21 de abril de 2022

461- Cortines Torres, Jacobo: LA EDAD LIGERA


El conocimiento de esta obra y su lectura es un admirable efecto colateral de la obsesiva investigación que sigo sobre la vida y la obra de Alcalá Venceslada. Creo que ya he escrito por ahí, en el comentario de alguna entrada anterior, que Cortines Torres es sobrino nieto de Felipe Cortines Murube y este, muy amigo de mi abuelo allá por los inicios del siglo XX: en la Facultad de Derecho de Sevilla se conocieron.

A veces pienso que mi vivir está más próximo a tres generaciones anteriores a la mía que a la que me sucedió y, por supuesto, lejanísima de la actual, que me cuesta comprender en sus quehaceres, sus puntos de vista, de pensar y hacer… Me siento a escuchar con los ojos lo que Jacobo Cortines me cuenta de su infancia y recorro la mía con otras voces y desde otros ámbitos, pero con mucho de realidad en común.

Este libro, La edad ligera, lo componen dos obras distintas, Este sol de la infancia (1946-1956) y En la puerta del cielo (1956-1963), que recogen dos períodos también distintos de su existencia, marcados por sus estudios: desde su nacimiento hasta la incorporación al bachillerato y, una segunda etapa, todo este hasta dejarnos en puertas de la Universidad. La mano y la sensibilidad del poeta que es Cortines recorren la obra con exquisita sensibilidad de la cruz a la raya. Si es mucha la cuidada sutileza de la narración, no menos elegante es lo sugerido, lo hilvanado apenas, lo insinuado. El uso del presente histórico es, sin duda, un acierto que facilita la identificación del lector con la obra y, por supuesto, el uso de la focalización en primera persona.

La primera obra, Este sol de la infancia, de título con machadianas resonancias, recoge los años felices de su niñez en Lebrija y en concreto en el cortijo familiar de Micones. Selecciona un estilo narrativo, difuso, impresionista… donde los colores, los olores, las sensaciones en general se sobreponen a lo racional a lo comprensible: es el niño que se va haciendo con el mundo en torno y se descubre poco a poco a él mismo en esas realidades, en contraste con ellas. Poco a poco el niño comprende y asume y recuerda con más nitidez los sucesos, los puede llegar a explicar, aunque quizá no todos del todo.



Le cabe sin pedanterías a esta remembranza, que autobiografía es otra realidad, pienso, de Jacobo Cortines el calificativo de hermosa. Me recuerda y refresca la mía: su afición al campo y todo lo que esto comporta es la mía: sus gentes: los caseros, el tractorista, el pastor, el hortelano…; sus animales: sus burros, sus caballos, los potros, los mulos, las vacas, los cerdos, las gallinas… ¡Madre mía! Ese espacio que llamamos “campo” es un lugar abierto a cualquier realidad posible, a cualquier aventura, a cualquier suceso y todos memorables: la búsqueda de nidos, subirse a los árboles, correr a los gatos, dormir a los pollos o a los pavos, los charcos, el barro, el arroyo… El arco y el tirachinas, aprender a tirar con la honda, los hermanos, los primos, los hijos de unos y otros… de cuantos viven en el cortijo o en los alrededores… Las idas y las venidas subidos a caballos o bestias, en el tractor o los carros, las pacas del rastrojo… El aburrido zureo de las palomas y los silbos de los tordos. Las heridas, los castigos: “De ahí no te muevas hasta que yo te lo diga”. Me diferencia de los castigos de Jacobo que nunca me dieron miedo los cuartos oscuros o también llamados de las ratas… Él se rebela, llora, teme lo desconocido… y mi actitud era distinta: quedarme quieto hasta que los ojos se acostumbraran a la poca luz que hubiera, que la había: no quería dar paso en falso; buscar dónde sentarme y jugar a descubrir los perfiles de lo que allí había: donde más me castigaron en ese cuarto fue en las carmelitas… Y allí nunca apareció la rata, bicho más asqueroso y repugnante que temible: solo había bancas sucias, apiladas, amontonadas, con sillas rotas; las ventanas de lo alto con las contraventanas desajustadas dejaban pasar un hilito de luz al principio, para irse convirtiendo en un chorro lo suficientemente grande como para ver todo delineado, lo necesario…

A partir de su ingreso en el colegio de los jesuitas, a partir de su prueba de Ingreso en el bachillerato… Los textos se alargan. Se perfilan y concretan mucho mejor las narraciones de lo vivido. Sigue el pulso poético que todo lo describe, pero logra Cortines dar un corte que no solo se produce en su vida recordada, sino en el estilo rememorativo que usa.

