Se puso de moda expresión
y se usó durante mucho tiempo y en los más inverosímiles contextos: “Si hay que
ir, se va, pero ir para nada…”, pues eso: para perder el tiempo quienes lo
tenemos tasado no estamos. A los de la Flotilla de Gaza les sobra el tiempo y alguien les ha
pagado el sueldo y el viaje y, además, parece ser que han ido para nada y lo sabían desde que zarparon porque precisamente
no están entre las más santas madres del convento los soldados judíos y quienes
los mandan. Ese muro judío no se salta a la pídola. No, no estaba ni está el horno
para bollos. Las autoridades judías mandan hundir la Flotilla de Gaza y ni se cantean: siguen con el desayuno
sin parpadear. Gracias a Dios no lo han hecho. Con ellos siempre se vio, desde
la creación del estado de Israel, que “molestos los justos”. A cualquier
agresión de la índole que fuera, incluidas las más insignificantes por parte de
árabes y en concreto de los palestinos, los judíos han reaccionado de forma
absolutamente airada, desproporcionada y cruel.
Creo que fue san Juan Pablo II, ese santo mártir, quien dijo que a estas
alturas del mundo no era posible la calificado como guerra justa. La
guerra sea como fuera es y será un mal, un mal turbio y horroroso, entiendo que
inimaginable para quienes no la hemos padecido directamente y en nuestras propias
carnes. La guerra entre palestinos e israelíes tampoco es justa. Ni lo sé ni me
corresponde juzgar quiénes son los culpables en esta ensalada de muertos que chorrean
desde hace muchos años.
No me voy a perder en los dimes y diretes, sin duda, importantísimos, y
llenos de claves e intríngulis diplomáticos e históricos que dan la razón a
palestinos o israelíes, ninguno, que discriminan culpas y las asignan o
exculpan y justifican. Entiendo que, como toda guerra larga, y esta lo lleva
siendo desde hace muchos años, larvada o manifiesta, se van perdiendo los motivos
que encendieron la mecha y a aquellos motivos iniciales se han ido sumando otros
nuevos y exclusivas perspectivas que han dado pie a una continuación obstinada,
contumaz y alucinante donde solo se espera ver la destrucción del otro. Me
planto.
Era el año que fuese, que me acuerdo, pero más vale dejarlo ahí. Daba clase
por primera vez a unos alumnos en aquel instituto. Cursaban 4º de la ESO. Llevaba
yo una larga experiencia a mis espaldas y había dado clases a muchísimos cursos
muy distintos y de distintos niveles: desde 3º de EGB hasta 1º de carrera en
Periodismo. Estábamos en la llamada prueba inicial. Era un tanteo a comienzos
de curso para ver qué nivel tenían aquellos alumnos que lo serían míos durante
todo aquel año. Les hice preguntas de Lengua, de Geografía y de Historia. No
recuerdo el examen con exactitud, pero no olvidaré que la mayoría de ellos
desconocían el nombre de las ocho provincias andaluzas, no sabían a ciencia
cierta quién era Franco, no sabían qué era el Nilo, no sabían definir un
nombre, eran incapaces de escribir sinónimos de palabras corrientes que los
tenían abundantes…
¿Por qué saco a colación un asunto con otro? Lo hago para tratar de
explicarme cómo es posible que un viajecito para nada, como el de la Flotilla
de Gaza, que ha opacado y desplazado de los noticiarios a la guerra de Gaza en
sí, ha dado pie a protestas de estudiantes y de gentes por todo el mundo de
pronto, de improviso, espontáneamente… preparados por quienes las han fomentado,
promovido y pagado. Ni espontáneas, ni improvisadas, ni naturales… Todo este
tinglado es un artefacto cuidadosamente planeado, previsto, pagado por quienes
sean esas fuerzas oscuras, los poderes en la sombra, que traen y que llevan –¡que nos traen y nos llevan!– en veleros y a las norias a todos, sin darnos cuenta.
¿Triste? He visto a los alumnos que han salido en las protestas y me daban
ganas de darles un mapamundi mudo y pedirles que me situaran Gaza en él y no lo
habrían sabido la inmensa mayoría (tampoco Estambul o Armenia ni ¡Ucrania!)…
Alguna vez escribí al hilo de algo del llamado Sindicato de Estudiantes que
nunca lo vi actuar con causa justa entre sus fauces y sus tentáculos. Nunca
conocí a ningún representante de él y me pasé 57 años en las aulas. Sí conocí y
vivos están por mi ciudad, algunos activistas de la agitprop más burda y
chabacana que padecí a finales de los setenta: tipejos pagados por el PCE,
pésimos matriculados en la universidad, que nada tenían de estudiantes, pero
que venían al instituto a sonsacar y agitar el cocotero para ver qué arañaban
ellos de todo aquello. Es curioso que, de tapadillo, siendo yo profesor, quien
agitaba a los alumnos en el instituto donde daba clase, poniendo carteles por
las aulas, folios incendiarios, cuando estaba vacías, a cencerros tapados… era
un pésimo profesor defensor y propagandista del laicismo… a quien Dios también perdona.
En las manifestaciones
las veo con su kufiya, ordinarias, casi catetas, con su folio en la mano
izquierda con las consignas escritas quizá por otra mano distinta a la suya y
su altavoz en la derecha… Son más ellas que ellos y cuando les arriman el
micrófono de la tele repiten como papagayos frases hechas contra la barbarie sionista,
contra el genocidio, contra el genocida Netanyahu… Hablan de niños que mueren
de hambre, de niños asesinados y no puedo menos que sonreírme y me acuerdo de
las Cartas del diablo a su sobrino, de C.S. Lewis. ¡Por cierto!: no sé… Veo a
miles y miles de palestinos huyendo de la franja y ninguno lleva el pañuelo y
los de la Flotilla los llevan de colores: negros, azules y rojos… ¡mira que son
fhasion! Me extraña no ver kufiyas teñidos con los colores de la bandera LGTBI,
aunque me temo que no transigen mucho los palestinos con aquellos practicantes
de esta tendencia sexual, es más: ser homosexual, puede que no lo comprendan
las autoridades de los países musulmanes y les pueden incluir en el servicio la
pena de muerte, castigos corporales como latigazos, etc. Tampoco está ese horno
para esos bollos.
A ver si Hamas
suelta a los secuestrados de una vez, acata, como perdedor en las carnes de su
pueblo, las condiciones que les imponen los vencedores (que esto siempre fue
así), que suelten las armas y las cambien por arados y fábricas y se dediquen a
generar la paz junto a los miembros de la Flotilla de Gaza y de las flotillas que
busquen una paz limpia, sin trampa ni cartón, sin sesgos ideológicos… Paz es
paz.
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