26 de mayo de 2020

371- CHARLIE-SALIDA-El rencor contra la excelencia. “Las comparaciones son odiosas” (Y PARTE IV DE IV)


El bien y la bondad no son democráticos, como es indivisible la libertad (Havel)… Cuesta comprender que exista el mal y las personas malas, personas que van exclusivamente a lo suyo y su interés particular solo buscan. No actúan por casualidad, aquello que hacen no es un error, una equivocación: mienten y hacen el mal a conciencia; nadie miente y lo ignora, quien miente sabe que lo hace. Asombra, sin embargo, la escasa resistencia, la casi nula rebelión contra las ideas falsas, risibles, ridículas que defienden. Volvemos a lo dicho arriba: no queremos salir de la normalidad, no deseamos hacernos notar, quizá seamos menos o incluso el único que en un grupo defiende la verdad ante el silencio pastueño de la mayoría. ¡Silencio!, es lo que manda Bernarda Alba en su casa, en la obra de Lorca. ¡¡Silencio!!

Las personas excelentes, ¡que las hay a nuestro alrededor!, apabullan y desconciertan por sus capacidades, sin necesidad de querer ese fin. Se muestran como son, sin embargo, para el mediocre, son soberbios, vanidosos, arrogantes, chulos… Quien vive en la mediocridad, el perezoso, el egoísta, el normal, el aburguesado… no comprende que puedan existir personas excelentes, superiores moralmente a él, personas de más y mejor calidad que otras (no admite que, no lo olvidemos las repetidas ideas escritas arriba, todos somos iguales, nadie es mejor que nadie, etc.). Toda la persona que busca la excelencia es atractiva, como el mal repele. Es así. Es sencillo. La persona que persigue la excelencia, que posee virtudes eminentes, no deja indiferente a nadie: en ocasiones es amada por unos y odiada por otros en el mismo grupo, ¿cómo se explican esas reacciones contrarias, pues la persona es la misma…? El mal, ese mal del rencor, nace en el interior y en él queda: es el rencor contra la excelencia que horada, carcome, quema, consume…

Decía Ortega que todo intelectual íntegro, honesto, cuando plantea un problema debe aportar al menos una solución. Marías no iba dejar de hacerlo, ni yo con mis limitaciones que a la vista están.

Disculpe que vuelva y repita conceptos arriba expuestos. El enrarecimiento ambiental que generan los rencorosos se origina en ese anhelo de búsqueda de la mediocridad, el rechazo a cuanto sobresalga, alcanzar la “normalidad” ambiente, ir a la media social, buscar generaciones de individuos moldeables, elásticos, adaptables, indiferentes, sin juicios propios, respetuosos con las opiniones de los demás (todas las opiniones son respetables: la mía es que lo tontos vuelan, ¿acaso no la piensa respetar?)… Si logran la presión necesaria, si se oscurece suficientemente el contexto social y se obtura el futuro, el panorama se pone de su parte.

Marías nos regala una admirable ventana por la que entra aire limpio y fresco y no me recato en abrirla entera por larga que la cita sea: “Conviene no dejarse engañar por las apariencias. Los destructores, llevados por su propósito, que sería excesivo llamar vocación, por su diversidad e inconsistencia, representan una menguada porción de lo real. En nuestra época, la acción de los medios de comunicación, que es decisiva, los magnifica y hace que la mayor parte de la gente les atribuya una importancia desmedida. Baste con mirar unos periódicos o atender a las emisoras de radio o a los programas de televisión. Una forma de cuantificación más, particularmente importante, es la proporción con que se atiende a todo ello, más desproporcionada todavía si se compara con la atención que se dedica a casi todo lo que es interesante. A última hora, se trata principalmente de un error de óptica, que urge superar y restablecer una visión más adecuada”. Me acordaba de que una ventaja para aquellos que nos gustaría ser excelentes –aunque no lo seamos-, es que el diablo es conservador como demostró Alejandro Llano: le va bien, les va bien… Repiten una y otra vez argumentos, ¿para qué cambiarlos si en ellos caemos atrapados los demás? Y así, escribe Llano: “cuando la ética se desvincula de la vida personal y se remite a unas reglas puramente neutrales, lo que sobreviene es la desmoralización, la pérdida de la moral cívica, cuyo sustituto es entonces lo ‘políticamente correcto’” y “el moralismo autosuficiente se resuelve en inmoralismo”, concluye. Aprendamos la jugada mil veces repetida del mal y los malos.

¿Qué va a pasar?, nos preguntamos y rara vez ¿qué vamos a hacer? Y más concretamente: ¿Qué voy a hacer yo? Ese ser futurizo, proyectivo, que es el hombre parece no vislumbrar nuevos horizontes, nuevos proyectos: todo se vuelve presente y oscuro. 

Es pavorosa la esterilidad de todo negativismo, la inferioridad que asegura a personas, partidos, pueblos que se dejan dominar por él. El peligro es que nos atenaza el conformismo aburguesado que nos lleva a la falta de crítica, de rechazo de lo indeseable, que se termina aceptando como lo que es: panorama, con normalidad; se extiende la capa de la benevolencia, que suele ser pusilanimidad y cobardía. Además, cierta ingenuidad ante la supuesta bondad, normalidad, neutralidad de los sembradores del odio, en el fondo, y a veces en las formas. Ser necio, comprensivo, tolerante, complaciente… con estos planteamientos solo conduce a un juego que suma cero y alguien pierde por norma.

Le invito a que lo siga intentando ser excelente: no ceda cuando no deba. Servidor dista muchísimo de serlo, pero ensaya, lo intenta, se equivoca, se levanta, lo vuelve a intentar… Lo animo a que usted haga otro tanto. Es una lucha hermosa, que hace atractiva cada día de la vida: la felicidad es consecuencia de esa guerra de paz. Busque un modelo: son millones los que hay y sígalo. No se complique. El bien es sencillo y lo pequeño hermoso…

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