En la segunda parte u obra incluida en este libro, En la puerta del cielo, el autor marca las fechas que se corresponden, como el lector comprobará, con el período de su bachillerato y los años que es alumno de los jesuitas en Sevilla…, en el colegio de Portaceli (que también he conocido porque allí estudiaron mis primos; y dieron clases parientes míos más lejanos). Es muy posible que el autor cuente aquello que mejor recuerda, que le resulta más significativo, que más le impresionó y esto es todo lo referido a los estudios interminables del colegio una vez acabadas las clases y las relaciones con los padres jesuitas, sus vivencias en los actos piadosos comunes y no tanto, por ejemplo, de las clases. Habla de las asignaturas y sus contenidos, de los profesores… Fue Cortines Torres un alumno excelente, dedicado, atento, con la curiosidad que le llevó a conocer a los clásicos, lo acercó a la música en general y a la llamada culta, en particular…, a aprender a tocar el piano.

No hay amargura en lo que narra de sus vivencias colegiales con los jesuitas. Todo lo referido a la calidad de las comidas, de los dormitorios, etc. es propio de quien ha tenido en su casa una vida  mucho mejor (suele ocurrir en este tipo de narraciones), pero, digamos, si supiéramos de la vida de miles de niños sevillanos de entonces, sabríamos de camas, dormitorios, armarios y comidas mucho peores que las descritas por Cortines: seguro.

No deja de ser curioso que coincide Cortines con dos jesuitas hermanos y parientes de Antonio Alcalá Venceslada. Manuel Alcalá y Antonio Alcalá López-Barajas. De ambos guarda Cortines buen recuerdo. El primero será muy conocido por el espacio dedicado al cine que creó, el Cine Club Vida, un referente para los cinéfilos sevillanos de los años 60 y al que Cortines hace referencia en su obra y Antonio Alcalá a quien Cortines señala como persona y profesor de talante abierto, cercano, etc.

Quedamos a la espera, nos consta, de la siguiente entrega de estas memorias de Jacobo Cortines Torres… Asegura que en no más de un par de años. En la puerta espero, no sin darle las gracias al autor por esta obra: “debéisme cuanto he escrito”. De momento, lector, te recomiendo vivamente La edad ligera.


18 de abril de 2022

ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA-16

 

Cortines Murube, Felipe, Poemas escogidos (1908-1961), EDICIÓN de Jacobo Cortines Torres

 

En la madrugada del 21 de enero de 1961 muere Felipe Cortines Murube en su casa de Sevilla donde estaba, desde la muerte de su hermana, en una dura soledad, casi autoimpuesta, y donde la carencia de medios económicos, quien los tuvo de sobra, imponía una austeridad solo mitigada por su relación íntima, personal, comprometida con la Literatura, con su literatura.

Nació Cortines el mismo año que Alcalá Venceslada. Amigos fueron durante años porque compartieron Facultad de Derecho en Sevilla, y versos, y Ateneo… El largo prólogo introductorio de su sobrino nieto, el profesor Cortines Torres es un comentario de los libros y de muchos de los poemas de Cortines y unos apresurados apuntes de su vida, de sus literaturas, de sus andanzas.

No me sorprende lo que escribiera Cortines Murube sobre su compromiso con su tierra, sensu strictu, es decir: no solo con Andalucía, Sevilla… sino con la tierra que sus padres tenían, con sus reses, los caballos, su flora su fauna y por supuesto con sus gentes: "Acaso nada tan triste como el escritor que se queda aquí, sujeto al terruño, por un engañoso amor de geórgica, deseando unir su alma a la de su región natal y estrechar conscientemente el vínculo de sus sentimientos por la Naturaleza con el pueblo y los campos que fueron la alegría de su infancia": fue Cela quien afirmaba, y lo demostró, que, para ser alguien en las letras españolas, había que irse a Madrid. No fue lo que hizo Cortines Murube, no es lo que hizo tampoco Alcalá Venceslada. Por cierto, a día de hoy, no tengo ninguna de las muchas cartas que se debieron de escribir los poetas amigos; aunque aún me falta algún escondrijillo por revisar.




