3 de diciembre de 2013

Valle-Inclán: MARTES DE CARNAVAL: LAS GALAS DEL DIFUNTO. LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA. LA HIJA DEL CAPITÁN. (I)


          Me reconozco providente y desconfío del azar. Sospecho que la casualidad no existe, pero a lo que voy. A estos textos de Valle que ahora comento, a estos esperpentos vallinclanescos, les debo mucho, aunque quizá de suyo no venga al caso y hago gracia del motivo. Recuerdo haberlos leído hace muchísimos años. En medio me los volví a cruzar, o ellos se me atravesaron, y, en parte, sin exagerar, literalmente, me cambiaron la vida. Tal cual, sin hipérbole andaluza, insisto: quede claro.
         Valle me parece un genio. Me admira su aparente facilidad para escribir, para crear. Cierto que las tres obras reunidas en este volumen de Austral no son lo mejor del gallego, mas sí representativo de lo que fue una creación genial: su esperpento. En las tres obras encontramos esos espacios comunes que Valle conocía bien y explotó lo mejor que pudo -¡y pudo mucho y bien!- desde el punto de vista creativo, estético.

         (¿Habrá alguien –me pregunto- que haya leído en estos últimos años a Julio Casares y su Crítica profana o su Crítica efímera? Ya no recuerdo en cuál de las dos comentaba el sabio políglota cómo Valle no solo plagió a otros autores, sino que se plagiaba a sí mismo, ¿acaso es el colmo del ególatra apurado? Lo ignoro, pero a don Ramón no le importaba maldita la higa, que lejos de cualquier timidez aparatosa y pusilánime, sin cohibirse, publicó otros textos plagiados que se le habían pasado desapercibidos al sabio don Julio y él se los cedía graciosamente como ejemplos de esos sus autoplagios ¡Eximio escritor y extravagante ciudadano!, que lo llamó Primo de Rivera, ese espadón, el dictador).
         Entre Luces de bohemia y La hija del capitán hay siete años de diferencia en sus fechas de edición. Luces se empezó a publicar por entregas en la revista España en el 20 (su versión definitiva, en volumen, es del 24). La Pluma publicó en el 21 Los cuernos de don Friolera, que fue libro en el 25 y El terno del difunto, del 26, quedó titulado como Las galas del difunto en el 30, fecha en que las tres obras se publicaron bajo el título de Martes de carnaval.    Dicen que para gustos, colores, pero se me antoja indiscutible que de entre los cuatro esperpentos, estas tragifarsas, que se dijo, la mejor es Luces de bohemia con diferencia, aunque en las cuatro se halle la factura del genio y la mano –la del brazo derecho- del maestro que conduce el trágico artefacto.
         Los temas que trata son intrascendentes, más en las que hoy comento que en Luces, donde se encuentra España cadáver de cuerpo entero y presente, la de ayer y, ¡ay!, la de hoy, mas espero que no la España del mañana (Machado tampoco fue profeta). De anécdotas sin importancia crea Valle una historia con sus nudos y sus esquinas, todo ello, sin lugar a dudas apoyado en sus personajes, en el lenguaje que estos emplean y en un contexto escénico que les da arropo a su contoneo.
         No me detengo en las historias ni en los personajes de estas tres obras, en esos fantoches al servicio de un titiritero que es su autor, cierto que sombras, fantoches, peleles, pero muy alejados de las figuras nivolescas, pálidamente trágicas, de Unamuno. Me voy derecho al meollo de lo que son estas tres obras, insisto, que se sujetan como los zapateros sobre el agua, casi de modo milagroso, sobre su lenguaje y sus parlamentos, ¡y cómo no!: en sus acotaciones magistrales de las que ahora reproduciré un par de ellas porque no puedo resistirme a mostrarlas para quienes no hayan tenido la fortuna de gustarlas.

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