4 de marzo de 2012

Seguimos con el arte popular…

A/A Asociaciones de alumnos
          Querido Rafa:

         Me acuerdo que me quedé anotando en mi anterior entrada algo de Panofsky…, que me hace gracia. Hice un trabajo sobre un libro suyo, algo relacionado con una asignatura de Arte… El libro estaba en los antípodas de mis capacidades, de mi preparación. ¡No me enteré de nada! (estoy seguro de que la profesora, conociéndola, ni lo había leído ni de haberlo hecho lo habría comprendido tampoco). Ya en esa mala hora había aprendido también, sin embargo, que los profesores no leían los trabajos bien presentados y con muchas páginas; solo había que poner epígrafes atractivos –no excesivamente- y trabajar el primer párrafo… ¡y el resto daba igual lo que escribieras!: ¡aunque copiaras trozos de periódico, cosa que hice para otro conocido profesor, por ejemplo, y otra asignatura! ¡¡Qué grandes maestros!! De Panofsky, por tanto… cero.
         Anoche anoté también de André Lapied algunos textos de La ley del más débil… que me parecen aprovechables. Me gustaría releer y ahora es buena ocasión lo que escribió Marina en su Elogio y refutación del ingenio sobre el arte de las vanguardias…
         La palabra arte admite, como otros muchos sustantivos proclives a la abstracción o directamente abstractos, muchas definiciones y muchos adjetivos. Así el arte puede ser popular o culto, popular o clásico, popular o serio, anotas tú; utilitario, útil, utilitarista o inútil, quizá inservible; arte mágico, realista… Religioso, civil, secular, pagano… Recuerdo la pugna en la que se vio envuelto T. Gautier quien al defender el arte por el arte frente a quienes defendían un arte útil, afirmaba, no sin ironía, que de ser el arte útil, sin duda, la pieza más artística por útil, de cualquier casa, era el váter.
         Rafa, nuestro conocido, Roger Scruton, en su artículo El valor del arte, recogido en Lo que piensan los filósofos", de Julian Baggini y Jeremy Stangroom, opta sin dudar en hablar de arte culto frente al popular y otorgar un valor superior al arte culto, pues, para él, este es un medio para la mejora del hombre. Como bien escribes: “Hablamos pues de un componente ético y moral en toda creación artística culta. Pero, ¿dónde radica ese valor superior del arte elevado?”.
         Perdona, Rafa, primero debiéramos dialogar con Scruton, antes de lanzarnos a hablar de la dimensión ética del arte, en cuanto medio de mejora o no del hombre… debemos abordar qué es arte verdadero, arte fulero y falso y qué diferencias existen entre esos artes: es curioso que las artes se nos vuelven masculinos. Qué tiene el arte del toreo, la música como verdadero arte, la culta y la popular, una novela es arte o un bodrio, una película pertenece al séptimo arte o es  basura… ¿Es esto así?
         Curiosamente lo que Scruton defiende sirve para cualquier acción humana. Toda acción para ser propiamente humana tiene que ser ética: si no lo es, es inhumana. Por lo tanto, pinte un excelente cuadro o haga una silla chabacana, en tanto que obrar… ¡y aquí voy, Rafa! me mejora. Acuérdate del principio del filosofar platónico tras Sócrates… ¡la intención en la acción!
         Déjame que me vaya aparte. No me pierdo. Ahora vuelvo. Distingamos como los clásicos entre facere y agere. Todo facere produce un artefacto, el que sea, mostrable, tangible, audible, percibible, sentible… por los llamados sentidos externos: un cuadro birrioso, una silla excelente. El agere, sin embargo, es el rastro que todo acto deja en el ser… ¿Te acuerdas de lo que dice al respecto Aristóteles? El valor de mi obra, en cuanto realidad externa, depende de su calidad: de que la silla sirva para sentarse, sea hermosa, etc.. Lo que queda en mí tras mi acto, en cuanto valioso, virtuoso, bueno o malo depende en exclusiva de la intención y su cualidad de virtuoso, positivo, ejemplar.
José Nogué.

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