18 de abril de 2021

480-CHARLIE-SALIDA-BIBLIOTECA PROPIA, PROBLEMA PERSONAL

 


Querido charlie: te lo resumo para que no inviertas tiempo en algo que no te interese. Estilo comanche, con perdón: Biblioteca particular, problema personal.

Problema a la vista: biblioteca en casa. Biblioteca extensa, dueño viejo y carencia de herederos fiables para el traspaso del bien. Me dice un amigo de otro amigo, profesor universitario de Literatura, que le ha comentado que no quiere que dividan su biblioteca ni que esta caiga en manos bárbaras (eso mismo tengo puesto en mi testamento). Otro conocido, no ha mucho, me decía lo mismo y también, como el anterior, no sabiendo qué hacer, ofreció sus más de 7.000 volúmenes a universidades e instituciones que rechazaron con buenas maneras y sin ambages el ofrecimiento: “No, gracias”.

Una biblioteca no se cría en un verano como los melones. Una biblioteca con unos miles de volúmenes requiere no solo tiempo, sino una inversión económica cuantiosa. Muchos libros, por mil causas, se buscaban durante años (ahora el asunto ha cambiado). Tener un amigo librero, repito: li-bre-ro, era capital. El amigo que te rebuscaba en las distribuidoras, en las editoriales y en los almacenes… el libro agotado que milagrosamente comparecía, o no, a base de llamadas telefónicas, petición de favores y esfuerzos personales impagables. Cada libro de la biblioteca tiene una historia de compra detrás. Cierto que esas historias e intereses se difuminan o incluso se olvidan con el paso de los años: tener en la cabeza los miles de títulos no es fácil, cuando, además, no es infrecuente leer de otras biblioteca, de préstamos de amigos… No es anormal la sorpresa del libro aparecido en una balda…, ¡aunque estén catalogados! Resumo: no solo hay trabajo en el embarazo, parto, crianza, etc. de la biblioteca, sino mucho cariño, si no amor, en su maduración… Y ahora, llegados a este punto, cuando la vida declina y el horizonte mengua y la tormenta se cierne y la noche apremia… ¿qué hacer con la biblioteca de mis amores?, se preguntan estos amigos míos. Cuando veas las barbas de tu vecino rapar… ¿Y qué hacer con la mía?

Algún ignaro utilitarista aconsejará un “Véndase” que suena como un estampido en el silencio. Una biblioteca particular tiene un hilo conductor, un hilván que la une por los intereses de quien la fue haciendo. Podría ocurrir que la interesante biblioteca de un estudioso de la filosofía no sea de interés para un matemático o un filólogo o un geógrafo. Me consta que Amando de Miguel, el sociólogo, en sus penurias, quiso vender su biblioteca por necesidad: “Vendo la biblioteca por 225.000 euros”. Ignoro si alguien se la compró: mucho me temo que no. Para que una biblioteca valga ese capital, debe tener libros singularísimos, asunto que desconozco en el detalle del caso. Comprar una biblioteca, con todos mis respetos y mi dolor, vale cuatro perras, mas es impagable, inestimable, para su dueño y particular diseñador: la vida de este está entremecida en esas páginas: ni entremetida ni entrometida, sino, repito, entremecida en un ir y venir de miles y miles de páginas… y miles de libros. ¿Qué fue de todo ello? Recuerdo con estupor, sé quién lo hizo: un jugador de fútbol, ya entrenador, quien comentó con un desvergonzado descaro que había comprado libros por metros cuadrados para la librería que había puesto en un testero de su salón de estar: ¡esos metros le salieron baratos y no debió costarle pegarles fuego cuando se hartara del decorado!



Mal negocio, mis queridos amigos. Mudanzas con libros, correos que se esperan, cartas que se escriben, horas de librerías y catálogos… “¿Se regala biblioteca con unos miles de libros!?. No sé.

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