Del recorrido por sus poemas, ya antecede a esta entrada otra ya publicada y anterior a esta, El poema de los toros, donde ya expresé mi sorpresa ante la persona de Cortines Murube y por su poesía. Coincido, ¡cómo no hacerlo!, con Cortines Torres, excelente poeta, me dicen, quien afirma que quizá lo mejor de la producción poética de su pariente se quedó sin editar en la década que media entre 1950 y el año de su muerte. Comprendo que suele ser normal que la poesía de todo poeta verdadero se vaya decantando, poquito a poco, va quitando lo que sobra de préstamos e hipotecas adquiridas en el camino de la vida y la creación. La poesía se hace más personal, no necesariamente más íntima, pero sin duda se produce ese acendramiento de la palabra que comunica las esencias de lo vivido: sobran las palabras ante el ser evidente de las realidades, ¡evidente para el poeta! No son pocos quienes dejan en ese punto su creación, la abandonan, no se puede ya decir más de lo que, de suyo, parece ser inefable…

Reconozco mi recelo de andaluz provinciano, es decir, “no sevillano”, de cuanto de la capital andaluza viene. El sevillanismo superficial me produce alergia, un rechazo y por él, lo confieso, ese otro sentir sevillano, el auténtico, inherente a la ciudad y sus costumbres y sus gentes, tan amable como saludable… me produce cierta desconfianza. Lo siento. Que me perdonen mis muchos amigos sevillanos y mis parientes de allí, que son legión.

No sé si de inmediato, pero hoy, ya por fin, gracias a las secretarias eficientísimas, serviciales y amables de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Teresa y Macarena, que me facilitaron ya el camino recto y último hasta don José Manuel Vinagre Lobo, que no fue ni menos eficiente ni servicial ni amable… digo: que ya por fin tengo la tesis que defendiera en 1975 Jacobo Cortines Torres sobre su tío abuelo Cortines Murube, que espero que ayude a progresar de mi trabajo De momento la lectura de esta obra que comento y el trato con las personas citas, y las no citadas, me han hecho crecer y mejorar como persona. Muchas gracias.

Jacobo Cortines Torres

Tiene esta obra dos partes claramente diferenciadas. La introducción del profesor Cortines Torres, en la que comenta muy brevemente la vida y la obra de su tío Felipe y una segunda parte en la que hace una selección de poemas del mismo. Ambas partes me han incitado a leer la obra de Cortines Murube, especialmente a día de hoy su poesía. Algún comentario irá saliendo en este blog. Ya publiqué en la anterior entrada El poema de los toros, que recomendé vivamente, y estoy ahora, a raticos, leyendo algunos otros libros suyos…

* * *

Reconozco que estoy echando un párrafo largo en este tranco de la vida de mi abuelo en Sevilla. Considero que por su influencia lo merece: luego veré si fue así o no, pero para averiguarlo es necesario dedicar este tiempo a estos libros, a estas personas y a las muchas horas de búsquedas, llamadas, correos, idas y venidas… Si lo que publico ahora no es de su agrado, hago lo del florentino cuando acompañó a Virgilio… ¡Pasa y mira!

15 de abril de 2022

Antonio Alcalá Venceslada-15

 

Cortines Murube, Felipe, El poema de los toros

Quienes sigan este blog, aunque sea de vez en cuando, me habrían leído explicar cómo unos libros llevan a otros, unos autores a esotros, y estos a aquellos por vericuetos inescrutables, sencilla y llanamente…, o escarpadamente, como la vida misma: Las cerezas del frutero al ser cogidas, traen a otras; y así un artículo lleva a un libro, este a otro, este autor a aquel, un nombre a un callejón sin salida o a un espléndido panorama. Ya sabe, lector, la vida en rama.

