4 de enero de 2014

A mis libreros… agradecido


          Tengo buena memoria. Me la ejercitaron mucho en la escuela a palmetazo y guantazo limpios y luego la cultivé yo cuanto pude. Lo sigo haciendo siempre que la ocasión lo demanda. No me sé la lista de los reyes godos: nunca me la enseñaron, pero me sé los setenta y tres profesores que me dieron clase en toda mi vida desde los tres años hasta que me doctoré. También recuerdo quiénes fueron aquellos a quienes compré libros, muchos libros, durante años.

         Hoy recibí un libro de segunda mano de una librería que está asociada a Iberlibro. La obra venía envuelta en una hoja de almanaque de un mes ya pasado: abril de 2013. Esa visión me ha invitado a piedad. Me ha llenado de ternura… cómo aprovechar lo que se tiene a mano, el modo de vivir la austeridad (hermosa virtud): ¿para qué envolverlo en papel nuevo o introducir en un sobre si sobra con el papel recio de un almanaque mural pasado de fecha? ¿Quién será ese librero o esa librera que con sumo cuidado envolvió el libro de segunda mano en esa hoja ya caída en el otoño de un abril sin retorno? Lo ignoro.

         Papelerías hay muchas. Librerías pocas. Generalmente en las papelerías no hay libreros. Lo normal es que en las librerías haya lectores metidos en quehacer de libreros.

         La primera librería que conocí estaba frente a mi casa, en mi pueblo. El librero era un señor con quien luego, años después, en otra librería tuve algún trato. Su nombre es –o era, ignoro si falleció- Elías Riquelme. Su librería se llamaba, ¡cómo no!, Don Quijote. Fue la primera librería donde yo vi un fichero de libros y autores en cartulinas y archivadores normalizados. Nunca antes lo vi, nunca después lo volví a ver (luego, ya, después, empezó a circular el ISBN, creo que en el año 70). También recuerdo, y algunas veces lo hallo en la primera página de los libros, ponía Elías una pegatina naranja que daba fe de su librería Don Quijote. El muchacho que allí trabajaba: hubo dos… Uno se dedicó después a la seguridad privada y el otro puso una librería o papelería, lejos de mi casa, donde nunca entré… Picasso, se llama.

         El librero sabe exactamente qué está vendiendo. No es solo un buen comerciante, un buen gestor: esto puede ser mucho, pero no lo es todo en este mundo, antes al menos. Las fichitas de Elías son hoy prehistoria… Después, mirar en el ISBN lo sabía hacer hasta yo: títulos, temas y obras…, tres volúmenes, tres colores distintos: verde, azul y rojo.

         El librero fetén pone luces en el marasmo de lo publicado. Luego tuve otro en Granada, que trabajaba para Urbano y se instaló por su cuenta, Al-sur se llama su librería. A Antonio en Al-sur -luego le dio también por correr campo a través o como se llame eso- le compré muchísimos libros: me aconsejaba, me los enviaba gratis para que los viera y si no me interesaban, los podía devolver Sin compromiso. Antonio era capaz de localizar incluso lo agotado en un mundo donde aún Internet no existía… Él me localizó Lo pequeño es hermoso, lo recuerdo perfectamente: me hacía ilusión leer ese libro… y lo encontró para mí, agotado que estaba. Aún se lo agradezco, ¡cómo no!

         Tuve luego aquí, en mi pueblo, libreras que me conseguían libros, que me trataban y tratan con afecto. A una de ellas dejé de visitarla porque su local me coge a trasmano, pero no me olvido de Mari Carmen Gutiérrez. A Loli Montero en Cruz le sigo comprando libros por aquello de ayudar al pequeño comercio, al comercio local…, pero lo cierto es que ahora compró más libros de segunda mano que libros nuevos… ¡Qué misteriosos son los libros de segunda mano! Todo libro encierra un enigma, pero el libro de segunda mano (a veces subrayado, anotado, ¿qué buscaría ese lector?) contiene además algo del misterio de quien fuera su primer dueño, y que se vio obligado a deshacerse de él (incluso dedicados los libros se deshacen de ellos. Azorín dedicó un libro dos veces a una misma persona porque vio su obra en la librería de viejo y se lo volvió a enviar a quien fuera su dueño, y quizá su amigo apurado y necesitado. Las dedicatorias, entonces, eran genuinamente personales… ¿Se imagina usted, lector, en la cola de los grandes almacenes esperando a que Belén Esteban le dedique un libro? Servidor, no… tiene tiempo de momento para ello, pero nunca digas…).

         Gracias a mis libreros, gracias a quien envolvió el último libro que llegó a mi casa en una hoja ya caducada de calendario agotado… Gracias. Muchas gracias por su devoción… De bien nacidos...

1 comentario:

  1. gracias, gracias, me estoy iniciando en libro viejo,usado y antiguo, tengo algo. En mi libreria esta reservado el derecho de admision de ...algunos libros, no puedo remediarlo

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