9 de abril de 2011

Unamuno, cero dos. Delfina Molina de Vedia, amores fatales.

Marga Gil
    Desde el año 82 hasta el año 93 coleccioné las separatas del llamado Sábado Cultural de ABC. Con paciencia de amanuense les hice unos índices en tinta verde. Los índices, rudimentarios, orientativos, particulares, incluían lo que me interesaba especialmente, a veces también aquello que no. Olvidé el detalle, pero luego estos suplementos se llamaron, creo, Literarios, calificativo que me parecía restrictivo y le escribí a Blanca Berasategui –fue a mano, pues no conservo copia de esa carta- para sugerirle otros títulos. Debí ser uno entre tantos. Luego cambió de nombres, se hizo más amplio: música, recuerdo, no sé si un apartado de Ciencia, ¿Arquitectura? En 1991 sacaron un CD-ROM, ABC Cultural, con la ayuda de Telefónica y con Cela en la portada. Esto dio al traste con mi colección y se acabaron la compra y los índices a mano.
    En un frío febrero de 1997, en estos culturales de ABC leí con cierto estupor la historia de Marga Gil Roësset. Había sido yo devoto lector de Juan Ramón y sobre Juan Ramón. Compré y ahí están los volúmenes de Graciela Palau de Nemes, Pedro Antonio Urbina, Aurora de Albornoz… Con motivo de su centenario estuve en Moguer y me hice con esos libros color crema que celebraban su Centenario editados por Taurus. Acompañaba al poeta Carmelo Guillén, de feliz memoria siempre. Nunca nadie me había hablado de esta Marga, con 24 años, que se suicidó por amor a Juan Ramón, con 51 años. La historia se divulgó 65 años después de la muerte de Marga, un 26 de julio de 1932… y se puede leer en Internet.
    En el comienzo del libro sobre Unamuno del que vengo hablando, pasadas las páginas de cortesía, los índices…, se arranca en la página 13 con un trozo de carta de una tal Delfina Molina de Vedia... que dice así:

Cuídate alma mía, piensa que estoy sola, lejos de ti, y piensa en lo que tú representas en mi vida. Recuérdame… que con recordarme sentirás que la máxima prudencia es deber tuyo primordial en estas circunstancias.

    Me quedo boquiabierto. Me acuerdo del tópico aprendido hace muchos años del Unamuno familiar, devoto de su Cocha… ¿Quién es esta buena mujer? Me sucede como me ocurriera con Marga Gil. Esta buena mujer, que vive en Argentina, profesora en el Liceo nº 1 de Buenos Aires, casada, enamoradísima de Unamuno le empieza a escribir en 1907, con motivo de la petición de bibliografía para una tesis. El tono de las cartas es variable, hasta llegar al trozo de la expuesta, del año 36.
Delfina Molina
    A partir del 31, muerta ya Concha, Delfina aparca el usted y se dirige a Unamuno como si fuera su marido, su novio, su amante. Ella se esconde de su esposo que, molesto, le resultan indeseables las cartas que su mujer escribe a otro hombre. En alguna oportunidad en la que ella considera que don Miguel pasa apuros económicos, le envía dinero, que él no recoge. La actitud del bilbaíno, en general, es de indiferencia.
    En dos ocasiones, salvo error mío, vio a esta señora. En ambas ocasiones Unamuno estaba exiliado en Fuerteventura y en Hendaya…
    El amor de benevolencia, la amistad son necesariamente recíprocos. El enamoramiento y el amor esponsal pueden ser restringidos, unilaterales. Una de las partes ama y no la otra. Una puede ser ignorante, engañada, rendida… y la otra lejana, mentirosa…
    Curiosidades del amor. Miro en Internet… Busco un minuto y mi pozo de ignorancia sigue siendo insondable… Hay un libro, unos cientos de páginas, sobre estos amores locos de la profesora argentina, no correspondidos… Para quien tenga curiosidad sobre el particular… Delfina, la enamorada de Unamuno, de Mª de las Nieves Pinillos Iglesias. Sigo leyendo un rato en el ABC Literario del 27-XII-86… dedicado íntegramente a don Miguel, por el cincuenta aniversario de su muerte. ¡Qué cosas, Amanda!

2 comentarios:

  1. Está ya ese ABC literario en pdf?
    yo terminé renunciando a almacenar los culturales y revista de libros porque pensé "tarde o temprano todo estará en la nube"

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  2. Lo ignoro. Peor aún: me temo que algunos de los que no llegué a encuadernar puedan hallarse sumidos en el moho de la humedad... Ya te lo diré. En esta semana deseo mirar algunos de ellos. Me temo que quienes estamos en las nubes, con demasiada frecuencia, somos nosotros..., compañero.
    Un abrazo.

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