Aclaración:
Me escribe un antiguo alumno, hoy médico especialista en traumatología,
tipo capaz de una pieza, al hilo de mi entrada en este blog Estoy preocupado.
Querido Ramón:
Muchas gracias por dedicar una parte de tu tiempo a atender a este antiguo profesor
tuyo y, además, tomarte la molestia de escribirme. Muchas gracias.
Me dices:
Don
Antonio, una duda razonable... El avisar y subrayar esta preocupación me parece
útil y valioso. Y en esa línea me surge la duda de saber, tanto en lo personal
como en lo inmediatamente personal, ¿hasta dónde se puede implicar uno para
modificar, en cierta medida, ese entorno que preocupa? En definitiva, ¿dónde
acaba la cobardía y la osadía? ¿Hasta qué punto es éticamente legítimo (si se
quiere) este chubasquero tan español de criticar todo sin mojarse? Es una
pregunta que hago porque valoro mucho su opinión.
Vuelvo sobre mi entrada porque son muchos los textos
que leo y escribo, en muy distintos ámbitos, y de distintas materias –tú lo
sabes-, y no siempre tengo todo un artículo completo en la cabeza. Releo. Me
has recordado a Ortega. Creía yo haber caído en el error que él denunciaba.
Todo intelectual –por ahí me hubiera salvado porque no creo serlo- que plantea
un problema debe al menos dar una solución. Creí no haberlo hecho, pero no es
así. Todo el último párrafo es la solución que tengo en mi mano. Denuncio públicamente
una situación, doy argumentos de por qué me preocupa, te alerto a ti, cumplo
con el manriqueño “avive el seso e despierte” y digo que hago cuanto pueda.
Incluso me apropio del lema que usaran Antonio Maura y Julián Marías dos
egregios personajes más que olvidados, desdeñados y arrinconados porque siendo
ellos gigantes, en nación como la nuestra donde ahora pululan tantos enanos
mentales, dan mucha sombra y eso a los soberbios les desagrada… usaban ambos
como lema el “Que por mí no quede”.
Si es cierto, y lo creo, que el amor debe movernos, que
la consideración del otro, más próximo o lejano, como persona única e
irrepetible nos debe llevar a la consideración amorosa de ese otro… entiendo y
te respondo: no tiene límites la entrega.
El amor que supuestamente pone límites, con plena seguridad, no es amor: será
sucedáneo u otra realidad, mas no amor. La magnanimidad es aquella virtud que
impele a lo imposible, que mueve a intentar lo absolutamente inalcanzable…
salvo por amor, que es entrega, generosidad, altruismo, humildad…,
necesariamente prudencia. En medio está
la virtud, repiten los necios creyendo que ese medio está entre la pusilanimidad, entre la cobardía y la temeridad
y no es así. La virtud está entre la valentía y la intrepidez, siempre en mitad
del bien, entre lo bueno y lo mejor, no entre lo malo y lo bueno.
Tú, de momento, has actuado, según el citado Julián
Marías –te animo a la lectura de sus obras luminosas-, como un no español.
Según Marías, y lo creo así, los españoles de continuo nos preguntamos ¿Qué va a pasar? –el chubasquero español
del que tú hablas-, pero rara vez como tú: ¿Qué
puedo hacer? Tú y yo de momento hemos actuado: yo escribí y tú preguntaste…
Parecerá poco, pero menos hicieron otros, que no hicieron nada.
Todo acto humano (racional, libre y voluntario) en el
ámbito que sea… es un acto político, pues afecta a todos. MacIntyre, siguiendo
a Aristóteles, afirma que el hombre es un ser dependiente (te animo a que leas Animales, racionales y dependientes), es decir: desde que nos
conocemos ni tú ni tus padres ni tus hermanos pueden ser para mí indiferentes…
Mi relación contigo me religa a ti y a los tuyos y me obliga (porque nobleza
obliga) a saberme afectado por ellos y, como es lógico, tú con los míos… Hoy no
se quiere amistad verdadera porque comporta compromiso y dependencia y son
rechazados: “no quiero que me compliques la vida”.
Tú no te pongas nunca el chubasquero de la necedad, el
chubasquero de quienes no tienen lagunas en sus vidas… sino el Caspio por
cabeza, tú, seguro que lo haces, atiendes a tus pacientes como personas, pon una dedalada de miel en
sus vidas, en su enfermedad… Que yo seguiré haciendo otro tanto con mis alumnos
e intentaré seguir haciéndolo desde aquí, desde este blog de pueblo, para
decirle a los demás “avive el seso e despierte”… No deseo extenderme más..., pues son muchas más las consideraciones y orientaciones posibles... De momento, que por ti tampoco quede.
Con agradecimiento y cariño, de tu amigo,
Tucho Castelo.
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