14 de marzo de 2012

Pinceladas de una amistad. JMT

Harold Bloom

El texto que sigue, íntegro, es colaboración de un amigo de Antonio José Alcalá.

                        En homenaje a una amistad larga y verdadera.


            Cada cierto tiempo reúno a mi padre con su único amigo, mi padrino. Desde la altura de sus casi noventa años se siguen mostrando cariño -más que antes diría-, respeto, comprensión -sobre todo mi padrino con el deterioro mental de mi padre-. Estos dos ancianos han sido amigos durante sus largas vidas. Nacieron a una treintena de metros de distancia y desde entonces no han dejado de reconocerse. Cuando me bautizaron mi padrino se encontraba a mil kilómetros de distancia, pero la distancia no fue un impedimento para que el único amigo de mi padre fuera el padrino de su único hijo.
            ¿Cuál es el secreto de una amistad tan longeva? Probablemente en la respuesta se esconda la causa de las relaciones efímeras.
            Pienso que los seres humanos en nuestra existencia lineal vamos cambiando y nuestras circunstancias se van modificando con el transcurrir del tiempo. Hacer un bucle y retomar una amistad perdida se me antoja infrecuente.
            Creo que los profesores de instituto con nuestros cambios de destinos somos un buen ejemplo de lo que digo. Cualquiera de nosotros puede pasar varios años viajando a solas con una persona en un coche durante muchas horas a la semana. Puedes llegar a intimar con esa persona pero cuando te dan traslado lo más fácil es que esa relación coyuntural cese. Se podrá decir que eso no era amistad, aunque hubiera complicidad, pero pienso que es lo mismo que con las amistades.
            Retomando la relación entre mi padre y mi padrino puedo afirmar que el secreto de su dilatada amistad es que los dos han sido toda la vida los mismos. Ellos no han cambiado. Creo firmemente que la causa de la ruptura de muchas amistades es el cambio que el devenir de la vida opera sobre las personas. Con el paso del tiempo dejamos de ser las mismas personas, aunque nuestro carné de identidad diga lo contrario. No somos los mismos y no tenemos los mismos intereses. Los amigos que en un periodo de nuestra existencia fueron pilares importantes de nuestro día a día pasan a mejor vida porque nuestros parámetros han cambiado (familia, trabajo, localidad…).
Sí, no nos bañamos nunca en el mismo río porque el río no es el mismo y nosotros tampoco.
            La casuística es extraordinariamente variada, el catálogo de causas que se aducen para justificar una amistad perdida va de lo pueril a lo retorcido pasando por los agravios personales. No creo que importe esto, el hecho es que se acaba la amistad como se acaba el amor y recuperar una es tan difícil como recuperar el otro.
            El otro día mientras comíamos en el único restaurante de XXXX mi padre le preguntó a mi padrino: ¿Quién queda de nuestra quinta? Mi padrino soltó la cuchara, se limpió la boca con la servilleta y le dijo a mi padre con voz recia: Tú y yo.
            Hasta que la muerte los separe, o no, porque los dos reposarán en el cementerio de su pueblo.

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