7 de marzo de 2012

Por qué se pueden perder los amigos

A/A Asociaciones de alumnos
Judas traiciona y vende al Amigo.

         Hace siete entradas que no avanzo en el camino de este Prontuario para viajeros. Me desagrada perder el tiempo. No recuerdo la última vez que lo perdí, aunque no he olvidado la última vez que me lo hicieron perder. Perder el tiempo es no crecer como persona. Invertir el tiempo y los talentos en degradarse. Al final se podrá hacer de la necesidad virtud, pero se trata de evitar muchas marchas inútiles. En este caso anduve viendo terrenos junto al camino, edificios hermosos, visité personas amables… No perdí el tiempo, pero entretuve la marcha.
        Sigo con la amistad y, además, preocupado. Pregunto a conocidos y amigos. ¿En qué me centro, qué me ocupa,… literalmente qué me pre-ocupa? Lo escribo: cómo se pierden los amigos. He llegado al medio siglo, edad ya nada desdeñable. A lo largo de estos años pasados he tenido muchos amigos, sigo teniendo muchos amigos, pero he perdido amigos e ignoro en algún caso cómo los perdí, de ahí que desee investigar cómo ha sido. Al escribir sobre este asunto tan capital en el viaje de la vida de las personas, no querría dejarme sin husmear ningún recoveco.
        Además de preguntar a los amigos, me he vuelto a los viejos amigos:

                             Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

         Retomo la lectura del Estagirita. Hay, sin duda, una sola y verdadera amistad de la que ya he hablado. El resto de las amistades que germinan del desequilibrio nacen, viven en los intereses comunes y mueren naturalmente pronto… Me explico.
        La amistad, como el culantrillo de pozo y otras plantas, son realidades delicadísimas. La verdadera amistad sólo se puede dar entre personas buenas, nace de una realidad medial, pero el fin de esa amistad es la persona misma, el bien del otro, sin ganga de ningún tipo. El amigo entiende que no hay mayor bien que el otro yo, que es el propio amigo: mi amigo es un yo mismo al que quiero como a mí mismo. “Lo tuyo, mío y lo nuestro, de los dos”, canta Serrat.
         Esta verdadera amistad fenece porque se produce un distanciamiento y los argumentos adelgazan, y adelgazan, y desaparecen las realidades que las unen.        
         Esta verdadera amistad fenece, me dicen mis amigos, porque se cruza una mujer-un hombre que enturbia con la pasión la cabeza del amigo y es capaz de quebrar el mundo… Generalmente ese tipo de pasión es mala, esa persona no es conveniente; a la corta… sale rana y es entonces cuando uno comprende que perdió el perro, el collar y el pan… y al amigo, a los amigos.
         Esta verdadera amistad fenece, me dicen mis amigos, porque se cruza una cantidad de dinero desmedida e insoportable para la pasión animal del amigo que se deja obnubilar y es capaz de dejarlo todo por ello (se da la situación contraria que dice el evangelio: uno deja todo por comprar un terreno como es una amistad… En este caso vende, incluida la verdadera amistad, por un terreno, por un interés particularísimo).
         Es curioso: los dos principales motivos que quiebran una amistad emergen de la falta de virtud de la templanza, que se tambalea y cede.
        Otras amistades, que se dan entre los hombres malos, dice Aristóteles son las que nacen, crecen y se sostienen en bienes mediales: desaparecidos estos, muerta la amistad. Perdón por la hipérbole, todos los borrachos, en faena, son amigos del alma; desaparecido el alcohol, si te vi no me acuerdo.

1 comentario:

  1. Me acuerdo de pronto de los versos de un viejo poeta que no conoces...
    "Hay en mi mas recuerdo que ilusiones,
    amo mas a los muertos que a los vivos,
    me acechan mas quimeras que pasiones...
    para morir, ya tengo tres motivos
    y del dolor, la mas terrible llaga
    ¡esta eterna inquietud que no se apaga!"

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