23 de abril de 2011

Jodidos, con perdón. Bien jodidos.

     Me iba a preguntar, pero lo doy por sentado: El mar es ultraconservador, su vaivén de momento no tiene fin. Los ríos son también inmovilistas y tradicionales… nacen arriba y el agua fluye hacia abajo. Siempre. El cielo parece no progresar con la moda: si limpio, azul; si nublado en gama de grises… ¿Qué decir de las estaciones? Una tras otra, sin alteraciones… ¡conservadoras! Otoño, invierno…
A relajarse...

    Miro mis plantas y observo otro tanto. Las golondrinas llegan por las mismas fechas: una hermosura de primavera que la estación trae. Observamos cómo las aves migratorias, año tras año, regular y tradicionalmente se marchan: buscan otros climas, comodidad, alimento… ¡qué conservadoras son las aves! Y luego vuelven. Se parecen a los gusanos de seda: la palomita, los huevos, el gusanillo, el gusanazo, el capullo del gusanazo… ¡caramba, siempre entre amarillo pálido y amarillo anaranjado! ¿Me pregunto cuándo lograrán hacer los gusanos los capullos cúbicos para mejor poderlos almacenar para la primavera siguiente? Curioso, sin duda, ¿sabe por qué los gusanos tienden, los muy conservadores a buscar las ramas altas de las moredas? ¡Porque son ultraconservadores! Tiene su sentido. Mi pregunta no es una tomadura de pelo. Búsquelo.

    Los dos párrafos anteriores se pueden calificar de impertinentes…, me temo. Soy un impertinente.
   
    “Me dan mucho miedo las personas seguras”. Comprendo que uno tiene sus rarezas. A mí, sin embargo, por regla general, la seguridad me transmite seguridad, y la duda, titubeo; la indecisión, la veleidad… me sitúa en un plano que va desde el temor generalizado hasta el acojono cósmico dependiendo de la situación. Observo que el conductor que me lleva no domina bien el volante, los pedales, miedo (“Prepara los algodones que vamos para urgencias”). “El ascensor se suele atascar. La semana pasó cayó desde el cuatro piso”, me advierte el portero… No doy el pie hacia la caja, sino hacia la escalera: la prudencia es auriga virtutis, me digo: en el ascensor se sube su padre. Del cirujano: “De cada diez, nueve se quedan en la tabla”; “Por favor, que ni me mire”. Siga imaginando, no pare: el conductor del tren, el oculista que operará a su hija, el arquitecto que diseña su bloque… ¿Le dan miedo las personas seguras?

    El párrafo anterior se puede calificar de jactancioso, creo. Soy ultraconservador.

    Vuelve a llover hacia abajo. Medito que la lluvia tiene una seguridad ultraconservadora que la hace impertinente. Bien podría ser como ese magnífico matrimonio, muy civilizado, que cuando llegó la hora de la separación nadie padeció nada: ni ellos ni los hijos… Con el pequeño detalle añadido de que el tal matrimonio separado ya no es tal, sino un solar, donde sólo quedan cenizas de egoísmo, donde se ha hecho –necesariamente- mucho daño: la separación en un movimiento de huida donde casi todo vale. “Donde todo vale es porque nada vale”, me susurra mi perra. Donde todo vale es progreso. ¿Hacia dónde? Sin dirección, sin sentido… Pues estamos, ya perdonará, jodidos. Bien jodidos. 

3 comentarios:

  1. ¡bien por la perra mas que conservadora y susurradora!

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  2. Tienes razón. Debí citar a mi perra. Otra ultraconsevadora: parió y cuida con mimo a sus cachorros. Les da de mamar, los limpia, vigila a quien se los coge de la caja, confía, pero está alerta, acude si se quejan o chillan más de la cuenta cuando juegan… ¡Pobrecita conservadora!

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  3. Magna escritura, Antonio José. Chapeau.Como le esuché una vez a Julia Otero, toda quejosa contra un terremoto: es que la Naturaleza es de extrema derecha. Ellos son así.
    Un abrazo.

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