.
          ¿Podría ocurrir que estemos partiendo de una premisa falsa y estemos llegando por un fiasco a una conclusión también falsa? ¿Nos podría ocurrir quizá como al varias veces citado en la obra, Sigmund Freud? Se pueden sacar conclusiones erróneas por partir de premisas falsas. La sociedad vienesa que visita al joven psiquiatra no es la media de las personas de la Viena de su época, ni de la anterior ni de la posterior. Por eso, Freud, quizá, se ve obligado a mentir como un bellaco cuando habla de aquello que solo cura, si acaso, apenas como un placebo (tras lo sabido, por ejemplo, por medio de MikkelBorch-Jacobsen, citar al creador del psicoanálisis es correr por un alambre, poco tenso además y sin forma de verga).
         Ovejero habla con decidido desparpajo del consumo de lo pornográfico y lo violento, que no percibo primera y principalmente como un atentado a la moral, como pecado, como inmoralidad, sino como un ataque frontal y denigratorio a la persona que lo padece y también para quién lo contempla. Siento la vergüenza de quien pagaba por ver a la mujer barbuda, a las hermanas colombinas o de quien pasea a su hermano anormal en un carro, como cuenta Cormac McCarthy (excelentes libros La carretera y Todos los hermosos caballos). ¿Qué hace el mirón sino agraviarse ante la contemplación del mal, de lo perverso, ante la crueldad que se ejerce sobre un tercero? ¿Qué busca? ¿Cómo espera crecer, mejorar por ese medio? ¿O es que estamos buscando la peregrina justificación del Arcipreste de Hita con su Libro y de la Rojas con el suyo?
          Ciertamente no me arroban y escasamente me interesan los pensamientos teológicos de las señoritas catequistas, con todos mis respetos, pero menos aún la lectura de una obra donde la crueldad gratuita, la inhumanidad bestial, son el medio para no sé qué sentido y una triste y abyecta finalidad. Digamos que la experiencia de la ruleta rusa me desagrada y hastía. No es necesario provocarme para moverme. Es innecesario el hierro candente en mi rostro para levantarme, para elevarme, para que me rebele contra lo injusto, lo inhumano o lo vil, contra lo indigno… contra el mal, ¿o es que el mal no existen y por tanto Kolbe y Höß, sus vidas, son equiparables, igualmente dignas y valiosas? Entiendo que la dignidad está a prueba de robo, mas se puede derrochar, dilapidar.
               Sí, ciertamente, el hombre es un ser indigente, miserable, pecador, capaz de los mayores horrores inimaginables, un ser mezquino, incomparable con cualquier otro animal, pero no por ello su deseo de profundizar en el bien, por mejorar, por buscar y luchar por una sociedad más justa… es un proceso propio de hipócritas, de pequeñoburgueses, de aburguesados, de pacatos, de estreñidos mentales…
              En la obra se nos habla de impulsoras sevicias, crueldades que nos impelen, torturas que nos perturban. Maltrato, humillación, sometimiento, sadomasoquismo, vulneración, violación, corrosión, subversión, el deseo de dolor, coprofagia (si puede, vea el vídeo que hay bajo este enlace, confieso que he vivido y vivido mucho, pero no fui capaz de soportarlo desde que intuí su continuación en el inicio; le advierto que es degradante:  (http://www.youtube.com/watch?v=Obih9L0U9fY). ¿De veras esto libera de algo, descubre algo que no supiéramos, nos eleva?
               El profesor Ovejero nos habla de una realidad tangible, verdadera, existente, pero no es toda la realidad. Él cita el tremendismo de Cela, que ni este bautizó ni creó, aunque practicó. Cela solía decir que con contar lo que sucedía se cumplía, pero no olvidemos que yo puedo pasear la cámara por la vida de Kolbe o la de Höß, tan real la una como la otra, más distantes, tan absolutamente distintas. Puedo Mostar la vida tras la tela metálica electrificada o fuera de esta (v. las fotos en la anterior entrada). Posiblemente Luisgé Martín nos haga reflexionar sobre verdades, pero no sobre la verdad ni por todas las verdades ni por la verdad más evidente.
               ¿Es la acción de Kolbe un acto hipócrita? ¿Es la buena educación una reacción pequeño-burguesa? ¿Quién gusta de la pornografía es un rebelde o el quebranto brutal, bestial, del ser humano que retrocede a una época inimaginable, infrahumana? ¿Acaso espera el profesor Ovejero, cuando imparte clase, que los alumnos de improviso le muestren sus culos, se tiren pedos y se meen en su ordenador? A mí, si me lo hicieran mis alumnos, me parecerían actos violentos, depravados, impertinentes, improcedentes, desacertados, inoportunos, inhumanos…
               No, disculpe: Bataille -con sus personajes- no busca la suprema libertad, sino la sumisión indeleble al mal y a la maldad, a la corrosión y la deshumanización por rechazo a todo lo que de bueno hay en lo humano.
               No, disculpe, quizá usted, quizá las personas que le rodean, desea ser como los personajes de la novela de Bataille (v. p. 194), pero muchos, la mayoría, no necesitamos que se nos llame aburguesados o gregarios… para mantener una actitud vigilante, activa, previsora y de búsqueda del verdadero progreso. La fe, lo siento, implica necesariamente a la razón y la presupone, no solo, insisto, no la excluye, sino que la acredita.
               No, disculpe, no necesito erguirme, levantarme o enderezarme porque no me siento ni tumbado ni arrellanado en la nada (v. p. 194). Quizá intentó escandalizar, mas no lo logró. Tampoco me convenció su planteamiento.
               No, disculpe, Kolbe no es intercambiable con Höß sin que se resienta la historia, sin que se anule la verdad de los hechos. El doctor Jekyll y Mr. Hyde son dos caras de una moneda que tintinea a falsa.

               Sin ironía alguna. Muchas gracias por su obra porque puso a templar parte de mis convicciones, algunas de mis creencias y  mis lecturas, algunas de mis ideas y de mis principios. Muchas gracias. Ha sido divertido.

1 comentario:

  1. Qué cabrón el perro o el que le haya puesto el chupe y haya hecho la foto.
    Esto sí que es un comentario cruel después del articulazo con el que te has desmarcado. Digno de un premio de ensayo. Muévelo.

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