Se debe entender por solecismo, según el diccionario de la RAE, cualquier
“Falta de sintaxis; error cometido contra las normas de algún idioma”. Cuando
uno era joven estos atropellos, descalabros y abolladuras de la lengua lo
indignaban y enfadaban y más aún cuando quien los cometía, digamos, añadía la
gravedad y altura del cargo y el valor supuesto de su solvencia y sus
conocimientos, aunque estos, como en la cartilla de la mili –ahora no me pongo
a explicar qué era la “blanca”- la valentía del sorche era solo una mera conjetura.
Lázaro Carreter, quien solo era para mí cuando lo conocí uno de los
autores del libro de Lengua y Literatura de mi bachillerato, escribió, que yo
recuerde al menos dos volúmenes titulados El dardo en la palabra y El
nuevo dardo en la palabra, donde repasaba, animoso, el buen hombre, todos
los dislates contra la lengua que leía en periódicos y oía en la radio o en la
televisión. Su tesis era que, si los periodistas alcanzaban un nivel excelente
en el dominio de la lengua, estos podrían así llegar a muchos millones de
personas que, supuestamente, aprenderían de su bien hablar y escribir y así
subiría el nivel de este nuestro pueblo siempre tan carente de educación,
cultura e instrucción. Ignoro si era o no mensurable, si se lograría o no; a
juzgar por los resultados me temo lo peor.
Dios no permite que me sienta tentado, pobre de mí, de compararme con
ese gigante de los saberes de la Lengua y la Literatura que fue Fernando Lázaro
Carreter a quien, tras los manuales de mi bachillerato, leí en innumerables
artículos que publicaba en el diario ABC y en muchos de sus libros. No
obstante, como estos son días abrumadores de virus, y las noticias que sobre
estos y sus consecuencias nos caen encima, y abusamos de leer y escuchar
noticias, me gustaría echar mi cuarto a espadas y señalar, sin regañar, sin
enfado, con escasa convicción de que pueda enseñar algo y algo aprender
alguien. He oído y leído estos… Vamos a ver:
Hasta la llamada Nueva Gramática, que ya no es tan nueva, pues
es de 2010, era incorrecto el uso de marcas de grado delante de mayor,
pues este se consideraba un comparativo sincrético como mejor, peor,
menor, por ejemplo… Así no debía decirse más mayor, como no
decimos más mejor ni menos menor. Desde 2010 es admisible la marca
de superioridad más ante el adjetivo mayor, siempre y cuando este
no forme parte de una correlación comparativa: *Este niño es más mayor que su
primo. Sí es correcto decir: “Los más mayores de la residencia se marcharon los
primeros”. En realidad la expresión más mayor es un eufemismo que quiere
evitar la expresión “los más viejos”, pues el adjetivo viejo parece
tener rasgos peyorativos. (La juventud en tanto que potencia, considero, es más
imperfecta que la vejez, pero eso son otros lópeces). No se encocoren, aunque
huela a cuerno quemado, cuando oigan o lean, por tanto, “Los más mayores están
muriendo a chorros”, sino recen por los fallecidos.
En los fervorines, alicantinas, soflamas y peroratas que padecemos,
además, en estos días de nuestros geniales próceres, de todos los niveles, es
frecuente hasta la angustia lo que conocí como infinitivo viudo. *De los
fallecidos, decir que…, *Con respecto a lo visto, comentar…
o bien iniciar directamente la respuesta a una pregunta con un *Contestar que…,
*Repetir que…, etc. todos ellos infinitivos carentes de verbo conjugado y, por
tanto, expresiones incorrectas. Se debiera de decir: “Quiero contestar que…”,
“Convendría repetir que…”, pues la forma no personal requiere una forma auxiliar
conjugada que aporte las nociones de tiempo, persona… Todo ello porque, como me
dijo la Academia, en el enlace citado:
Debe procurarse evitar la elisión del verbo
principal, pues supone el empobrecimiento y descuido de la expresión hablada.
Lo que Lázaro llama, no sin buena dosis de ironía y sarcasmo, una
“tumescencia verbal”, es muy frecuente en el habla cotidiana, pero no por
antiguo ya a estas alturas, deja de ser tan cursi como malsonante. Lo que
ocurre es que servidor no ve mucho la tele ni tiene que escuchar a la fashion
famosa de turno y me sorprende. Hablo del super- que oigo a los chavales en
clases y siempre corrijo con una eficacia nula. Y así el examen es superfácil
o superdifícil o ha estado superbién. Verlo recogido por
periodistas de la boca de esos tan famosos como ignorantes no me escandaliza,
todo lo más los acompaño en el sentimiento porque están supertristes por tal o
cual. Los demás, quienes no hemos sido atrapados por el analfabetismo fanático
nos contentamos con estar muy tristes…
Tengo una lista algo más larga y disparatada…, pero lo dejo aquí.
Reconozco que pugna mi afán por ayudar y enseñar a quien no sabe con el hastío
del predicador desértico. A una señora de las que salen rodeadas de militares
en la tele todos los días del Señor, la oí el otro día decir –también al ministro
Illa-, venida arriba, superándose… el inmarcesible preveyendo, que
rechaza tenaz el corrector automático del programa… Este palabrotón es un cruce
de melón de invierno y chirimoya de la costa granadina… Ha sido frecuente oír a
los mismos “expertos”, “especialistas”, “entendidos” o “enterados” el preveer
de plantilla, ya digo, cruce entre ‘prever’ y ‘proveer’ que da entre los
ignoraos ese frecuente preveer, pero lo de preveyendo supone
superarse y alcanzar sobresalientes cotas… de ignorancia. ¿Qué leerán estas
gentes?
Nadie está libre de pecado y, por tanto, no tiro piedras. Solo… digo
lo que he escrito y lo hago, como siempre, pidiendo perdón… (¡que está la vida
muy mala!). Igual publico otra entrada con neologismos, inventos y necedades…,
porque esto va para largo: lo de los necios y el encierro.
Se debe entender por solecismo, según el diccionario de la RAE, cualquier
“Falta de sintaxis; error cometido contra las normas de algún idioma”. Cuando
uno era joven estos atropellos, descalabros y abolladuras de la lengua lo
indignaban y enfadaban y más aún cuando quien los cometía, digamos, añadía la
gravedad y altura del cargo y el valor supuesto de su solvencia y sus
conocimientos, aunque estos, como en la cartilla de la mili –ahora no me pongo
a explicar qué era la “blanca”- la valentía del sorche era solo una mera conjetura.
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