La investigación que realizo sobre Alcalá Venceslada no sé si acabará aburriendo a los lectores de este pobre blog pueblerino, pero cada vez estoy más convencido de que, a este paso, da conmigo en el cajetón y de ahí al mármol vivo de mi lápida. ¡Madre mía!

Supongo que, si para mí, Felipe Cortines Murube era un nombre en las entrañas de la oscura existencia tradicional de mi casa, por parte de mi padre: “amigo del abuelo”, “alguien de los toros: Murube”, “un poeta de Sevilla”…, me temo que a ustedes no les suene de nada. Hoy no diré que soy un entendido en el poeta de Los Palacios (1883), pero sí que puedo decir algo más de lo que don Francisco Carriscondo anotó y yo aprendí -que tomé nota- en su libro ya comentado en este blog. Escribe el profesor Carriscondo: “Cortines Murube nace el mismo año que Alcalá Venceslada. Ambos estudian Derecho en la Universidad de Sevilla. Allí fundan la revista Apuntes en 1909. La obra del primero -De Andalucía (1908), El poema de los toros (1910), Nuevas Rimas (1911)- influye claramente en la del segundo”, pues dicho queda.

Felipe Cortines Murube

Del segundo libro de Felipe Cortines citado por Carriscondo intento hacer comentario aquí… Me considero aficionado devoto y lector de la buena poesía, pero no se me puede ni debe dar por entendido en la materia y este libro es de poesía. Menos aún que entendido soy de los toros: gusto de ellos y en particular del toro en el campo, del toro en sí, del toro en su puridad, si me permiten. Ver un toro bravo en Sierra Morena, que es donde los he podido contemplar, en Cabeza Parda, con mi amigo Daniel Arias de Saavedra Sánchez, donde he podido remirar los toros de Flores Albarrán, lo que, para el caso, no es moco de pavo: es un gozo que expande el espíritu. Insisto en que soy ignaro, grosso modo, en la materia taurina, en la corrida y sus acontecimientos y lances, pero eso no quita para que sepa de la belleza de ese fiero animal salvaje y majestuoso que es el toro bravo.

Cortines Murube, que por la casta le viene al galgo, sí sabía de toros. Fue muy amigo de Alcalá Venceslada. Ciertamente se conocieron en Sevilla: en la Facultad de Derecho y se trataron en el Ateneo, y en las tertulias y los festejos… de la ciudad hispalense a comienzos del siglo pasado. Y hago un alto: espero poder tener la tesis que hizo don Jacobo Cortines Torres, sobre su tío abuelo, Felipe Cortines, y dar así mayor y mejor noticia de este poeta y escritor…, otro más, olvidado en el purgatorio de las letras españolas, donde tantos y tantos vivaquean.

El libro que comento, con ese título… no puede confundir en su temática. La obra se edita en 1910 y fue escrita en una finca familiar, “El Toruño”. Leo en la primera edición de 1910, que es la que tengo a mano. Hubo una posterior en el 55, a la que se añadieron otros poemas con el toro como centro y tema de los mismos. Quiero hacer una distinción que Cortines Torres comenta sobre el contenido del libro “El poema de los toros de Cortines Murube es una pieza fundamental en la historia de la poesía taurina, porque el asunto básico no es la fiesta de toros, sino el toro y, principalmente, el toro en el campo”. Y dicho esto, añado que va por ustedes y salto al cerrao de los poemas a cuerpo gentil: sin muleta ni capote, que de nada me servirían, y en mangas de camisa.



Poemas narrativos, descriptivos, algunos versos duros al oído, en los que el poeta cuenta situaciones bien conocidas por vividas quizá muchas veces… Es más vibrante lo que describe que la musicalidad del verso.

 

Y el poeta ha sentido este alborozo

Bajo el sol inmortal de Andalucía,

Entre verdes lentiscos y acebuches,

Entre pinos y próceres encinas;

Permítanme que les cuente de estos toros de Murube de los que nos habla Felipe Cortines…

Me carga de melancolía el poema que dedica al toro indultado dos veces en las plazas (Sevilla, 1897, y en Lisboa, 1898). Ya viejo, el toro de nombre Playero, el poeta nos lo describe arando, uncido al yugo. ¡Qué dura la vejez y el olvido! Ya no hay ovación para el toro excepcional, ya solo queda arar y arar… pobre Playero, toro noble, aristócrata de los campos…

Del poema “El toro herido” emana emocionantes imágenes: la lucha de los dos toros, dos colosos; el poeta llama al perdedor “Majestuoso atleta,/ Gladiador romano,”: tremenda la pelea, grande la herida y más aún la vergüenza del toro herido que huye, solitario, a la espera paciente de su venganza: “¡Vencido está y maltrecho/ Y aún con orgullo reta!”.

