21 de junio de 2011

(Charlie-salida-14) Cada uno baja las escaleras… para ser feliz.

    Estábamos acendrando la definición que di de felicidad, charlie. Me gustaría que la ganga cayera. Deseo que sólo quede lo seguro, la apoyatura intelectual que me ayude, y te ayude, a movernos con felicidad, pues hemos quedado que ésta surge, brota, emana en situación de actividad.
    Hablábamos del balance y su subjetividad. Y deseo detenerme a remirar este rasgo de esa realidad que llamamos felicidad. Es subjetiva en cuanto que es personal, ¿o hay sociedades que, en su conjunto, son más felices que otras? No creo, charlie. Esas medias que inventaron los sociólogos para medir la cantidad de coches por personas, de jamones que se consumen por familia, suelen ser engañosas: hay quien se come cuatro pollos y da una media de dos pollos por cabeza, cuando el otro individuo ni los olió. La felicidad es personal. Es cierto que habrá sociedades, estados, naciones, culturas que faciliten el poder acceder mejor a la felicidad. Entiendo que la cultura en que nazco, la nación, la familia puede condicionar notablemente mis posibilidades…, y huyamos del biologismo determinante. Sin duda, como tú, esto lo conozco de primera mano, no es lo mismo nacer y crecer en una familia equilibrada que hacerlo en una familia desestructurada. No es lo mismo charlie…
    También es subjetivo el balance en tanto que no lo puede hacer nadie por mí. Sólo yo puedo saber si soy o no feliz. La mirada al vecino risueño y próspero no mide su grado de felicidad. La consideración de la señora vieja, gorda, fea y amable no mide su grado de felicidad, pues es difícil conocer la clase de adecuación que con todo ello, ¡y mucho más!, tiene esa señora.
    Pienso que todos los coches de gasolina se mueven con gasolina. Eso, al menos lo tienen en común. Luego hay coches de muchas clases. Creo que el hombre tiene un suelo y un techo antropológicos que le hacen común al resto de los hombres. Es por ello que, enfocando cada uno su vida, como puede, le dejan, quiere, etc. debe de tener unos parámetros en común con el otro para alcanzar la felicidad. Creo que ese techo y ese suelo vienen limitados por el mal. Todo aquel que se hace mal, que hace el mal, no puede ser feliz, aunque él lo pueda creer, aunque él pueda engañar, engatusar a su inteligencia. Algo le dice, seguro, que o pone gasolina o gripará el motor. Quien hace el mal es malo y el malo no puede ser feliz.
    Cada uno bajará las escaleras como quiera, pero convendrá no bajar por las ventanas altas del edificio: las caídas, a veces, no tienen buenas consecuencias.
    No lo dude: pique en este enlace, no se arrepentirá: Joan Manuel Serrat.

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