26 de abril de 2021

444- Campanella, Tommaso – LA CIUDAD DEL SOL



Hace muchos años, me comentó un amigo que su psiquiatra le había recomendado que, de vez en cuando, si no podía dormir, leyera la guía telefónica. Como esta no existe ya y aquel psiquiatra no conocía la Ciudad del Sol, yo se la recomiendo porque pronto podrá usted en su cama cerrar el libro, apagar la luz y pasar al estado de sueño. Ciertamente esto es hiperbólico como no lo es que nunca me he quedado dormido con un libro en las manos: en caso de necesidad procedo con el orden arriba explicado: cierro el libro, etcétera.

Tuve noticias de la obra que hoy comento con motivo de la bibliografía que de un modo u otro habían tratado la idea de progreso, y los utopismos tenían que ver con aquello. No recuerdo con nitidez lo que leí al respecto en general ni en particular de esta obra, pero ya entonces (1995) me propuse leer completa la obra de Campanella. En este sentido, la utopía del dominico es típicamente renacentista por la fe en el progreso y la instrucción; amanecerá el XVIII y vendrán las tormentas del XIX que pondrán al hombre ante su propia realidad existencial (el XX mejor dejarlo aparte). Me interesaron también sus antecedentes La República platónica y Utopía de Tomás Moro, obras ambas que tampoco he leído, aunque estudié la de Platón en COU.

Pensé que en la obra de Campanella me encontraría con una novella al estilo de las Novelas ejemplares de nuestro don Miguel de Cervantes, pero no es así. Ignoro de dónde saqué semejante idea. La realidad es que toda la obra es un diálogo sobre las curiosidades que le cuenta Genovés, un navegante, a Hospitalario, un caballero de la Orden de Malta (también conocida por otros nombres Orden de San Juan, Orden de los Hermanos Hospitalarios, Orden de los Caballeros Hospitalarios). Nuestro navegante genovés va contando cómo, al dar la vuelta al mundo, llegó a la isla de Trapobana y lo que halló en ella (hoy hay quienes la sitúan en el mapa), pero, sin duda se trata de un lugar utópico donde fue llevado a la Ciudad del Sol, con su templo heliocéntrico y sus características que va desglosando al hilo de la preguntas que el caballero de Malta le hace.

Desde primera hora el lector comprende que se halla ante una novela que nos describirá una sociedad teocrática y, a su vez, comunista: “Dicen ellos que toda la propiedad nace de tener casa aparte, e hijos y esposas propias, de lo que nace el amor propio; y así, para otorgar riquezas o dignidades a un hijo, o para dejarlo como heredero, cada cual se convierte en depredador público, si no siente miedo, siendo poderoso; o avaro, insidioso e hipócrita si es impotente”. Es sabido que es este el inicio de la malicia del hombre, según muchos autores: la codicia y la propiedad privada, es por tanto, que si el hombre nace bueno y no hubiera propiedad privada, siendo todo de todos o del Estado… ¡acabose por tanto todo el mal y los malos de este mundo! Hagamos una revolución, con lucha, pues la guerra es la partera de la Historia, quitemos a los ricos, etc. La historia es conocida.

 Campanella, que habla por boca del Genovés, está preso cuando escribe la obra. Es dominico y, por tanto, sus conocimientos teológicos se van plasmando en los enfoques de la obra que escribe y de la que venimos hablando. Todo queda regulado en la ciudad-estado imaginada por el religioso: desde cómo concebir y quiénes a los hijos (dice que los ciudadanos de allá se asombran de cómo se eligen bestias para mejorar razas y no así entre los humanos; y el chiste, viniendo al caso, no lo hace al lugar), cómo educar los hijos, quiénes se encargan de ellos, quiénes de hacer la guerra o la paz, etc.

Insisto es entonces cuando la obra se va haciendo más correosa, lenta, muy descriptiva, detallista y el lector, más o menos interesado en la conformación de lugar semejante, recorre las líneas con más o menos deleite. En mi caso, y quien siga este blog, si es que lo hay, se dirá que ando remilgado y melindroso con las obras que leo y que últimamente pocas me caen bien: es posible y no lo niego, quizá sea la edad y el poco aguante que por ratos me queda… Digamos que el autor va dando tantos detalles, tantos pormenores de costumbres y leyes que uno se va haciendo –al menos servidor- una idea general de cómo es la Ciudad del Sol y cómo viven y conviven sus habitantes y con ello va sobrado y al punto de hartarse.



Todos los ciudadanos son deístas de forma, digamos, natural: ellos descubren que hay un Ser Superior que es Creador. En su obra Campanella apunta el anhelo de una monarquía cristiana universal, basada en un nuevo orden religioso, político y social. La idea y el empeño no son nuevos: se habían intentado y conseguido total o parcialmente con anterioridad en la historia (Carlos I lo intentó, por no irnos muy lejos). Al final se pretende conseguir una circunstancia capaz de dotar a todos de la felicidad en esta tierra…, que es una quimera. Desde el punto de vista antropológico, lo expuesto por Campanella, con toda su buena intención, es un disparate que no se sostiene, pues pretende someter, sojuzgar, imponer un único modelo de vida a hombres que, por la gracia de Dios, somos distintos y tenemos opiniones distintas sobre asuntos mundanos: ningún totalitarismo, del signo que sea, es prudente, viable y justo.

No ha sido un divertimento la lectura del libro, pero… he aprendido, he constatado…


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