En “Momento” contemplamos la fiera nobleza del bravo que, si es capaz de herir, de matar, se deja, a la par acariciar por el joven vaquero que le da de beber en una herrada y le acaricia el cuello:


Y el toro, tan tranquilo:

¡Parece que se alegra de ser bueno,

En su vida feroz siquiera un breve

Y singular momento!

Sin la presencia protagonista del toro, lo es la jaca, el “Romance de la jaca” es también emotivo, transmite al lector la belleza del jinete que sobre ella cabalga, que va y viene en el campo, por gusto o realizando labores propias de vaquero en la ganadería… Galgos, liebre… animales presentes en la marisma…

Andando el camino del poemario hallamos “Los potros” que tiene una plasticidad y una amable frescura, un muy notable arreón sensorial. El colorido de los caballos, sus crines y colas al viento, sueltos en el potrero, por el campo abierto, en manada, sin más orden ni concierto que sus alocadas carreras… Ese modo de ser, de estar… el lector, de forma inconsciente, lo identifica con la libertad en el campo, en la dehesa, en la marisma y le traen esos inconfundibles olores y las sensaciones.

 

Los ágiles greñudos giran fieros:

¡Nada á su empuje servirá de estorbo!

Así recorre triunfadora el mundo

La bravía manada de los potros.

En libertad irresistible: ¡busca

Un espacio infinito ante sus ojos!

 

Fueron el caballo y el perro mis animales predilectos durante toda mi infancia. Nunca me resultaron atractivos los animales salvajes, peninsulares o africanos. Veía reportajes sobre unos y otros, pero como el caballo y el perro ¡ninguno! Estos versos me llevan a otras voces y otros ámbitos de mi infancia… La parte del poema de los caballos ya domados, ya bajo el mando humano no es de mi agrado: me parece grandilocuente. Si los caballos, los potros, sueltos en el campo me parecen admirables, bajo su jinete se me antojan sometidos, perdida su libertad y la sensación que de esta transmitían. Y añado: digamos que el mundo clásico ahí inserto me sobra, y más bien lo considero ganga de influjo modernista: Píndaro, Alejandro, Roma, César… para mí están de más ahí. 

“En medio del camino” es el terrible suceso de un toro huido del cerrado: ha saltado la tapia o la valla, y sale al camino, bestial, desafiante, agresivo y no duda en atacar a un grupo de manchoneros que por el camino regresas del trabajo a sus casas. Terrible la escena.



Es el diccionario mi compañero inseparable. A diario busco no menos de tres o cuatro palabras para matizar y concretar su significado o porque ignoro su significado. Me topo con “manchoneros”. Lo busco en el Vocabulario de Alcalá Venceslada y no lo hallo. Cierto que Alcalá incluye “manchón” (“Cercado o vallado de corta extensión”), pero ¿acaso no debió también incluir a quien trabaja en él, “manchonero”, como el diccionario de la RAE, por ejemplo, contiene las entradas: “mesón” y “mesonero”? Lo ignoro. Lo busco en la red y descubro que esta palabra significa en Los Palacios (Sevilla), lugar de nacimiento de Cortines Murube: “manchón a una pequeña parcela agrícola, de propiedad familiar y situada en la campiña, que los campesinos cultivaban en las proximidades del núcleo urbano y en la que producían alimentos básicos, la mayoría de autoconsumo”.

Los poemas referidos a los lances de la corrida, del toro en la plaza, no son tan de mi agrado: el público, el torero, la espada… se hacen del protagonismo del poema y el toro ya no es el gladiador de poemas anteriores, lo es el torero. Los cuernos del toro ya no son espadas… lo es la del torero que entra a matarlo con ella… He de reconocer que siento lástima por el animal que fue criado para, y esta preposición es capital, para, insisto, terminar en la plaza por sus pasos contados. De no haber toreros ni plazas ni público… el toro, esa descomunal fiera salvaje, no existiría ni podríamos gozar con ella. El final de Playero es impertinente por inadecuado. El toro libre en el monte y en los cercados tiene thelos… Es una opinión más.

