11 de julio de 2014

¡Ay Herr Goldmundo!




     Mucho me temo que nos estamos perdiendo en lo que se pretendía debate esclarecedor.

         Mi idea es muy simple. Leído el libro sobre Zubiri, al tener noticia de su biografía, deduzco que su filosofía no le ayudó a alcanzar una vida lograda: es decir, resultó ser un hierro de madera. A lo peor mi planteamiento está referido a una época en que el filósofo y su filosofía iban de la mano camino de la felicidad; esa es la filosofía que me interesa. En un momento histórico determinado se produce una ruptura -por circunstancias concretas- en la que la filosofía académica que el filósofo enseña no implica a este y no tienen nada que ver la una con el otro: es posible.
         Mejor que yo lo explican Hadot y MacIntyre, que se me antojan avales de autoridad inequívocos.

         Asuntos aparte son:

         No todas las éticas ni todas las morales son equivalentes.
         Si la filosofía es como la religión y ambas como la política algo sobra o algo hay que aclarar.
         Justificar no es explicar ni dar cuenta y razón ni esto es decir la verdad.
         Me siento incapaz, por pensarlo una impertinencia intelectual y ética, decidir quién fue menos inmoral: Zubiri, Sócrates o san Agustín (no obstante me quedo, por lo leído, con el segundo y tercero).
         El determinismo ambiental y biológico niegan la libertad… lo que no es una broma intelectual, y se me antojan sociologismos falaces. Pieper y Viktor E. Frankl lo explican muy bien, que yo sepa.

6 comentarios:

  1. Antonio:
    He seguido tus últimas entradas. Me ha parecido muy acertada tu respuesta anterior cuando haces hincapié en esa menesterosidad del género humano, en su indigencia. A partir de esa realidad ontológica, de ese “lo que hay” en el hombre, supongo que debemos hilvanar los demás aspectos que conforman lo que sería la realidad del hombre, o sea, por un lado, lo que podemos conocer o lo categorial, y por otro, aquellos principios mediante los cuales organizamos nuestro quehacer, es decir, lo axiológico, los valores. Pero, sin duda, lo que queda claro es que el hombre es indigente de por sí, no porque haya errado en la elección de los valores o haya aplicado unas categorías.
    A partir de esa indigencia, de ese “lo que hay”, y utilizando el principio de emergencia, la vida del hombre puede ser lograda, o malograda. En este sentido el ejemplo que pones del soldado viene “de perlas” para plasmar el lugar de lo categorial, de lo que podemos conocer, y por extensión, lo que podemos hacer en conexión con los principios que organizan ese quehacer. Aquí me remito a un ejemplo del atletismo. Un atleta tiene unas cualidades innatas para correr el maratón en marcas de record mundial. No todos los atletas, por mucho que entrenen, podrían llegar a esas marcas por la sencilla razón de que su organismo no está cualificado para eso. Desde luego el entrenamiento es fundamental, pero hay un componente físico-químico en ese atleta que lo hace especial, lo hace más cualificado para esa prueba que a la gran mayoría. Pero resulta que esa cualidad no sería posible sin esa prueba, la de maratón, y esa maratón no es algo que pertenezca al sujeto en cuestión, sino que pertenece al cuerpo social en el que está incluido. De nada le serviría a esa persona tener unas grandes cualidades como atleta si no existiese ese cuerpo social que da sentido a esas cualidades. Lo mismo le sucedería a Zubiri. Evidentemente, podemos considerar que ha sido capaz de elaborar un sistema filosófico importante y trascendental, hecho que cualquier otro mortal, grupo en el que me incluyo, no sería capaz de realizar, pero ese opus filosófico sólo tiene sentido en un cuerpo social dónde esa práctica teórica es relevante, donde ese trabajo tiene cierto valor. Aquí, por lo que has escrito en esas entradas zubirianas y he creído entender, lo que se pone en duda es la deslealtad de Zubiri con el propio cuerpo social, con el prójimo, que hace posible su propia obra. Y volviendo al soldado, queda claro que esas categorías, esos modos de conocer y de hacer están complementados por unos valores que organizan esos modos, que imponen unas reglas, de tal manera que si este soldado, por lo que sea, decide por su cuenta y riesgo abandonar seguridad de una categoría en la que está resguardado, inevitablemente pierde la eficacia de los valores que a esas categorías están relacionados, de tal manera que, fuera de esa garita, en el ámbito de unas categorías distintas y de un mundo distinto, sus valores, sus razones, por muy buenas que sean en las categorías abandonadas, no tienen razón de ser. Quiero decir, que la filosofía de Zubiri puede sonar a música celestial, pero si toda esa obra la ha realizado fuera de la garita, obviando su deber con los más cercanos, evidentemente, sus valores se convierten en falsa moneda. Quiero decir, de nuevo, que si el atleta consigue el record del mundo fuera de la garita, o sea, dopándose, esa marca realizada se convierte en falsa moneda. Este es un criterio, creo, con el que evaluar el si una vida es lograda o malograda.
    Un saludo.

