5 de febrero de 2015

Don Quijote y Sancho van a la escuela de la mano de la RAE (y V de V)



        
                  A tantos maestros y profesores héroes cotidianos de la escuela.

         El niño no quiere ir donde se le lleva. El verbo EDUCERE lo pone bien a las claras. Del prefijo se infiere el movimiento indeseable de un alguien ajeno que quiere sacar algo y conducir, DUCERE, hacia donde él cree ser lo mejor, pero puede que el niño no lo tenga tan claro. Menos aún hoy cuando la obediencia es vista como una lacra humillante (virtud que el niño desconoce en su casa y de la que abomina en la escuela) y la docilidad (tampoco hoy es virtud, sino que es sentida como sumisión lerda y despreciable frente a lo genuino, lo original, lo espontáneo que al original educando le brota y mana por la animalidad). Pues ahí están los niños caminantes por la Mancha a lomos de los renglones, mientras miran a nuestros héroes…
         La escuela y el instituto, mis queridos académicos, mis queridos gobernantes, mis queridos conciudadanos está como el camarote de los hermanos Marx: no hay cojones quien meta ya más elementos elementales de conocimientos, específicos, más elementales aún, prácticos, o mediopensionistas, teóricos y más chorradas, más caprichos; más niños y más tropa aparcada y apontocada… No cabe más madera ¡y no para que arda y mueva la locomotora!, sino para que arda la máquina en sí con todos dentro. No hay invento, ocurrencia, ingenio o soplapollez que no tenga asiento en el puñetero espacio escolar. Y así los niños debieran salir de la escuela con las reglas de urbanidad aprendidas y asumidas, conocimientos elementales y especiales, teóricos y prácticos, de todo tipo de materias: Física, Química, Teoría literaria, Latín y Griego –en sus cuatro dialectos-, Danza, Música, más Danza –esta vez clásica-, Matemáticas, tres o cuatro idiomas vivos –incluido el catalán-, con la Gramática de la RAE hecha masa de su sangre, la Historia… y todo como el Padrenuestro –que ya nadie se sabe- y así hasta hacerlos excelentes deportistas, personas virtuosas, ciudadanos probos y benéficos, cumplidores de la ley y la Constitución, nuestra señora…, “producir el mayor número de hombres vitalmente perfectos”, que diría Ortega. Y así estamos quienes nos dedicamos a ello: ¡hasta sálvese las partes!, porque ustedes, los académicos, los políticos y los ciudadanos, que tanto saben de la escuela, se acuerdan de ella solo para endilgarle más y más cometidos… DE LOS QUE USTEDES, los padres, los legisladores, los avispados del barrio DEBEN OCUPARSE, y no tanto preocuparse de la escuela y de quien en ella nos estamos dejando, con arte,… el apellido. Con un resultado que los estudios más fiables y solventes muestran con claridad meridiana: el profesorado español cada vez está más hostigado, más humillado, más ofendido, más despreciado, más deprimido y jodido…, más deseoso de abandonar las aulas, ¿o es que no es sabido todo esto?
         Me disgustaría pensar que el trabajo de la RAE no es sino un medio más para allegar fondos y hacer caja para quien sea o lo que sea, que tanto me da; una pura excusa en la que unos y otros se ponen serios y severos, con caras, gestos y palabras de ofendidos…, pero que, en realidad, juegan con espadas de cartón y con infantil actitud echan la culpa a Cervantes y mandan… a don Quijote y a Sancho, ¡cómo no!, ¡a la escuela!; pero, no obstante todo lo arriba escrito, aún quedan en la escuela arrestos, ilusión –y algún quijote- y fuerza para dar cumplida cuenta de lo que dijera el abuelo a nuestro Sancho:

          —¿Qué te parece desto, Sancho? —dijo don Quijote—. ¿Hay encantos que valgan contra la verdadera valentía? Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible.

5 comentarios:

  1. Antonio, me he reído con la parte de la entrada que he leído.
    Está bien iniciar (o continuar) el día con una risa serena. Un abrazo.

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  2. con dos cojones, bien escrito, Alcalá.

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  3. Si algo me gusta de ti es la manera cabal en la que sitúas los problemas, nada de medianías... si hay que ir, se va, y punto... Presiento cierto recelo, en relación a tu referencia a Ortega, hacia todo lo que se insinúe como emergentismo... y digo insinúe, porque aun no me queda claro cual es el tipo de ¿emergencia? -quizás haya que llamarlo con otra palabra. Estoy con ello, porque no te falta razón a la hora de decir que en la emergencia hay un problema, una dificultad, que hay que esclarecer...

    Excelentes entradas, como siempre.

    Un abrazo.

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  4. Cuando los filósofos os metéis en el jardín de vuestro diccionario... He tenido que buscar EMERGENTISMO para situar en el contexto el palabro... ¡y ni aún así lo he hecho! Hazme el favor explicarlo en el contexto del texto de la entrada.
    Mi reticencia con respecto a Ortega es, creo, vieja y efecto de una comparación con Marías, que me parece quizás más eficaz y directo, sin tener que acudir a ese mundo de metáforas continuas al que acude el maestro –de las que también escribió-, pero que, al abusar de ellas, termina por perdernos en los textos en su afán de cortesía –la claridad del filósofo-. Relacionado con esto indirectamente le leí unas palabras a Carmen Baroja Nessi que me parecieron muy acertadas…
    Quiero volver sobre Ortega desde Pedro Cerezo, pero de momento hay que esperar.

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    1. Sí, tienes razón... "presiento que insinúas sobre"... sin duda ha quedado excesivamente vago (me estoy acordando lo del guardia que te paró y te dijo que el STOP no lo habías hecho suficientemente)... me refería a lo de la ameba, el pie y la bicicleta del texto de Ortega donde habla del Quijote, ¿no te suena a emergentismo?... pienso que Ortega, por lo leído de su texto, estaría a tu vera en relación a las cuestiones pedagógicas. Sin duda Ortega, como bien apuntaba, y en un ataque de modestia que puede resultar pedante, no se sentía preparado para la pedagogía. Tú has dicho en estas cinco entradas, como gran pedagogo que eres, lo que el propio Ortega no sabía hacerlo... Con la música le pasó lo mismo (un ejemplo, musicalia). Y no me tires de las orejas por lo de gran pedagogo, que te quiero mucho...

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