Hallo extrañado un leísmo y un laísmo… de cuyo origen me asombro: en persona leída y andaluz, que no los usamos, como cae Felipe Cortines en ellos.

En algunos momentos, algunos de los versos y el tratamiento de los temas me traen ecos de los poemas del Juan Ramón de Arias tristes, de aquel primer momento de su obra donde el modernismo lo hallamos trufado de romanticismo decadente… No muchos años antes anduvo del joven moguereño escribiendo y leyendo en el Ateneo sevillano… 

Se cierra el libro con el “Romance de los toros” poema en el que Cortines se dirige a quien cree que realmente sabe de esos animales míticos y de su historia íntima y secreta y que no es otro que el vaquero. A este solicita ayuda, información, testimonio de todo cuanto rodea al toro desde su nacimiento y culmina el libro con los dos últimos versos:

 

¡Que yo escuche de tus labios

El Poema de los Toros!

 

He disfrutado del libro y entiendo que también lo hará especialmente quién guste, por supuesto, de los toros, pero también del campo y en particular de la Naturaleza.



8 de abril de 2022

ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA -14

 


Comas Caraballo, Daniel, Autonomía y reformas en la Universidad de Valencia (1900-1922)

Vuelve a contarme el autor, como no podía ser de otro modo, noticias conocidas que ya leí en libros anteriores, si bien en este percibo una clara inclinación en favor y defensa del krausismo y los krausistas como las estrellas rutilantes del espacio educativo de los años que estudia: eran ellos, casi sin duda, quienes podrían renovar el mundo universitario, la educación española, la formación de sus gentes, el cultivo de tantos millones de analfabetos… porque tenían las ideas claras sobre cómo y qué hacer… “El regeneracionismo en materia universitaria no puede identificarse plenamente con la Institución libre de enseñanza, sin embargo, se entendieron porque ambos coincidían en su deseo de amplia reforma. La segunda iba más lejos pues no se conformaba con denunciar, sino que contaba con un plan definido, con un camino para la transformación universitaria del que los regeneracionistas sociales, claros en sus pesimistas diagnósticos, carecían”.

No deja sin embargo de llamarme la atención que la Institución libre de enseñanza, a lo largo de sus décadas de existencia, solo creara un colegio, privado, exclusivista, caro y en Madrid… Y su influencia solo fuera puntual y parcial, beneficiándose de su acceso al poder quienes eran institucionistas. Difícilmente así se podría llevar a cabo ninguna reforma “amplia”. Es posible que tuvieran las ideas clarísimas con respecto a qué hacer, pero hacerlo… no lo hicieron.

Creo que es fácilmente demostrable que la comprensión de la necesidad de un cambio, de una mejora impostergable en la educación ha sido una realidad que se remonta en el tiempo a mucho antes de los llamados regeneracionistas de finales del siglo XIX y, por supuesto, de los krausistas. Las legislaciones, por ejemplo, de todo ese siglo pretenden mejorar la educación, con un claro pero: es más que una impresión que todos, me refiero a partidos políticos y corrientes de pensamiento, los eclesiásticos, las órdenes religiosas, pretenden la mejora y la reforma a beneficio de su inventario, llevando el agua a su molino y arrimando el ascua a su sardina. Todo ello deja bajo dudoso pabellón las intenciones rectas y verdaderas de una reforma general y beneficiosa para la educación en sí y para los educando como principales benefactores, sin ver en ellos solo mentes que amaestrar, manipular, condicionar, etc. Y a las legislaciones nonatas o pseudoimplantadas… me remito.

La reforma universitaria deseada se reducía en la lucha de estas, eran diez en España, por “la autonomía universitaria la que se convertiría en el estandarte de la renovación y el cambio universitario”. La Iglesia representaba el retroceso y lo retrógrado y los renovadores, los krausistas en particular, “La europeísta y liberal, identificada casi por completo con el ideal institucionista, que pretendía modernizar el sistema español y asimilar modelos que aplicaban con éxito los países más avanzados”: por sus adjetivos también los conoceréis.