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  2. ¿"Ay", dices? No nos pongamos melodramáticos, Antonio José.
    ¿Crees que nos estamos perdiendo? ¿De verdad? Yo creo que no, que no nos desviamos de "nuestro tema", sino que hacemos camino, porque solo se puede hacer camino al andar; y solo caminando podemos llegar a encontrarnos, o no... ¡Quién sabe!
    Por otra parte, debo corregirte: ningún debate es nunca esclarecedor, ni es cierto aquello de que se pueda vencer convenciendo (¡qué hipócrita fue nuestro admirado Unamuno!).
    Para vencer en un debate, como en la vida misma, solo hay que saber hacer trampas (abusar de las falacias), o ser un ferviente dogmático, pues solo vencen quienes no albergan el más mínimo atisbo de duda sobre una creencia, da igual que sea falsa o verdadera.
    Tú lo has dicho: "A lo peor mi planteamiento está referido a una época en que el filósofo y su filosofía iban de la mano camino de la felicidad; esa es la filosofía que me interesa".
    ¡Exacto!, como bien dices: "esa es la filosofía que te interesa", con lo cual ya das a entender que "tu filosofía" es aquella que mejor se ajusta o coincide con tu particular forma de ser y pensar. Nada más que añadir al respecto. Tu filosofía, como tu verdad, no tiene por qué ser la mía ni, por supuesto, la de los demás.

    Coincido contigo: "No todas las éticas ni todas las morales son equivalentes".
    Yo creo, de hecho, que hay morales superiores (mejores) y otras inferiores. Pero eso no deja de ser una opinión personalísima mía. "Pa gustos los colores".

    Y sigues: "Si la filosofía es como la religión y ambas como la política algo sobra o algo hay que aclarar".
    Aclaremos pues, porque la filosofía no deja de ser una suerte de religión, y hay políticas que, en efecto, constituyen en sí mismas férreos dogmas de fe disfrazados de hipócrita laicidad (el comunismo, sin ir demasiado lejos). ¿Dirás que no?

    Justificar es solo eso: legitimar, racionalizar o autoconvencernos de que nuestras acciones son correctas, primero ante nuestros ojos. Ya llegará, a través de filosofías y ardides dialécticos varios, el momento de justificar nuestras acciones ante los demás; que de eso se trata, al cabo, cuando de construir verdades va la cosa.

    Yo sí puedo permitirme el lujo de ser un impertinente, intelectual y moral; por algo me escondo tras un anonimato que me garantiza bula papal para poder transgredir y pensar en voz alta, libremente y sin temer las coacciones o restricciones de la corrección política.
    Si tuviese que señalar a un inmoral entre todos los inmorales que en la historia de la filosofía han sido, no sabría si decantarme por el fariseo Sócrates, primer negador de la vida reconocido, o por San Agustín, padre del "buenismo" que tanto daño está haciendo a Occidente.

    Por último: no nos señalemos las diferentes falacias que podamos "esgrimir" en nuestros debates. Estamos protagonizando una brava lid dialéctica entre caballeros. Precisamente, recurrir a la autoridad de determinados pensadores (pongamos por caso Hadot, Pieper o el tal Viktor E. Frankl), para justificar argumentos, constituye una "falacia de argumentum ad verecundiam" (falacia de autoridad).

    Fíjate que caminando, paso a paso, deleite tras deleite, y tras algún que otro "ay" pretenciosamente condescendiente, hemos llegado a una encrucijada interesante y susceptible, esta sí, de debate y reflexión: ¿existe la libertad absoluta?

    Yo opino que no; no creo que exista la libertad absoluta porque, al cabo, no somos lo que queremos y deseamos ser (libre albedrío) sino que somos lo que nuestras particularidades neurobiológicas y ambientales han "programado" que seamos.

    Su turno, caballero...

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  3. Hola rafaballes. Estoy de acuerdo contigo cuando, al final de tu disertación, escribes: "Este es un criterio, creo, con el que evaluar el si una vida es lograda o malograda".

    Sí, ese podría ser un criterio, pero no es el único criterio. Hay tantos criterios como morales...

    Para un yihadista, por ejemplo, el autoinmolarse llevándose por delante a un puñado de perros infieles justificaría el poder alcanzar "una vida lograda".
    A tus ojos, o a los de Antonio José, que son los mismos ojos cegados por la moral occidental, Zubiri bien pudo parecer que llevase una vida malograda. Pero insisto: solo ante vuestros prejuiciosos ojos fue malograda la vida de Zubiri, como ante los ojos de la generalidad de occidente puede parecer malograda la vida de un yihadista que se autoinmola.

    Saludos a los dos.

