22 de mayo de 2020

410-Urrutia, Julio de: EL CERRO DE LOS HÉROES



Durante décadas ignoré por qué la guardia civil de Jaén, en septiembre de 1936, se fue a refugiar al santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena, a unos 33 kilómetros de Andújar, sierra adentro. El sitio me pareció esquinado, encerrado, fácil de defender, pero difícil de abandonar, con pocos recursos a los que acudir, limitado a la hora de poder socorrer, etc. Lo pregunté a personas que, con más o menos edad, vivieron esos años y lo más que alcancé a saber fue lo que me dijo un viejo que, para mí no aportaba luz a mi pregunta ni me la solucionaba: “Porque fueron unos maricones”. Esa respuesta fue un enigma, porque conocía el monumento que había en la entrada del Cuartel de la Guardia Civil de Jaén en honor al capitán Cortés y sabía que el hospital más grande de Jaén llevaba su nombre y, por tanto, no concordaba el reconocimiento público por su heroicidad, valor o lo que fuera y, a su vez, una condena por su cobardía.

También me dijeron que habían tiroteado el cuartel que se hallaba en Roldán y Marín desde la calle Nueva, lo que no parece cierto; aunque sí lo que lo fue que, mientras se marcharon o no lo guardias desde Jaén hasta el Santuario, fueron muchos los individuos, jornaleros y, en general, gente de izquierdas que paseaban amenazantes por los alrededores del Cuartel. Muchos de ellos andaban a la espera de las resoluciones y negociaciones que hubo entre el Gobernador Civil, el Gobierno de Madrid y el teniente coronel Iglesias que mandaba la comandancia de Jaén, auxiliado por dos comandantes, si la memoria no me traiciona.

Sea como fuere dentro de la comandancia no había acuerdo claro de si debían o no sumarse al golpe promovido por los militares o bien quedar sujetos a la legalidad republicana. Creo que es ahí donde encaja el comentario que el viejo me hizo: fueron unos maricones, seguro que este hombre era de “derechas”, porque no se adhirieron como hubiera sido preferido por él, al bando nacional, golpista, franquista o como quiera que lo llamemos. El capitán Cortés, el capitán Repáraz y algunos, los que fueran, más o menos, guardias y oficiales y suboficiales sí estaban de acuerdo con levantarse en armas. No querían en absoluto repartir las armas almacenadas en el Cuartel entre los civiles, como se había dado orden (se terminaron entregando, si bien se hizo todo lo posible para que estuvieran en el peor estado posible). Estos jefes y oficiales, con muchos suboficiales y guardias, tenían sus planes: se habían puesto de acuerdo con los mandos de la caja de reclutas de Jaén, que también querían levantarse en armas. Mientras el teniente coronel Iglesias estaba indeciso, hasta el punto de que fue llamado a Madrid. Fue entonces cuando los más decididos, concentrado el grueso de la guardia civil desde julio en Jaén, muchos de ellos en Linares, Úbeda y Andújar, de no fallarme la memoria se tomó la decisión de que partirían dos columnas, una hacia Campillo de Arenas y otra hacia Alcalá la Real, con la intención de pasarse al bando nacional, como así hicieron. Otro grupo se marcharía al Santuario con la aquiescencia de las autoridades civiles y militares, haciendo el trayecto en tren desde Jaén hasta Andújar y desde esta al Cabezo en camiones.


El autor del libro cuanto narro lo cuenta con un detalle milimétrico. En la misma estación y ya subidos en vagones, algunos de los llamados “rojos” hicieron bajarse a algunos religiosos que se marchaban con los guardias, pues iban entre unos y otros alrededor de mil ciento cincuenta personas. La escena es dura, pero el final previsible: estos religiosos fueron religiosamente asesinados.

Llegado al Cabezo el comandante Nofuentes negoció con las autoridades de Andújar la entrega de las armas de todos los guardias instalados en el Santuario; pero una vez allí el capitán Cortés se negó a ello y a cualquier tipo de negociación con los milicianos y se sublevó con sus tropas. Ahí comenzaron ocho meses de luchas continuas, bombardeos (he llegado a tener en mis manos, y en mi casa estuvo durante décadas, una bomba que no explotó de las lanzadas por la aviación republicana), heroicidades y miserias… que se me han hecho largas, pues la retórica del autor me recuerda la época de mi infancia: el Glorioso Movimiento Nacional y toda la parafernalia léxico-semántica del momento, que resulta muy pesada…

Me he permitido leer la obra hasta la página 200, lo que no ha sido menuda tarea a estas alturas y con ello resuelvo mis preguntas y dudas y dejo al capitán Cortés y a su campamento al pie de Santa María de la Cabeza y rodeado por milicianos malintencionados. No sé si por motivos familiares o por haber ocurrido en la provincia de donde soy, el hecho es que este suceso siempre fue muy mentado y exaltado en el colegio, en un único y mismo sentido… Quede para quien esté interesado en el suceso la lectura de la obra completa.


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