El autor afirma que “La autonomía universitaria del primer cuarto del siglo XX podemos dividirla cronológicamente en tres etapas. Una primera que abarcaría desde la creación del ministerio de instrucción pública en 1900 hasta el gobierno de Santamaría de Paredes en 1905”, que es, digamos, la universidad que afecta de lleno a Alcalá Venceslada, aunque sus estudios de Derecho irán más allá de esa fecha, pero hemos de entender que estos fueron marginales… No obstante, para nuestro estudio, para el universitario que fue Antonio Alcalá, como para cualquier universitario, su problema no está tanto en la legislación que conduce y encauza su carrera como las asignaturas que debe aprender, dominar y aprobar…


Creo que con este libro he cubierto sobradamente la legislación que rigió los años de estudiante de Alcalá Venceslada, que, como todos cuantos hemos sido tal, de más de un siglo a esta parte, nos hemos limitado a padecerla y aún lo hacen quienes están en las aulas. 


3 de abril de 2022

ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA-13

Aguilar Piñal, Francisco, Historia de la Universidad de Sevilla

Breve, sintética, escasamente útil para mí, esta apresurada historia de la Universidad de Sevilla. Bien escrita, atractiva y clara. Sin duda es obra para quien desee hacerse una idea de los procesos que ha seguido esta Universidad, a la par que sigue los pasos legales generales de las universidades en los momentos de su creación y desarrollo.

El primer debate en que el autor se detiene es la fecha de su creación y qué posición ocupa con respecto a las universidades españolas restantes. Salamanca, Granada… fechas de inicio de unas y otras, de terminación y erección definitiva del claustro… Todo ello me interesaba poco para lo que andaba buscando.

Les hago gracia del proceso desde que maese Rodrigo pusiera su empeño en crear un colegio, embrión de la futura universidad, las pugnas y hostilidades entre unos y otros para hacerse con los cargos, los beneficios, etc. Se explica el inicio en Sevilla de los colegios que luego terminarán por llamarse mayores (en el blog comenté una obra al respecto, cuyo título olvidé y no encuentro ni en el blog ni en los libros de la biblioteca de casa…).

Por lo que a mi investigación respecta, son de interés relativo unas poquitas páginas dedicadas a la maraña legal, que ya he leído en textos más específicos, sobre la enseñanza en el siglo XIX. Me ilustra ver cómo de continuo hallo dos tendencias casi constantes que desean hacerse con la legislación educativa, con la educación en sus distintos niveles… y así, sean llamados ilustrados o no, moderados o conservadores, krausistas o neotomistas, izquierdistas o derechistas…, conservadores o liberales… la enseñanza será siempre, parece ser, como ya he comentado en alguna otra entrada sobre el caso, campo de batalla donde no sobra el adjetivo tópico de encarnizada: por intereses no solo personales, sino, insisto, de grupo, ideológico… Y siempre presente en ella y en España la precariedad económica: se ensalza, se exalta, se solemniza… la importancia de la educación para luego destinar a ella presupuestos cicateros e insuficientes… Litigios y más litigios, denuncias, correcciones sobre las leyes del otro apenas puestas en pie… La búsqueda de una ansiada independencia universitaria que no pasa por ser sino un falso fantasma, pues si independiente de esta, dependiente de esotra…, si libre de aquello, sojuzgada por este…

Andaba leyendo este libro y venía a coincidir curiosamente con una realidad que entronca aún más, digamos, a Alcalá Venceslada con la universidad de Sevilla, pues su nieto, Gabriel Pérez Alcalá, es el rector de un espléndido campus universitario en esa ciudad. No sabía que los jesuitas, quienes ya tuvieron excelente universidad en Sevilla, hasta la expulsión de 1767, fueron saqueados en sus edificios, bibliotecas, etc. para seguir adelante con la universidad sevillana estatal actual.

Por lo que a mí respecta, tendré que buscar un libro que mejor ilustre mis necesidades sobre la universidad hispalense en los años que Alcalá Venceslada estuvo en 1903, y siguientes, por ella.