31 de enero de 2018

Tres tristes gatitos que también son tigres...

                ¡¡QUERIDO charlie…!!

¡Qué de tiempo sin escribirte, satélite! Si lo hago ahora no es porque haya novedades reseñables, sino una conjunción de realidades que me dan que pensar y que penar, que por todo se andorrea en esta vida.



Junto a varios comentarios de libros que saco de aquí y de allá, textos de libros distantes, de artículos distintos, de donde puedo. Antes, ¿recuerdas?, cualquier cita sabía de dónde la había sacado, de qué obra venía, dónde refrescarla, pero ahora, si no me voy al cajón donde se guarda todo aquello que me agrada -no aquello que brilla, que es despojo de urraca- no lo encontraría.

Leo y enlazo a sabiendas de que duo si idem dicunt, non est idem, pero igual… son primos. Mi amigo Epicteto -así lo escribe Hadot, y yo lo imito- afirma que no nos hacen sufrir las cosas, sino lo que pensamos de ellas, la impresión que nos producen, lo que viene a ser tanto como decían los fenomenólogos… No importan los hechos, sino la interpretación que hacemos de ellos… Se puede interpretar de muchos modos: todo es relativo al cristal con que se mira, ya ves, charlie, puro relativismo. Si te dan un estacazo en el alma, ¡que no digo en la cabeza!, lo que importa es cómo tú lo interpretas, cómo tú lo acoges… y no el estacazo en sí.



Hay autores, escritores, personas que están tras esos oficios, políticos, profesores, tenderos…, personas… que nos impresionan de un modo amable o detestable, de manera atractiva o repulsiva… En esto influye lo que nos cuentan de ellos, lo que nos dice la prensa, las críticas y por eso andaba don Miguel de Unamuno con aquello suyo de quién era él, si quien él creía ser, o quien los demás creían que era o quien Dios veía que… ¡ya sabes que la soberbia es muy enredosa, demoníaca y escandalosa! Lee este texto y me dices.

Donde la mujer suele estar, como en España […], en su puesto, es decir, en su casa, cerca del fogón y consagrada al cuidado de sus hijos, es ella la que casi siempre domina, hasta imprimir el sello de su voluntad a la sociedad entera. El verdadero problema es allí el de la emancipación de los varones, sometidos a un régimen maternal demasiado rígido. La mujer perfectamente abacia en la vida pública, es voz cantante y voto decisivo en todo lo demás. Si unas cuantas viragos del sufragismo, que no faltan en ningún país, consiguiesen en España de la frivolidad masculina la concesión del voto a la mujer, las mujeres propiamente dichas votarían contra el voto; quiero decir que enterrarían en las urnas el régimen político que, imprudentemente, les concedió un derecho a que ellas no aspiraban. Esto sería lo inmediato. Si, más tarde, observásemos que la mujer deseaba, en efecto intervenir en la vida política, y que pedía el voto, sabiendo lo que pedía, entonces podríamos asegurar que el matriarcado español comenzaba a perder su fuerza y que el varón tiraba de la mujer más que la mujer del varón. Esto sería entre nosotros profundamente revolucionario. Pero es peligro demasiado remoto para que pueda todavía preocuparnos.
Y del mismo autor:
Mi maestro, sin embargo, la hizo suya en su Política de Satanás, donde se leen estas palabras: «Conviene que la mujer permanezca abacia, carente de voz y voto en la vida pública no solo porque la política sea, como algunos pensamos, actividad esencialmente varonil, sino porque la influencia política de la mujer convertiría muy en breve el gobierno de los viejos, en el gobierno de las viejas, en el gobierno de las brujas. Y esto es lo que conviene evitar».
Pupila, charlie, que no te la cuele. Lee con atención lo escrito por el machista, fascista, homófobo, denunciable… porque el texto, admírate, es de nuestro don Antonio Machado…Si te hablo de nuestro Machado todo es miel sobre hojuelas… Todo te cae bien, nada de lo suyo te hace daño, innecesarios los antiácidos estomacales porque no hay reflujo ni pesadez, pero el texto… ¡que por supuesto es salvable por quien quiera salvarlo!, me temo que tiene poco por donde cogerlo, y menos aún por ciertos sectores sociales.

