19 de marzo de 2012

Lee solo LO QUE SE QUEDE DE PIE, Alfonso Sancho Sáez.

 
         Mi querido blumm:

         Sabes que mi compromiso con el bien y la verdad no declina. Imposible renunciar a ellos. Siempre que es factible recojo el guante que me lanzan: siempre. La magnanimidad es así.
         Me pides un listado de 62 libros o de 72… Olvidé la cifra exacta. El número me resulta intrascendente. Cien, mil…
         Déjame que vuelva sobre mis pasos. Pasos que me condujeron hasta aquí y que deseo arrancar a finales de los 70, primeros de los 80, del siglo pasado. Horas y horas de hablar con don Alfonso Sancho en su despacho de la Escuela de Magisterio. Horas y horas de hablar con Miguel d’Ors en su despacho en la Facultad de Letras de Granada. Mi afán era acotar el terreno de la lectura. Ya antes horas y horas de hablar con don Francisco Molina en su despacho, paseando. Me urgía, blumm, llegar al tuétano de la existencia y la vida se me escapaba a chorros. ¡Qué afán, qué prisa, qué ilusión, qué avidez…! ¿Qué libros se debían leer? ¿Qué libros me pregunto para qué ahora?  Acudía a mis citas con papel y lápiz: siempre tuve el afán por concretarlo todo, cuanto más posible, mejor. Centenares de libros leí. Listas y listas que se agotaban unas tras otras. Los comentaba, los relacionaba, los sacaba de la biblioteca pública. Algunos compré. Otro listado. Nunca leía autores que no pudiera conocer, relacionar, filiar, asociar… Si Pérez de Ayala, por ejemplo, Miró de la mano y Marañón. Si Hijos de la ira, al lado, junto a él, Sombra del paraíso, y Espadas como labios, y Poemas del toro… Si Mihura, Ionesco o Jardiel, o López Rubio… Si La camisa, El tintero, Escuadras hacia la muerte… Raros los extranjeros, insisto, asociados… Los clásicos de siglos pasados, mejor o peor, ya los había pateado: La Celestina, El Lazarillo… incluso había padecido El Quijote. Teatro del siglo Oro, poesía del siglo de Oro. El 98 hasta acabar cuanto había en la biblioteca pública, bajo el nombre de Casa de la Cultura. Más novela que poesía, más teatro que poesía… Más prosa… Antonio Machado como punto de partida y regreso. Muchísimas biografías de los más diversos personajes: autores literarios, prohombres de la historia de cualquier lugar y época, personajes curiosos, políticos, El preso de Spandau…, recuerdo ahora. La Generación perdida americana… quizá más del ciento de ellos todos… ¡¡Las obras completas de Armando Palacio Valdés…!! Unos tomos rojos, con olor a libro antiguo, cerrado…: no tenía nada ni mejor ni peor… ¡tardes y tardes de un verano con La hermana San Sulpicio, Tristán o el pesimismo! ¡Lo pienso y me veo retratado en el abuelo que decía leer los papeles que encontraba por los suelos! Mi abuelo carnal, Alcalá Vesceslada, otro lector impenitente, incombustible, inacabable, inabarcable, miles y miles de libros…
         ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué temes? Te lo diré, y creo no errar. Con palabras de la autora de Las olas… que tan extraño me pareció, como su Orlando furioso. Te resulta indeseable "dilapidar ignorante y lastimosamente nuestros poderes". Lo que crees tu tiempo, tus potencialidades, tus capacidades, tus posibilidades… Rechazas viajar para alcanzar La isla del tesoro, quieres quedar con Ben Gun en la cafetería que hay frente a tu casa…  No deseas retrasar tu viaje leyendo al peor Baroja, al peor RAMÓN… Quieres que el autor de Vuelo nocturno te cuente por qué es tan misterioso el país de las lágrimas… Imposible atender al zorro y quedar con él, todo el capítulo 21 de El principito: quieres que te cuente, a ti, al oído, cómo se hacen amigos… Ay, querido amigo mío… Ella la maestra suicida advierte, creo que sin autoridad, con el aleve peso de la opinión: "Por cierto, el único consejo que una persona puede darle a otra sobre la lectura es que no acepte consejos". Y justo lo contrario te digo yo: admito consejos. Ya ves… Consejos vendo, pero para mí… no tengo. Lee, insisto, solo LO QUE SE QUEDE DE PIE.

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