El bien y la bondad no son
democráticos, como es indivisible la libertad (Havel)… Cuesta comprender que
exista el mal y las personas malas, personas que van exclusivamente a lo suyo y
su interés particular solo buscan. No actúan por casualidad, aquello que hacen
no es un error, una equivocación: mienten y hacen el mal a conciencia; nadie
miente y lo ignora, quien miente sabe que lo hace. Asombra, sin embargo, la escasa resistencia, la casi nula
rebelión contra las ideas falsas, risibles, ridículas que defienden. Volvemos a
lo dicho arriba: no queremos salir de la normalidad, no deseamos hacernos
notar, quizá seamos menos o incluso el único que en un grupo defiende la verdad
ante el silencio pastueño de la mayoría. ¡Silencio!, es lo que manda
Bernarda Alba en su casa, en la obra de Lorca. ¡¡Silencio!!
Las personas
excelentes, ¡que las hay a nuestro alrededor!, apabullan y desconciertan por sus
capacidades, sin necesidad de querer ese fin. Se muestran como son, sin
embargo, para el mediocre, son soberbios, vanidosos, arrogantes, chulos… Quien
vive en la mediocridad, el perezoso, el egoísta, el normal, el
aburguesado… no comprende que puedan existir personas excelentes, superiores
moralmente a él, personas de más y mejor calidad que otras (no admite que, no
lo olvidemos las repetidas ideas escritas arriba, todos somos iguales, nadie
es mejor que nadie, etc.). Toda la persona que busca la excelencia es
atractiva, como el mal repele. Es así. Es sencillo. La persona que persigue la
excelencia, que posee virtudes eminentes, no deja indiferente a nadie: en
ocasiones es amada por unos y odiada por otros en el mismo grupo, ¿cómo se
explican esas reacciones contrarias, pues la persona es la misma…? El mal, ese
mal del rencor, nace en el interior y en él queda: es el rencor contra la
excelencia que horada, carcome, quema, consume…
Decía Ortega que todo intelectual íntegro, honesto, cuando plantea un problema debe aportar al menos una solución. Marías no iba dejar de hacerlo, ni yo con mis limitaciones que a la vista están.
Disculpe que vuelva y repita conceptos
arriba expuestos. El enrarecimiento ambiental que generan los rencorosos se
origina en ese anhelo de búsqueda de la mediocridad, el rechazo a cuanto
sobresalga, alcanzar la “normalidad” ambiente, ir a la media social, buscar
generaciones de individuos moldeables, elásticos, adaptables, indiferentes, sin
juicios propios, respetuosos con las opiniones de los demás (todas las
opiniones son respetables: la mía es que lo tontos vuelan, ¿acaso no la piensa
respetar?)… Si logran la presión necesaria, si se oscurece suficientemente el contexto
social y se obtura el futuro, el panorama se pone de su parte.
Marías nos regala una admirable
ventana por la que entra aire limpio y fresco y no me recato en abrirla entera
por larga que la cita sea: “Conviene
no dejarse engañar por las apariencias. Los destructores, llevados por su
propósito, que sería excesivo llamar vocación, por su diversidad e
inconsistencia, representan una menguada porción de lo real. En nuestra época,
la acción de los medios de comunicación, que es decisiva, los magnifica y hace
que la mayor parte de la gente les atribuya una importancia desmedida. Baste
con mirar unos periódicos o atender a las emisoras de radio o a los programas
de televisión. Una forma de cuantificación más, particularmente importante, es
la proporción con que se atiende a todo ello, más desproporcionada todavía si
se compara con la atención que se dedica a casi todo lo que es interesante. A
última hora, se trata principalmente de un error de óptica, que urge superar y
restablecer una visión más adecuada”. Me acordaba de que una ventaja para
aquellos que nos gustaría ser excelentes –aunque no lo seamos-, es que el
diablo es conservador como demostró Alejandro Llano: le va bien, les va bien…
Repiten una y otra vez argumentos, ¿para qué cambiarlos si en ellos caemos
atrapados los demás? Y así, escribe Llano: “cuando
la ética se desvincula de la vida personal y se remite a unas reglas puramente
neutrales, lo que sobreviene es la desmoralización, la pérdida de la moral
cívica, cuyo sustituto es entonces lo ‘políticamente correcto’” y “el moralismo
autosuficiente se resuelve en inmoralismo”, concluye. Aprendamos la jugada mil
veces repetida del mal y los malos.
¿Qué va a pasar?, nos preguntamos y rara vez ¿qué vamos a
hacer? Y más concretamente: ¿Qué voy a hacer yo? Ese ser futurizo, proyectivo,
que es el hombre parece no vislumbrar nuevos horizontes, nuevos proyectos: todo
se vuelve presente y oscuro.
Es pavorosa la esterilidad de todo negativismo, la inferioridad que asegura a personas, partidos, pueblos que se dejan dominar por él. El peligro es que nos atenaza el conformismo aburguesado que nos lleva a la falta de crítica, de rechazo de lo indeseable, que se termina aceptando como lo que es: panorama, con normalidad; se extiende la capa de la benevolencia, que suele ser pusilanimidad y cobardía. Además, cierta ingenuidad ante la supuesta bondad, normalidad, neutralidad de los sembradores del odio, en el fondo, y a veces en las formas. Ser necio, comprensivo, tolerante, complaciente… con estos planteamientos solo conduce a un juego que suma cero y alguien pierde por norma.
Le invito a que lo siga intentando ser
excelente: no ceda cuando no deba. Servidor dista muchísimo de serlo, pero
ensaya, lo intenta, se equivoca, se levanta, lo vuelve a intentar… Lo animo a
que usted haga otro tanto. Es una lucha hermosa, que hace atractiva cada día de
la vida: la felicidad es consecuencia de esa guerra de paz. Busque un modelo:
son millones los que hay y sígalo. No se complique. El bien es sencillo y lo
pequeño hermoso…
Buenísimo el comentario.
ResponderEliminarMagnífico. Luz.
ResponderEliminarEs una reflexión que voy a hacer hoy con mis hijos.