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    1. Vamos a ver...
      Vuelvo a insistir en la realidad ontológica del hombre, su menesterosidad. Eso es lo que hay y lo que compartimos "todos" los hombres por el hecho de ser hombres. Esa menesterosidad se manifiesta en la absoluta diversidad categorial y axiológica que puede llegar a desplegar la humanidad -incluimos a yihadista-, lo que Zubiri llamaba la "hiperformalización" cerebral. Pero, ¿qué une todo eso?, la indigencia humana, lo que nos queda es el hombre y su supervivencia en un medio concreto. Menesterosidad y diversidad van de la mano. Evidentemente, no creo que sea mi propósito el juzgar si una vida ajena es lograda o malograda, bastante tengo con lo mío, así que poco me interesa la vida de Zubiri y la del yihadista -ojo, con esto no he dicho que no me interese su filosofía y tampoco muestre interés por la política internacional. Lo que quiero hacer hincapié es en el que todo lo que podemos hacer y las reglas que legislan ese hacer tienen un sustrato común, una misma realidad, el hombre, y ese es el verdadero determinismo biológico y ambiental, su indigencia, no que la moral del hombre viene determinada por unas circunstancias concretas, y sean biológicas o ambientales, sino que a pesar de esas circunstancias el hombre ya es moral. En este contexto, la moral es esa cualidad del hombre que le permite sobrevivir en un entorno concreto. Es en ese entorno concreto donde se despliegan las distintas morales, ciertamente, variables, pero nunca pueden perder de vista esa realidad ontológica del hombre. Toda moral, axiológicamente hablando, que pierda de vista esa realidad ontológica conllevará a una vida malograda. Pero otro asunto es el de si el propio hombre, Antonio, tú o yo, por ejemplo, estamos en condiciones de determinar al 100 % si la vida de fulanito o menganito sea lograda o malograda. Aquí, como bien ha puesto de manifiesto Antonio, sólo nos podemos mover por intuiciones, por los signos que nos va dejando la historia, vamos, con las herramientas que poseemos que, como cualquier técnica, se pueden perfeccionar, pero que nunca llegarán a ofrecernos una seguridad 100 % testada -otra vez la indigencia. Supongo que, para un cristiano, esta dificultad es salvada con la doctrina del juicio final, esa en la que todos nuestros actos serán juzgados al final de nuestros días: "12. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras." (Fuente: wikipedia) Para los comunistas nos queda Benjamin: "3. El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños, da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia. Por cierto, que sólo a la humanidad redimida le cabe por completo en suerte su pasado. Lo cual quiere decir: sólo para la humanidad redimida se ha hecho su pasado citable en cada uno de sus momentos. Cada uno de los instantes vividos se convierte en una citation a l'ordre du jour, pero precisamente del día final." (Tesis de Filosofía de la Historia)

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  4. Muy buena reflexión rafaballes.
    Estamos de acuerdo, como bien dices, en que "el hombre ya es moral a priori, desde que es "arrojado desnudo a la realidad", y no por estar determinado por su herencia biológica o por su realidad circunstancial", sino por ser (recupero a Zubiri) un ANIMAL DE REALIDADES que se debe a imperativos de supervivencia.
    No creo haber defendido que la moral (la necesidad de justificar nuestras acciones) nazca del determinismo biológico y ambiental, sino que intenté explicar que el TIPO de moral que adoptemos y aceptemos como nuestro, dependerá de variables biológicas y circunstanciales.
    Resumiendo: no existen hombres inmorales, sino individuos y grupos humanos con "diferentes" valores morales. Y el que consideremos nuestra propia vida, o la de los demás, lograda o malograda, dependerá, precisa e inevitablemente, de un sesgo moral, que lo mismo pudiera estar determinado por un suprematismo religioso (monoteísta o cripto-budista), un suprematismo ideológico (comunismo) o un suprematismo más racional y lógico.

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    1. Bueno...

      El hombre es moral a priori, esa es su determinación biológica, pero no es arrojado desnudo a ninguna realidad. Para eso está la familia, la tradición, la crianza, etc... La moral no es algo que el hombre pueda elegir así como así en un acto de suprema libertad, se desarrolla de manera emergente. Ciertamente, y aquí entrarían las circunstancias, hay contextos que favorecen una conciencia moral lograda, mientras que otros no, pero en cualquier caso esos contextos están determinados por la acción de las personas. Muy por encima de las múltiples manifestaciones, o fachadas, que nos muestra la moral, quiero decir, las diferentes formas religiosas, laicas, etcétera que se dan en este nuestro mundo, hay una realidad ontológica humana que, si bien está por encima de cualquier valor, no puede ser alcanzada o comprendida sin ellos, quiero decir, que cualquier moral debe rendir cuentas a esa realidad "suprema" del hombre, no simplemente a los valores que una determinada confesión o credo despliegue. Esto último sería caer de lleno en el relativismo. Desde esta óptica relatisvista, evidentemente, no existen hombres inmorales, o en términos del Capital, a todo se le puede sacar rendimiento económico, como por ejemplo, se puede especular con los precios de los cereales, total, desde la moral del neoliberalismo económico es una práctica totalmente legítima. No sé que es más eurocéntrico, si atreverse a mirar al prójimo a la cara, aunque sea con ojos "occidentales" -no me imagino mirando de otra manera-, o mirar para otro lado. Los cristianos, si no me equivoco, cuentan con la parábola del buen samaritano para dar cuenta de toda esta problemática.

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