1 de diciembre de 2011

(Charlie-salida-25). El amor no es una emoción ni un sentimiento.


Se aprecia y valora al caballo, mas no se le ama.

         Recordaba algo de Martin Heidegger hace unos días, leyendo sobre el origen del lenguaje en el hombre, sobre su versatilidad… y olvidé dónde fue. El hecho es que me viene al caso porque cuando andamos con palabros, sí: pa-la-bros… en este caso que suenan demasiado, bien podemos estar hablando de algo, creyendo ser lo mismo, no siéndolo. Por tanto, me va a permitir que me ponga en claro, que le diga qué entiendo por emoción, sentimiento… y vamos allá.
      Una emoción es, resumiendo, una descarga química que sucede en un ser vivo. Ejemplo: Llaman al timbre de casa, abro la puerta, me encuentro un león y digo “¡Cáspita!” y además: se me ponen los ojos como platos, la respiración a mil, el corazón bombea a todo trapo… Inevitable: no hace falta dar órdenes a nada. Eso una emoción.
         Un sentimiento es una emoción razonada. Tras el león, siguiendo el ejemplo, viene mi primo que me había contado que tenía un león más manso que un gato, que me sonríe, que me calma, que me dice… y la emoción entra por el tubo de mi razón y me digo que no sucede nada, que todo está en orden, que el león no es fiero…, PERO EL BICHO abre la boca y las emociones se encrespan de nuevo y todo es pura descomposición.
       La emoción y los sentimientos son pasajeros. Si admito que el amor es un mero sentimiento, una emoción, le estoy dando carta de pasajero, es decir, estoy aceptando la irracional visión romántica, absurda trasnochada por errónea y egoísta, que me dice que querré, por ejemplo, al otro o a la otra, a quien sea ese otro u otra, mi padre, mi amigo, mi hermano, mi compañera, mi macho o mi hembra durante un tiempo y que, en cualquier caso, admito que lo es de forma transitoria, mientras me vaya bien, me interese, no encuentre algo mejor… Bien. Estamos hartitos de ver esta postura y sus consecuencias en la sociedad que padecemos, o disfrutamos. Decía Serrat que a los abuelos se les envía al asilo “después de habernos servido bien”. Anuncio en el periódico: CAMBIO CABALLERO DE 70, POR DOS DE 35. Si el bebé me molesta lo aborto, lo echo a la basura… Me casé el mes pasado, pero no me va bien: me separto –me dijo una vez una señora-, me separo, me divorcio, te corto el pescuezo… PORQUE SE ME HA PASADO EL AMOR… ¡Qué le vamos a hacer! Y esto le sucede al más pintado por más dinero que tenga, por más cultura, por más… Pues lo que les faltó a ellos fue un verdadero fundamento amoroso. Esa relación nació marchita, viciada, muerta, con los días contados… en realidad, esa relación no fue amorosa.
         Dicho y dejado esto en claro lo que conviene es no confundirse. No me pueden dar gato por liebre por muy tierno que esté el gato y muy grande que sea la liebre. Puedo comer gato y ser consciente de ello. Hace años me quisieron dar a mí codorniz por perdiz en unas habichuelas… 
Con el amor no se hacen títeres...
       El amor comporta la convicción de que hay un alguien (insisto que se puede amar al perro, al coche o a la moto, pero es una deformación), digo UN ALGUIEN que merece nuestra atención, a quien le podemos decir con la plenitud de su significado: QUÉ BUENO QUE TÚ EXISTAS. Es decir, sin ti mi vida, la vida, el mundo… sería distinto. Y ciertamente lo es: ¿cuántos abuelos fallecen tras la muerte súbita de la pareja con quien compartieron más de media vida? Sus horas carecen de sentido, están vacías, el mundo se ha quedado huero… Y se dejan morir de pena.
        Esa afirmación, QUÉ BUENO QUE TÚ EXISTAS, comporta un compromiso, un alguien que me entiende o me podría entender…
        Ya estamos en el final del folio otra vez… Seguimos hablando de amor, de amores y de libros sobre el amor.

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