22 de abril de 2011

“El niño perdido”, de Alcalá Venceslada.

     En Mateo 13, 57 se lee:

                Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
                - No hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa.
   
    Meridiano. Incontestable. Me dieron hará… más de un año una publicación del Instituto de Estudios Giennenses. “Ahí llevas un cuento inédito de tu abuelo”. Más de un año sobre la mesa y no había abierto el hueco necesario para leer este magnífico relato, ¡pobre mi abuelo!

    Tomo nota de palabras cuyo significado ignoro, unas están en el diccionario de la RAE y otras en el Vocabulario andaluz del propio Alcalá Venceslada, unas y otras sencillamente me parecen preciosas: Cirate (acirate), sofión, pelavaras, anadear, corambre, marabullos, escarcela, garabato, pintón, tomín, lancinar, dianche, cierraojos… o expresiones: “hablando a la calladita”, “haciéndole cocos” (vino la perra)…
    [Para que las relaciones no estén exentas de tensiones y dejen de ser arcádicas, ninguneo al autor del artículo por no serme trigo limpio. Quise hacer un trabajo sobre una obra de mi abuelo. Era yo joven. Deseaba anotar y hacer un estudio preliminar de La buena simiente, un libro de fábulas. Pongo por testigo a mi padre. El libro lo editaba la Diputación de Jaén y fui a visitar a este que creí señor. Nada de nada: mucho mejor que fuera el texto tal cual, sin estudio, ni prólogo… nada: sólo el texto a cuerpo gentil. Por supuesto, como el fifiriche afirma, “La buena simiente, fábulas, en edición que cuidáramos y prologáramos”, es decir, que lo hizo él. Eruditos a la violeta. En el caso de este artículo y la publicación del cuento, tampoco son del lila citado, sino que en pie de página afirma: “Agradezco toda la información del certamen, así como el propio cuento, a la generosa labor investigadora de Salvador Contreras Gila, a quien dedico, pues con todo derecho le pertenece, el presente trabajo.” Y "¡Que osté s'alivie!"].
    El discurso y la historia del cuento se sujetan a las normas del concurso al que se presenta: “Cuento en prosa sobre costumbres jaeneras. Premio del Excelentísimo Sr. Marqués de Foronda.- Doscientas pesetas”. Convoca la Real Sociedad Económica y es la XI convocatoria, año 30. Mi abuelo gana el concurso con un cuento titulado El niño perdido. Aprovecha con tino el autor, entiendo, una historia que no es suya: el villancico del mismo título. Calificado de castellano, extremeño…, cordobés he oído decir que era… ¡tanto nos da! El villancico cuenta la historia de un Niño que llega hambriento y aterido a una casa. Quieren que se quede, mas Él explica que no es posible que su Madre es del Cielo y su Padre también, que vino a padecer, etc. Sobre esta historia superpone Alcalá Venceslada la del niño Lorenzo que se trenza con la de ese otro Niño divino de la canción. Será una vieja sirvienta, Tomasica, quien intuya que ese tal Lorenzo es de nuevo Jesús que sale al encuentro de los hombres en los caminos. Sólo ella lo entrevé, mientras que Jeromo y los gañanes la tildan de loca.
    Los aciertos expresivos son deliciosos: “Y este zorzal, ¿quién es?”, “el tinglado del Nacimiento”, la ambientación de la Nochebuena en un cortijo de Jaén, cómo se festeja la fiesta, cómo todos a una pastores y señores, niños y viejos… cantan y se divierten y comen “las perrunas, el alfajor, los mantecados manchegos (…) sin que les faltara el compás del aguardiente caldeador, que es para tales fruslerías lo que la guitarra al cante y lo que el piano al canto; el acompañamiento que los complementa y armoniza”.
    Hoy levanto mi copa para hacer justicia: pido perdón a quien nombro profeta en su casa; que sigue no siéndolo en su pueblo…, pero de quien desciendo y, en buena ley, le soy deudor insolvente. ¡Por Alcalá Venceslada!

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