28 de agosto de 2014

Baroja, Pío, LA CIUDAD DE LA NIEBLA (y II)





      

Baroja, como Sthendal, gusta de pasar el espejo por doquier para luego contarnos lo reflejado en él. En su etapa de empresario panadero era norma en él el deambular durante las noches por los lugares más dispares de Madrid con el afán de mirar, de husmear, de contemplar, de anotar materialmente cuanto le fuera posible sobre escenas, personajes de toda laya, tabernas, cafeterías… Esto es lo que nos muestra del protagonista de esta novela: Londres.
         Me encantan las retahílas de lugares, actividades, personas y países lejanos citados con la familiaridad de quien nunca estuvo allí, de quien nunca los conoció. No faltan en Londres: polacos, judíos, chinos, rusos, franceses, negros y blancos… dedicados a las labores más dispares y nos hace el autor de la ciudad un abigarrado cuadro, insisto, de todo ello… ¡que me resulta la mar de barojiano!
         Novela abierta, novela de argumento disperso se da en ella a la perfección lo que Alberich escribió sobre la idea que tenía Baroja de lo inglés: le admira la eficacia, el brío, la laboriosidad, la actividad, la practicidad… que él atribuía a las gentes del norte de Europa y en particular a los ingleses y rechaza las consecuencias de ello: el poder del dinero, la búsqueda del confort, el materialismo… Detesta, por el contrario, en el meridional, entre quienes incluye a los españoles, su abulia, su indiferencia a la ciencia, el desprecio por el trabajo, su individualismo, su desorden vital… Terrible y ajustado a un momento no menos atroz (estamos en la primera década del siglo pasado) de una España hundida y zaherida por una generación, la del 98, que renegaba no sin razón de casi todo… Así escribe Baroja por boca de Iturrioz de los españoles que: “es un pueblo hundido en una miseria trágica y dirigido por una burguesía imbécil y al mismo tiempo rapaz. ¡Qué país! ¿Qué subversión más completa de valores! Yo empiezo a sospechar si la única fuerza de España estará en los presidios…”; la España de ayer, la España de hoy, acaso la España eterna. Tres páginas más adelante por boca del mismo personaje afirma que en Inglaterra se percibe “el aire tranquilizador del pueblo en el que se ve claramente el manantial del dinero. Es todo lo contario de Madrid. Allí se ve gente elegante, bien vestida, coches, caballos… ¿De dónde sale aquello? Es un misterio. En España todas las fuentes de la riqueza son turbias”. Escrito hace más de un siglo e innecesario dar nombres, detalles, situaciones, etc. en la España de agosto de 2014 que se ajustan al milímetro.
         Baroja fue un agnóstico en el ámbito religioso y un escéptico en general y con todo. Fue misógino y misántropo, asocial, individualista, solitario… Fue un novelista que solo quería divertir al lector, sin importarle demasiado, qué le cupiera bajo el epígrafe de novela y ahí, nuestro hombre, echó cuanto le vino en gana para dar rienda suelta a cuanto le apetecía a él y creyó que le podría apetecer a un lector no excesivamente exquisito ni exigente, pues tampoco lo artístico era una realidad que le quitara el sueño. En resumen, que primó en su obra y en general lo espontáneo y el afán de distraerse y divertir al lector. Lo contado con ser verosímil cumple, eludiendo siempre el realismo galdosiano, tan lento y poco eficaz en la narrativa de quienes, como el mismo Baroja, fueron sus herederos.
         Una vez escrito lo del anterior párrafo ello no opta para que don Pío, por boca de sus personajes, esparza por esta obra teorías, hipótesis, tesis científicas, creencias, planteamientos vitales, obsesiones particulares y así hallamos críticas contra los judíos (rara vez son bien vistos ellos y ellas: huraños, socialistas, usureros, enriquecidos con el sudor del otro, marginales y marginados), comentarios sobre las mujeres, comparaciones más o menos expresas sobre razas, países, nacionalidades… No pueden faltar las críticas a los jesuitas y a la religión en general que hoy son leídas por mí en sus páginas como las manías de un personaje más de sus novelas: volteriano anticlerical tan intemporal como simple y raquítico. Había olvidado el uso de los laísmos en su obra, que lo entiendo de influencia madrileña.
         Absolutamente resiste con bien una novela de Baroja a estas alturas del siglo XXI una lectura agradable, entretenida, de calidad más que razonable. Animo vivamente a leer o releer a Baroja, siempre ameno y divertido.

         (Terminado lo escrito, consulto mis notas tomadas al hilo de la lectura y me permito el lujo de dejar constancia de tres páginas… de una ternura memorable, que no las olvidaré. Bajo el epígrafe CÓMO MALDONADO GASTÓ EL DINERO DE LAS BOMBAS y LA NOCHEBUENA, describe cómo el tal Maldonado, un tipo astroso, un anarquista más ido que un garbanzal, un suicida, que ha enviado unas bombas a España e Italia, un ser impresentable para la mayoría… decide gastar el dinero recibido en pago por un judío con motivo del trabajito del envío de las bombas… ¡en montar un belén con la hija de una amiga rusa de María Aracil, Natalia, y dar de cenar en nochebuena a un grupo de pseudoindigentes, marginados, etc.! Como diría aquella: “Está de ver”).

3 comentarios:

  1. Lo mejor que he leído de Pío Baroja: "La lucha por la vida".
    El mejor personaje de Baroja: Tellagorri.

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  2. Para mí, uno de sus mejores personajes novelescos es Fernando Ossorio,de "Camino de perfección".Esta trilogía la leí ya hace algún tiempo.Me encantaron las observaciones de lo inglés en Baroja.Lo anglosajón es un asunto recurrente en las novelas barojianas. A mí me gustó mucho la novela primera,"La dama errante".Estos personajes errantes y vagabundos,siempre en búsqueda de no sé sabe muy bien qué. Y el paisaje castellano como el trasunto de sus vidas o de sus estados de ánimo.

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    1. Creo que ser buen AMIGO de Baroja. Ahora que voy camino de ser otro vejete como él, lo comprendo mejor. Con su boina, sus zapatetas, su abrigo, su bufanda... ¡y a viajar con sus personajes desde el sillón de su casa! Sus veranos en Vera, allá, al norte de Navarra... Sus lecturas... Me da lástima que seamos ya pocos, me temo, quienes lo apreciamos y leemos. Gracias, una vez más por tu comentario. Un saludo.

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