23 de junio de 2011

Primero: Ser o estar feliz, charlie.

    Mi querido charlie, me llegan notas –unas publicadas y otras privadas- sobre lo escrito de la felicidad. Muchas gracias a quienes me han animado con sus críticas, con sus comentarios…, pues éstos me ayudan a meditar sobre este asunto tan importante: a repensarlo, revirsalo, acendrarlo. Muchas gracias. Para servir estamos.

    Como realidad intelectual, la felicidad es un concepto enrevesado, denso. Por mucho que la quiera tratar sin abundamiento excesivo, es inevitable la complejidad. Trivializarlo sería una impertinencia. Cierto que una cosa es la complejidad propia de la materia y otra bien distinta que mi modo de exposición sea prolijo e ininteligible. Lo segundo es indeseable, pues pretendo ser sencillo.
    Dos son las directrices que llevan los comentarios que se me hacen y los dos fueron explicados, si bien se ve que no con la claridad que requerían, pues no convencieron: vencer no es posible aquí; lo mejor es vencer contigo, charlie. La evidencia es la más decisiva de las demostraciones, sostenía Cicerón.
    Primero. Hay que distinguir, creo, entre ser y estar feliz. Ser feliz comporta un balance general positivo de la existencia, etcétera, con una continuidad; la felicidad se mantiene en el tiempo, en los altibajos cotidianos, en las más diversas circunstancias. Es posible que no se lleve dinero en la cartera en ese momento, pero se tiene en el banco.
    El estar feliz, sin embargo, comporta transición. “Estoy feliz”, me digo, si el balance vital  arroja un saldo grisáceo y confuso de la existencia, las más de las veces, negativo. No soy feliz, estoy feliz. Se abandonan el subsuelo y el espacio tenebroso en que se vive y se sale por unos momentos a la hermosa luz de la felicidad: estoy feliz. Ha cruzado una buena racha. Algo amable y felicitario se presenta, pero con carácter transitorio, va de viaje, no se detiene… mañana se vuelve a ser infeliz, se carece de armonía, de equilibrio, de la paz necesarias para respirar hondo y mirar el presente y el futuro con el sólido y claro optimismo de quien se sabe afortunado, capaz, con un proyecto firme de vida, etcétera. Mal negocio, insisto: hay que detenerse a meditar qué no va bien, qué hay a mi alcance que se pueda modificar para dejar de estar feliz y pasar a ser feliz.
    Así pues, quien está feliz le ocurre como me dice un conocido: muy interesantes, sí señor. Lo [que] poseo es "alegría momentánea" (aunk el moment sea una semana) pro seguiré buscando la felicidad. Quien es feliz tiene la convicción, la firme convicción, de que lo será mañana…, aunque mañana no exista.

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