7 de julio de 2022

ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA -20



Rayego Gutiérrez, Joaquín, Vida y personalidad de D. Francisco Rodríguez Marín “Bachiller de Osuna”


Entre libro y libro, en la investigación de Alcalá Venceslada, se me pasan las horas y los días, haciendo gestiones de todo tipo y por todos los muchos medios de que ahora disponemos. Laus Deu. Invierto, porque el tiempo no lo pierdo, leyendo artículos de los que, las más de las veces, bien poco saco en claro y limpio para mis fines. Esto me ocurre con la mayoría de los libros que me estoy merendando.

Del que ahora comento sobre Francisco Rodríguez Marín esperaba más provecho concreto para mi trabajo. Rodríguez Marín era para mí, en mi imaginario de chaval y de joven, “un amigo de mi abuelo”, de quien había muchos libros dedicados en mi casa -libros que me robó una vecina del trastero-, muchas separatas… He conseguido por otros cauces cartas de Rodríguez Marín a mi abuelo y este para aquel… Dicho esto, añado: no tenía ni idea de la entidad intelectual, meritísima de don Francisco… ¡ni idea! Fue este hombre sabio, capaz de dejarse las pestañas en mil archivos y bibliotecas para poner un rayo de luz en los escritos y las vidas de los clásicos españoles…

Me había hecho yo a la idea de que el osunés lo fue solo de nacimiento. Siempre lo situé en Madrid donde vivió muchos de los últimos años de su vida, dejada Sevilla y su Osuna natal de donde se despidió vendiendo cuanto allí tenía. Lo hacía yo señor poderoso en todos los sentidos y veo que no era sino un ejemplo más de escritor pobre. Decía mi amigo Ramón que el escritor en España con una mano empuña la pluma y con la otra agarra una silla con la que contiene al león del hambre… ¡Y eso fue lo que hizo el famoso y poderoso don Francisco Rodríguez Marín!

Su obra es inmensa. Ignoraba yo su especialísima amistad con el sabio Menéndez y Pelayo, que tanto bien le hizo en todos los sentidos -incluido el poder dar de comer a sus hijos-. Se cartearon y se vieron muchísimas veces, primero en Sevilla y después en Madrid. En Sevilla se veían en la tertulia y en la casa del duque de T’Serclaes, donde tenía acomodo el sabio cántabro (sintió este que en 1902, Archer M. Huntington comprara, por un millón de pesetas, la biblioteca de su hermano Manuel, el Marqués de Jerez de los Caballeros, y quiso comprar también la biblioteca del Duque, pero si bien la primera se vendió entera y se conserva en la Hispanic Society of America, la segunda se vendió poco a poco en las subastas y librerías madrileñas, y algunos de sus libros, pliegos sueltos y manuscritos se depositaron en la Biblioteca Nacional y en otras bibliotecas, pero esa es otra historia). Cuando la biblioteca desapareció Menéndez y Pelayo dejó de ir por Sevilla en primavera (decían las lenguas de doble filo que también iba por allí porque tenía un amorcillo).

Nació el bachiller de Osuna, Francisco Rodríguez Marín, en esta ciudad de la provincia de Sevilla, de una familia humilde. Desde muy niño mostró grandes dotes para el estudio y para la redacción de textos. Estudió Derecho en Sevilla, y ejerció la profesión, y se batió en los periódicos del momento con asuntos más o menos calentitos que tenían que ver con malversaciones y robos por parte de quienes podían hacerlo en instituciones públicas. Participó en la política local en el partido de Moret. Todo esto le dio poco dinero y muchos quebraderos de cabeza. Su pensar entonces y sus intereses lo hicieron participar en la masonería, lo que me ha sorprendido sobremanera. No deja claro el biógrafo cuándo dejó de pertenecer a ella -entiendo que así fue por su muerte como católico confeso-, aunque sí es cierto que mandó a Segismundo Moret, también hermano masón, a hacer gárgaras porque cuando lo necesitó, y lo necesitó mucho porque el hambre y la necesidad apretaban, Moret, informalismo, lo dejó tirado y sin atender… Sea como fuere, don Francisco también tuvo una excelente relación con Antonio Maura -de quien comenté aquí una biografía y me pareció un político que careció de suerte y apoyo para llevar a término muchas reformas que eran muy necesarias-. Maura no le falló y poco a poco Rodríguez Marín, ya trasladado con su familia a Madrid, fue medrando entre muchos trabajos literarios, de investigación, publicaciones, etc. Poco a poco se fue buscando el chusco cierto de un empleo seguro.

Alcanzó a ser miembro correspondiente de las reales academias de la Lengua y de la Historia y luego miembro de número en esta. Heredó con ayuda de Maura la dirección de la Biblioteca Nacional y, por un robo que hubo en ella -hecho por un subalterno- y ya muy viejo y cansado, don Francisco abandona el puesto y pasa a ser el Bibliotecario perpetuo de la Real Academia de la Lengua. Vivió en una vivienda que había en esta… hasta su muerte, con el larguísimo paréntesis de la guerra, que la pasó, y no bien, con su hija en Piedrabuena (Ciudad Real). Terminada la guerra volvió a su casa de la Academia y allí murió asistido por Eijo y Garay.

Me interesa especialmente su afición a la paremiología, al léxico andaluz… y, aunque lógicamente, en esta obra no se cita, fue Rodríguez Marín la persona que empujó a Alcalá Venceslada a iniciar y continuar y continuar… con su Vocabulario Andaluz. Se intercambiaron muchísimas papeletas: palabras, refranes, dichos, etc. que Alcalá le enviaba por miles a don Francisco y que este incluía luego, que para eso se los mandaba, en obras que el Bachiller editaba. Supongo que también don Francisco enviaría notas, etc. con léxico andaluz, lecturas donde se hallaba este… (me ha llamado la atención que la RAE abonaba a sus académicos 25 céntimos por corrección en el Diccionario y afirmaba Rodríguez Marín que hizo miles de correcciones).

Al final, para mí, un libro más leído. Camino andado. Tiempo invertido. Para el provecho de mi trabajo poco hallé, pero es lo que tengo… He aprendido y tomado notas de cuanto me llamó la atención y fue de mi gusto, que no fue poco.

Si les interesa saber quién es don Francisco Rodríguez Marín… pues ya saben… Lo que he leído, por cierto, en la Wikipedia no me ha parecido… esclarecedor.



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