Otro texto para que te apliques… Hace unos días, los defensores de la homosexualidad militante, quienes desean imponerla como la “mili”, como medio democrático de uniformar y rozarse con todas las clases sociales, sexos, etc., andaban dando loas y parabienes por una escritora a quien pertenece el texto que a continuación se sigue:

En el camino de sirga encontramos una larga fila de imbéciles & tuvimos que pasar junto a ellos. El que iba en cabeza era un joven muy alto, lo bastante raro para mirado dos veces, pero nada más; el segundo arrastraba los pies & miró para otro lado; & luego uno se daba cuenta de que en esa larga fila todos eran criaturas idiotas, abatidas e inútiles que arrastraban los pies, y que ninguno tenía frente ni mentón & sí una sonrisa imbécil o una mirada suspicaz, como de loco. Era absolutamente horroroso. No hay duda que habría que matarlos.

Casi nada lo del ojo, que dirías tú… ¡y lo llevaba envuelto en un pañuelo!: “No hay duda que habría que matarlos”. Esto lo escribió una dulce y culta señorita, feminista, y delicada como una mariposilla del atardecer, amores libres y aristocráticos, y homosexuales, que se suicidó el 28 de marzo de 1940. Lo arriba reproducido lo escribió un 9 de enero de 1915. Su nombre Virginia Woolf…, la autora de Orlando, Al faro, Las olas, obras todas que hemos leído…



Te lo tengo repetido, charlie, la casualidad no existe. Cualquiera diría que el texto de arriba estaba escrito por el tío alemán del bigotín… Como el que sigue:

        Había que «introducir [la eugenesia] en la conciencia de las naciones como una nueva religión», y garantizar que «la humanidad esté representada por las razas más aptas. Lo que la naturaleza hace a ciegas, despacio y de un modo implacable, que el hombre lo haga con prudencia, deprisa y con bondad».

Este texto es de un pariente, sobrino creo, de Darwin, un aristócrata inglés llamado Francis Galton… ¡Ay, guacharro, que por el hilo sale el ovillo! Selecciona la Naturaleza a los mejores y nosotros, los mejores, le ayudamos seleccionando como Galton, como Virginia Woolf, y así, con bondad, eso sí: despachamos seis millones de judíos como quien hace una barbacoa. Y la llamada solución final para los judíos, el Holocausto, leo en otro texto (¡no dirás que no te doy noticias! ¡No te lo pierdas, charlie!) tiene su clave para comprenderlo “en la forma en que las diversas instituciones y los funcionarios del Tercer Reich interpretaron y pusieron en práctica los vagos designios de Hitler de «deshacerse de los judíos»”. Lo dicho que unos pasaban por allí, otro añadió la pólvora, el otro la mecha, la metralla no se sabe quién la puso y ahí tienes, ya ves: seis millones de judíos, ochocientos mil gitanos... ¡Pura casualidad, charlie!


Me enfada, charlie, no verme de cuerpo entero: mirarme solo lo bueno, exaltar parte y silenciar otra… Me cabrean las impertinencias intelectuales. No me importa pedir perdón, y de corazón lo hago, si me equivoqué, pero no me gusta que quienes pasan de  matute por intelectuales, por angelitos sociales, por gente de bien…, ¡cuando en absoluto lo son!, me quieran tomar la coleta. Una interpretación errónea de la antropología da lugar a estas casualidades que pasan facturas impagables, que hacen fracturas eternas… Me molestan quienes actúan por rencor contra la excelencia y quieren poner en no sé qué altares a quienes merecen un pasar… del montón, tirando a mediocre.

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