24 de mayo de 2021

446- Rilke, Rainer Maria: LOS CUADERNOS DE MALTE LAURIDS BRIGGE

 

Conforme he ido avanzando en la lectura de la novela que ahora comento, me iba preguntando cómo me la explicaría para poderla, a su vez, comentar en esta entrada. La obra, en la edición de Losada, Buenos Aires, 1958, prologada por Guillermo de Torre, tiene 202 páginas, es decir, que he tenido ratico de paseo para solventar la papeleta… y he pensado lo siguiente para que usted y yo nos encontremos con la realidad que esta obra es.

Empecemos por el principio por razones de orden, si me permite. He leído varios diarios de Rilke y algunas de sus más sobresalientes obras poéticas. Siempre se me quedaba ahí, a trasmano, esta novela de endiablado título, para mí y no sé por qué: ¿De qué irán Los Cuadernos de Malte Laurids Brigge?, me preguntaba. Nunca antes de haber empezado su lectura había mirado ni consultado en ningún lugar la respuesta a mi pregunta, es decir, me zambullí en ella con la ilusión de quien esperaba hallar una aventura de orientación y contenido ignorados, y ahora va mi explicación.

Es frecuente que, por mi modo de leer con atril, que traigo y llevo (aunque tengo muchos), en ocasiones los libros se deslicen en mis mudanzas de lugar de lectura (uno es un mandao) y se caigan. Esto me incomoda porque se cierra la página por la que voy y tengo que tantear en la apertura y búsqueda de por dónde voy… Me ha pasado tres veces con Los cuadernos… y en una de ellas creí acertar por dónde iba leyendo y, sin embargo, me sonaba lo que leía, aunque no con claridad… ¡hasta que llegué a un detalle que me ratificó que estaba releyendo… lo que no hacía mucho había leído!, es decir: ¡y tan ricamente! Esto me dio un dato de la novela. Sinceramente le digo que no sé de qué va esta: da la impresión -¡será el expresionismo!- de que el autor ha ido escribiendo texto con un vaguísimo sentido de relación: la narración de un pasado infantil, juvenil, aristocrático, de nombres rimbombantes y relaciones principescas y nobiliarias, en espacios igualmente nobles, reales, imaginados, recordados, etc. que se entremezclan con una divagación física y memorística de una vivencia en París… y todo ello sazonado de párrafos y párrafos intermedios, o que anteceden o suceden a hechos incomprensibles para el lector –al menos para este lector-…, pero permítame: ahí me ha tenido usted, página tras página, esperando hallar la clave –“Quizá sea a la vuelta de esta esquina y esta página”, me decía-. Pues ya le digo: la he gozado yendo tras ninguna meta, en medio de ningún argumento, paseándome por una especie de vagas cadencias no sé si formales y de contenidos, pero… ¡me he pasado ratos agradables! Cuando no entendía mucho, poco o nada… suponía que era como en la propia vida, donde uno no sabe a veces bien por dónde va la aguja de marear… Y así, unos ratos con otros, camino, ya le digo, de ninguna parte he llegado a la página 202 con la sensación risueña de que alguien me ha tomado la coleta, ¡y tan contento!

La respuesta es “no”: no me he dormido ni me ha causado sueño ni aburrimiento, sino que, ya digo, anduve por caminos diversos, tomé bifurcaciones de la mano del autor, al azar, sin saber por qué…, así, a lo bobo… Sin aburrirme, ni dormirme, sin enfado: todo ello, añádase, “curiosamente”.

A partir de ahora, no sé si como tantos (no conozco a nadie que lo haya hecho), podré decir que leí Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Ahora tengo una idea particular de qué es el expresionismo más allá de la teoría y las generalidades que puedan leerse en algunos manuales, supongo. Por tanto: no recomendable ni apta para lectores impacientes y deseosos de seguir una argumentación con causa y efecto en un ámbito espacio temporal concretos, con personajes fácilmente reconocibles, nominables, corpóreos, casi me atrevería a decir, etc.

No podré comprobarlo nunca, me temo. ¿Cómo será esta novela leída en alemán? 

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