Prisioneros del campo de Auschwitz. |
Mucho
me temo que el profesor Ovejero y yo no tengamos la misma concepción de la
literatura. La diferencia en muchos ámbitos es evidente. Casi seguro que él
tiene toda la razón, al menos a juzgar por la aceptación de su creación
literaria y la mía. Él con su obra Las vidas
ajenas, que no he leído aún, ganó el
Primavera de Espasa. Yo, pobre, llegué con mi Amanda solo hasta las cuatro de la tarde o algo así de la final, hora
en que la echaron de aquella mesa del Ritz (aquel año ganó Ignacio Padilla con Amphitryon, creo que fue, olvidé
qué año corría). Ellos son unos marginados, yo, un integrado, ¿un
integrista, un fundamentalista? Curioso sin duda que esta literatura aburrida,
pero profunda, laboriosa y estreñida, agitadora y elitista, alcance el éxito
del autor que la prodiga y el favor de las editoriales restrictivas y pacatas
que viven de llevar el consuelo a esos lectores no menos adocenados,
aborregados. Sin duda se trata de un nuevo despertar.
Es
posible que uno no sea sino un tío casta, un bienpensante, un pequeño-burgués,
un paria levítico y hasta algo políticamente correcto, pero la literatura no la
entiendo así. No. La literatura, opino –y recuerdo que las opiniones no son
respetables- no es un medio de zarandeo y agitación. La finalidad de la
literatura no es ética, sino que la literatura, en cuanto obra humana, es ética
o es inhumana, como lo es la crueldad, por ejemplo. Todas las formas de
crueldad: desde la violencia a la pornografía que cita de algunas obras que son
de su gusto… como La
historia del ojo, de Bataille –ya perdonarán, pero
no anduve sobrado de tiempo y no la leí- se me antojan infrahumanas. No creo
que eleven la dignidad de quien las lea y aseguro que ese tipo obras no abrazarán
en absoluto “la idea de que el arte
pueda transformar siquiera mínimamente la realidad” (p. 37), mediante el cambio
del lector, ¿cambio en qué sentido? Todo cambio por serlo no es progreso si
carece de sentido, ni mejora.
Hace unos días, por no irme más
lejos, el escritor argelino Yasmina Khadra que presentaba en
Sevilla su nueva novela, La ecuación de
la vida, afirmó con toda
sencillez que no creía que la función y sentido de la literatura fuera la
transformación de nada. Lo afirma un escritor que tiene muchos motivos para
desear transmutar una realidad tan adversa como la de su país (¡tanto como lo
pueda ser la de España, por no ir más arriba!). África afirmaba el escritor
argelino no interesa a nadie, pero él tiene la convicción de que su escritura
no tiene la finalidad de dar a conocerla, de interesar al lector sobre ella…
Ignoro
hasta qué punto el profesor Ovejero ha provocado lo que en la contraportada
dice que se propone –si es que lo escribió él-: “hay una crueldad que no
satisface el morbo del espectador ni corteja sus valores, sino que lo confronta
con sus hipocresías, sus miserias, sus mezquindades. Es ética en el sentido de
que pretende una transformación del lector, aunque a veces tenga que agredirle
para ello: no le ofrece certidumbres sino todo lo contrario”. “El fin último de la crueldad en la literatura es
algo más humilde. No completar la construcción de la realidad, pero sí mantener
el proceso en marcha y, al menos, disipar la niebla que esconde la realidad a
nuestros ojos” (p. 103), perdone, ¿a los ojos de quién? ¿Quiénes somos nosotros? Me temo que yo no soy de los nuestros. La liberación del hombre por
medio de la escritura y llegar al fondo de la realidad humana es también una
meta de la escritura automática del surrealismo. ¿Por qué vamos a considerar
más genuinamente humana la crueldad, la sexualidad desbocada, la animalidad,
que la bondad, la búsqueda del bien, la racionalidad? ¿Es que caso Höß es más
humano que Kolbe por ser depravado, amoral, inmoral? ¿Es acaso más auténtica la
realidad que vive el nazi que asesina que la vida del judío que es sesgada en
la cámara de gas, que padece la violencia del otro, que lo humilla y aniquila?
¿Dónde está la raya entre la enfermedad y el mal? ¿Quién viola, ahoga y
descuartiza a sus hijos, los mete en una maleta y reparte sus restos por las
cunetas de las carreteras, mientras fuma y escucha a Bach, es una persona
enferma, una persona mala o simplemente es una persona normal que tiene una
mala tarde? “Se trata de rebelarse, como Luzbel, pero no para derrotar a Dios
ni a la muerte, que sería absurdo, sino para rechazar someterse a sus
designios; qué importa convertirte en un marginado, en un proscrito, en un
criminal.” (p. 165). El marginado, el marcado con una estrella, el humillado y
ofendido, el proscrito es Kolbe y todo ese tinglado de los lager y sus soluciones
finales, de liberadores que nos
desean liberar de nuestra humanidad
tiene un carácter ciertamente demoníaco.
Es
obvio que el profesor se cuela de frenada al afirmar que “Todos estamos a favor
de la justicia, pero sólo unos pocos actúan para conseguida” (p. 72): no,
tampoco seamos ingenuos. Los asesinos, los violadores, los terroristas, los
defraudadores, los pederastas… no están a favor de la justicia. Buscarán su bien y su verdad y su
liberación, que serán sus valores, pero
ignoran en absoluto que sea el bien, la verdad, la libertad… y como usted mismo
dice, la inteligencia es lo suficientemente astuta como para justificar el mal
que hacemos, nuestras vilezas.
El mismo Auschwitz al otro lado de las alambradas. |
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