24 de junio de 2011

Bernardo Munuera y la creación literaria...

    Por favor, visite La manía de leer (Pulse sin miedo). Este Bernardo Munuera es un preguntón. Un tipo pariente lejano de Sócrates. Sí, de Socrátes, el griego, el auténtico, el desterrado y todo eso de sóloséquenosénada y dale que te doy con la pregunta.
    Anda el tipo ensimismado persiguiendo el punto y el modo en que el creador se arranca con una novela, por ejemplo, y no la deja, y la persigue y se atora, pero continúa. El primer chispazo es lo que él quiere ver. Creo yo que anhela asistir en barrera a la repetición de la creación del mundo. Sentarse allí y ver cómo sale el fulgor divino que dio comienzo al festival. Algo así, creo yo.

    Ya le he explicado varias veces que mis novelas nacen, crecen y sobreviven, mal que bien, de un mismo modo. Nunca las llamo, sino que soy llamado por ellas. Se me ocurre una ideíta. Un tipo que va por la calle. Una conversación en la ferretería mientras miro un porro de cinco kilos, unas cadenas inoxidables, un taladro para abrir más de una mollera por comprobar su contenido… La señora que fuma descarada con las piernas mal cruzadas y las bragas verdes. La chica elegante e inteligente: no tiene por qué ser guapa y tonta; las hay bien guapas e inteligentes.
    Pues bien. Ya lo tenemos ahí. Ese señor del sombrero y la mancha en la cara. Parece una quemadura. Una vieja herida que se hizo, imagino, cuando sirvió en el Rif. Entonces España era aún, en las pesetas, una unidad de destino en lo universal gobernada por un Franco que era Caudillo de España por la gracia de Dios. Ahí es nada. La quemadura, el tío, el cinto apretado. Ha perdido peso. No es ya joven, pero está fibroso. Se mueve con lenta seguridad. El vaso lo lleva a los labios y apenas bebe. Toma vino blanco en caña de cerveza. Piensa. ¿Recordará aquel amor de unos meses que se perdió en el secarral de las dunas? ¿Acaso piensa en el capitán que los mandaba? Sí, claro que recuerda su nombre: inolvidable. La sexta compañía, la suya, “¿La sexta, señores? La sexta –les dijo- es la mejor compañía de este puto campamento. La sexta es el orgullo del ejército español… La sexta… -ya rojo, casi espumeando saliva-… ¿La sexta, señores? La sexta es la polla”… “Eso eran arengas enardecidas”, medita, lento. Mira sin mucha convicción. Tiene la seguridad plena de que nada le sorprenderá: lo ha visto todo, cree.
    Y así va siguiendo un texto que se enriquece con temas, con citas, con notas que se recogen aquí y allá, que se transforman. Imposible en el tranvía: no lo hay en mi pueblo. Hay raíles, pero no tienen billetes que lo empujen. Esto es lo de Abundio: que vendió el coche para comprar la gasolina. ¡¡Intelectuales de la política!! Digo que no anoto en el tranvía, pero sí en el coche… “Que no se me olvide esa estampa”: anoto los colores que pinta la noche mientras arropa al atardecer…
    Convivo durante mucho tiempo normalmente con los personajes y con las historias mientras sigo recolectando ideas que escribo en el ordenador: Woody Allen lo hace en una máquina de escribir; y Paco Umbral, que en paz descansa, también lo hacía en máquina de escribir.
    Luego, un día, otro día, me siento y escribo y escribo y escribo… A eso lo llamo generar texto. Todo el texto que puedo. Escribo y escribo. Voy ordenando las notas al par. Descripciones físicas, psicológicas, espaciales… Asigno temperamentos, caracteres, personalidades…
    Y Bernardo pregunta y pregunta y pregunta. Todo le llama la atención. Es un niño preguntón en una feria de muestras para tiendas de chinos… Ninguna contestación le satisface: más, más, más… ¿Y luego? Pulir y recortar y despreciar y retocar párrafo a párrafo y hacer catas de estilo y dejarlo descansar mucho, más: más descanso y más distancia con respecto a lo resuelto, lo dado por finalizado y no, no es eso, no era eso. No salió lo apetecido, lo anhelado, lo buscado. Insatisfacción. En fin. Es mi engendro, es mi hijo… Lo amo como es, pero lo deseaba mejor, perfecto… Imposible.
    Y vuelta a empezar, Bernardo…

4 comentarios:

  1. ¡Pardiez!, qué gracia la tuya: ¡muchas gracias! Esta entrada me la imprimo, ¿vale? Te debo convite respuesta. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí también me debes más de un convite...!!!

      Eliminar
  2. Releída. Vamos a buscar lumbre por ahí...

    ResponderEliminar
  3. Gracia la tuya porque nos ayudas a pensar y reflexionar sobre nuestro quehacer literario con tus sugerencias y tus preguntas e insistencias. Está bien reflexionar sobre todo esto... Siempre causó interés. Un abrazo.

    ResponderEliminar