12 de diciembre de 2011

Haruki Murakami, DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER (PARTE II)


Raymond Carver, DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR.
                  El libro tiene 230 páginas de letra más que generosa y el autor confiesa,, ante mi asombro, que su editora “llevaba más de diez años esperando que terminara la presente obra”. Asombroso. Buscaba el autor librarse, afirma, de una carga, de una necesidad: su condición de escritor demandaba escarbar en su condición de corredor, mas no deseaba hablar de él… Complejo equilibrio, confiesa, “Y esa suerte de delicado equilibrio no se vislumbra ni se alcanza si uno no relee una y otra vez los textos, dejándolos reposar un tiempo entre una lectura y otra”. Siempre es muy aventurado hacerse una idea del estilo, de la calidad de escritura, cuando uno no lee directamente la obra en la lengua que fue concebida y escrita… ¡Diez años! de lecturas y relecturas, de pulimentos y recortes y… ¡admirable sin duda! y lamento no poder gustar plenamente del estilo y la narración de Murakami.
                   La estructura interna del texto es quebrada, en apariencia caprichosa. Junto a las reflexiones que hace como corredor, se intercalan narraciones de carreras vividas por el autor: para mí, sin duda, lo mejor de todo el libro, por la vitalidad que transmite. A esto debemos añadir lo que como escritor reflexiona sobre su quehacer novelístico que, para mí, como ya dejé escrito en entradas anteriores, es, sin duda, lo menos convincente, lo más flojo, lo menos razonable.
                   La obra, como el propio autor confiesa: “Creo que este libro es algo así como unas «memorias». Sería exagerado llamarlo autobiografía, pero se me hace muy difícil calificarlo sólo de ensayo”. Lo cierto es que he disfrutado mucho del Murakami narrador de su experiencia personal como corredor, como sufrido deportista que una vez tras otra se levanta ante la adversidad, ante su propio error, ante sus múltiples vicisitudes… Me ha llamado la atención cómo no ha ocultado algunos aspectos de su condición de corredor que lo dejan en un lugar…, digamos, poco honroso. El pobre, al participar en un triatlón, cuenta cómo se untó las manos con vaselina para introducirse en su traje especial de baño, mas no se lavó las manos y así toqueteó sus gafas de nadador por lo que su “mundo se ha vuelto de un turbio color blanco, como si una densa niebla lo hubiera cubierto todo”. Imposible nadar. Imposible seguir un línea recta, “¡Si seré estúpido!”, se dice. Meses de entrenamiento echados por la borda por un olvido…, por un despiste.
                   Al final del libro confiesa, cosa que yo ignoraba, que “Para titular mi libro, me he inspirado en el título del volumen de relatos cortos de mi venerado escritor Raymond Carver, De qué hablamos cuando hablamos de amor; quisiera agradecerle a su esposa, Tess Gallagher, su amabilidad al concederme permiso para utilizarlo”, y es que el mundo es un pañuelo…
               Me parece que el libro es, será, sin duda, agradable para los corredores, para quienes durante un tiempo, aficionados o semiprofesionales, gustan de esta actividad silenciosa, sufrida… Por Murakami me aficioné yo a escuchar a Bryan Adams durante mis carreras, que en nada se parecen a las del escritor y corredor japonés, en nada a las de mi amigo Rafael Ballesteros. Gracias, señor Murakami.

Bryan Adams, 18 Till I Die
 

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